Una vez más, una amenaza financiera emergente –en este caso, las penurias de la promotora inmobiliaria China Evergrande Group– hace que inversionistas de todo el mundo se pregunten: si las cosas empeoran, ¿quién está expuesto? ¿Podrían las pérdidas terminar concentradas en una o más de las grandes instituciones en el centro de las finanzas globales, desencadenando una crisis más amplia?
Reguladores de todo el mundo han estado trabajando durante más de una década en el sistema de alerta temprana necesario para generar una buena respuesta. Todavía no está listo. Que este momento sirva como recordatorio de que deben redoblar sus esfuerzos.
Evergrande por sí solo no es Lehman Brothers, el banco de inversión cuya quiebra en el 2008 ayudó a convertir una crisis inmobiliaria en Estados Unidos en el peor desastre económico desde la Gran Depresión. Los pasivos impagos de la compañía, de alrededor de US$ 300,000 millones, son menos de la mitad de lo que eran los de Lehman en ese entonces, y la firma está más en la periferia del sistema financiero global que el banco.
Dicho esto, sus problemas ilustran los riesgos más amplios que presenta un mercado inmobiliario chino sobreapalancado, riesgos que, en última instancia, podrían precipitar pérdidas lo suficientemente grandes como para desestabilizar entidades de importancia sistémica en otros lugares.
Un capital adecuado para absorber pérdidas es la mejor defensa contra ese contagio. Pero el conocimiento también es crucial, y la crisis de 2008 demostró cuán lamentablemente carentes estaban las instituciones financieras y sus supervisores a este respecto.
Los mercados se tambaleaban mientras los bancos enfrentaban dificultades para evaluar sus exposiciones y revisaban una y otra vez sus estimaciones de cuánto habían perdido. Sorpresas implacables –como las enormes pérdidas de derivados en una sola filial con sede en Londres de la aseguradora estadounidense AIG– dejaban a los funcionarios lidiando mes tras mes para controlar el daño.
El Grupo de los 20 países desarrollados y en desarrollo se comprometió en el 2008 a producir un mejor sistema de información, y ha logrado avances. A través del Banco de Pagos Internacionales, comparten y publican más datos sobre desarrollos crediticios y exposiciones transfronterizas. Han presionado a los bancos más grandes del mundo para que comprendan mejor los riesgos en sus operaciones remotas. Están reuniendo toneladas de datos de comercio para arrojar luz sobre los mercados de derivados.
Desafortunadamente, todavía queda mucho por hacer. En abril de 2020, el Comité de Supervisión Bancaria de Basilea informó que ninguno de los 33 bancos de importancia sistémica mundial cumplió plenamente con sus estándares de datos oportunos, completos y precisos sobre exposiciones al riesgo en toda la empresa, estándares que se suponía que debían cumplirse en el 2016.
Los reguladores nacionales a menudo tienen dificultades para dar sentido a la información de sus propios derivados, y mucho menos armonizar los diferentes flujos de datos para que puedan fusionarse y brindar un panorama global y completo.
Como resultado, si un gran banco global estuviera expuesto a Evergrande a través de, por ejemplo, un fondo de cobertura de las Islas Caimán, es fácil imaginar que ni sus ejecutivos ni sus reguladores lo sabrían. Por la misma razón, es difícil tomar al pie de la letra las garantías de los bancos y funcionarios en Estados Unidos y Europa cuando insisten en que las exposiciones son limitadas.
Esta brecha de conocimiento se puede arreglar. Si los bancos no invierten en los sistemas de gestión de riesgos necesarios para saber lo que están haciendo –inversiones que, por cierto, beneficiarían a sus negocios–, los supervisores deberían prohibir más fusiones o pagos de dividendos hasta que lo hagan. Y al adaptar las normas de presentación de reportes de derivados a sus situaciones nacionales, los funcionarios también deben acordar los campos comunes y el formato requerido para agregar datos y ver todas las exposiciones de una institución financiera, donde sea que resida.
No se puede esperar que los reguladores financieros eviten que las grandes inversiones de vez en cuando salgan muy mal. Pero pueden y deben asegurarse de que, cuando surja un problema, tengan la información que necesitan para evaluar los riesgos y responder en consecuencia. Su trabajo con ese fin está inconcluso y debe llevarse a cabo. Si tenemos suerte, Evergrande no demostrará que ya es demasiado tarde.