Las grabaciones con móvil, las imágenes satelitales y todo tipo de informaciones disponibles en internet han convertido a la “Inteligencia de Fuentes Abiertas” (OSINT) en un aliado esencial para descubrir y probar crímenes de guerra en Ucrania, tal como empezó a ocurrir en Afganistán y Siria.
OSINT (“Open Source INTelligence”) es una sigla aún no muy conocida, más allá de círculos especializados o de Defensa, que engloba a un conjunto de técnicas y herramientas para recopilar información pública, mucha de ella a través de internet, y analizarla para convertirla en conocimiento útil con fines de investigación militar, judicial, periodística o de otro tipo.
La universalización de las redes sociales, el creciente acceso a información y la mayor facilidad para grabar imágenes ha situado la OSINT en el centro de las investigaciones sobre crímenes de guerra, tal como explica Scott Edwards, investigador de Amnistía Internacional (AI).
Desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania, miles de vídeos e instantáneas circulan en redes sociales, muchas de ellas con imágenes de agresiones contra civiles, y así, de un día para otro, los móviles de los civiles ucranianos se han convertido en una poderosa arma para documentar las atrocidades sufridas.
Si se consigue probar su veracidad, estas imágenes “pueden servir totalmente para demostrar crímenes de guerra y de lesa humanidad” e incluso como prueba ante distintos tribunales internacionales y la Corte Penal Internacional, subraya Edwards, que fue asesor en la Oficina del Fiscal de la CPI.
Cada vez más peso
Aunque Ucrania ha marcado un antes y un después en la retransmisión de un conflicto a través de las plataformas en internet, el Tribunal Internacional de La Haya lleva tiempo con un aumento considerable de su trabajo dedicado a pruebas digitales e incluso a fuentes abiertas.
El caso más conocido fue el del general libio Mahmoud al Werfalli, sobre quien la CPI emitió una orden de arresto por ordenar y cometer crímenes de guerra en el 2016 y 2017 que se basó “en gran medida en material videográfico publicado en las redes sociales”.
Asimismo, Edward explica que AI se ha servido en los últimos años de fuentes abiertas tanto para recopilar información (fotos y vídeos captados por víctimas y testigos) como para comprobarla e identificarla correctamente (por ejemplo, mediante su geolocalización) con el objetivo de investigar posibles crímenes de guerra.
Afganistán, Myanmar, Etiopía, o Siria son algunos países en los que las fuentes abiertas han impulsado este tipo de investigaciones.
Verificadores de información
Además de organismos judiciales y organizaciones humanitarias, también comunidades de analistas en internet se dedican a verificar la procedencia de imágenes o informaciones que circulan en redes sociales sobre la guerra en Ucrania y otros conflictos.
La génesis de este movimiento radica en Bellingcat, una web de periodismo de investigación que trabaja en la verificación de hechos con el uso de fuentes abiertas y fue fundada por el periodista Eliot Higgins, pionero en el uso de estas técnicas.
La web de Higgins, quien forma parte de la Junta de Asesoramiento Tecnológico de la CPI, ha alcanzado gran notoriedad internacional a raíz de sus investigaciones sobre el derribo del vuelo 17 de Malaysia Airlines, del que probó que fue causado por fuerzas prorrusas en la región del Donbás, o el uso de armas químicas contra civiles en la guerra de Siria.
No quedarán impunes
El hecho de que, en Ucrania, la presencia de periodistas esté limitada en el frente añade una dificultad más para la verificación de los hechos, apunta asimismo David «Aimery Parekh», cofundador de la comunidad española Brigada OSINT, quien explica así la dificultad de comprobar una vorágine de afirmaciones e imágenes: “Tienes que ver hasta el último detalle, ver desde diferentes enfoques”.
Este analista trabajó con fuentes abiertas en el caso del ataque a un hospital de maternidad en la ciudad de Mariúpol, sobre el que EFE Verifica demostró que no era un montaje ucraniano, frente a la versión del Kremlin, y Parekh pudo determinar cómo el ataque había sido perpetrado por fuerzas rusas.
Gracias a este tipo de técnicas, la universalización de los teléfonos móviles y la rápida difusión que permiten las redes sociales es más difícil que nunca que un crimen de guerra pueda ser enterrado o sus autores queden impunes.
Scott Edwards recuerda cómo muchos de los crímenes ocurridos en las guerras yugoslavas se perdieron en la historia “y no fueron documentados por nadie”, sin que fuera posible hacer “justicia para las víctimas”.
Ahora las fuentes abiertas permiten no solo probar un delito grave, sino también “los detalles de quién, qué, dónde y cuándo”, señala Edwards, y concluye: “Por muy pequeño que sea el número de víctimas en algún acto delictivo, es más difícil que nunca escapar a la detección”.