Por Eli Lake
Desde que asumió el cargo, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y sus principales asesores han dejado en claro que no hay casi nada que Irán pueda hacer para que su Administración rescinda la oferta de negociar un regreso al acuerdo nuclear de 2015 que abandonó Trump. Por fortuna, eso finalmente podría estar cambiando.
El miércoles, el líder supremo iraní, el ayatolá Ali Khamenei, destrozó las pasadas negociaciones nucleares de su Gobierno frente a los presidentes saliente y entrante, y le dijo al nuevo presidente que debería aprender de la experiencia de su predecesor a no confiar en Occidente.
En una declaración en respuesta a esos comentarios, el Departamento de Estado reiteró la sinceridad de su intento de negociación para volver al acuerdo, mismo que limitaría el enriquecimiento nuclear de Irán durante otros nueve años y eliminaría las sanciones secundarias más severas a su economía. Desde enero, eso había sido un estándar para la Administración Biden. Sin embargo, esta vez, lanzó una sutil amenaza: “La oportunidad no durará para siempre”.
El cambio podría estar motivado por una comprensión errónea de la política iraní. Como informó Axios esta semana, al Gobierno de Biden le preocupa que el nuevo presidente de Irán, Ebrahim Raisi, un jurista fanático responsable de condenar a miles de prisioneros políticos a la horca en 1988, adopte una línea dura en las conversaciones nucleares. En 2015, quien negoció el acuerdo nuclear fue la Administración saliente del presidente Hassan Rouhani.
Pero nunca ha habido una dicotomía de línea dura / moderada. El poder real en Irán lo tiene Khamenei, y él mismo aprobó el acuerdo, sin embargo, ahora, parece estar amargado ante la perspectiva de volver a él. En el 2019, Raisi fue puesto a la cabeza del Ministerio de Justicia, recuerde, como parte del Gobierno supuestamente moderado de Rouhani.
Una mejor razón para no volver a las conversaciones con Irán son las crecientes señales de que el régimen de Khamenei, se tambalea. No está satisfaciendo las necesidades básicas de su gente. A principios de este mes, estallaron protestas en la provincia de Juzestán por la falta de suministro de agua potable. Esta semana, las manifestaciones se extendieron a Teherán, mientras que algunos videos de esas protestas mostraban a los iraníes pidiendo la renuncia de Khamenei, de la misma forma que las protestas de 2018 y 2019 pedían su destitución.
Algunos manifestantes están enojados porque la red eléctrica de Irán no soporta el suministro eléctrico. Esta ronda de manifestaciones comenzó debido a la escasez de agua. Pero en los últimos cuatro años, otros fallos estatales han provocado que los iraníes salgan a la calle a protestar. En 2017 y 2018 fueron los bancos en quiebra, que acabaron con los ahorros de los iraníes promedio, los que provocaron las protestas nacionales. En 2019, fue el hecho de que los servicios de seguridad del Estado dispararon contra manifestantes desarmados. En el 2009, el motivo fue una elección robada.
Resulta tentador afirmar que las sanciones de Estados Unidos son las que impiden que el régimen de Irán brinde servicios básicos a su pueblo. Pero esto es demasiado simplista. La crisis bancaria del 2017 y 2018 ocurrió mientras Irán disfrutaba de los beneficios del acuerdo nuclear de 2015. Las sanciones no provocaron que los servicios de seguridad del Estado dispararan contra manifestantes pacíficos, ni obligaron a los desarrolladores en Juzestán a desviar el agua potable de la población a una perforación en busca de más petróleo. Estas fueron las opciones que eligió un régimen cruel y corrupto.
Por lo tanto, Biden ahora tiene una oportunidad. Podría dar seguimiento a la declaración del Departamento de Estado de esta semana que apoya a los manifestantes iraníes y ofrecer apoyo técnico de Estados Unidos para ayudar a los activistas a sortear el apagón y la desaceleración de internet en el país. Podría movilizar a los Gobiernos europeos para que se unan a su campaña de solidaridad con el pueblo iraní. Podría considerar la posibilidad de crear un fondo modesto para las familias de los trabajadores iraníes que se declaran en huelga. Podría aprovechar el trabajo de la última Administración para llegar a los iraníes por medio de las redes sociales.
El objetivo primordial de todo este acercamiento, y el principal objetivo de la política del presidente hacia Irán, debería ser apoyar los esfuerzos del pueblo de Irán para lograr una transición democrática. La alternativa a este enfoque es engatusar pacientemente a un líder supremo enfermo para que limite su programa nuclear mientras, al tiempo su país se derrumba a su alrededor.