La mayoría de los países, con la excepción notable de China, han abandonado la estrategia de COVID cero, que busca evitar cualquier tipo de circulación del virus, y que parece ahora anacrónica a pesar de que era defendida al principio de la pandemia.
“¿Para qué sirvió?” dice la hongkonesa Jenny Leung, una frase que resume el cansancio y la incomprensión de una parte de la población ante esta estrategia.
Leung perdió el mes pasado su trabajo de camarera tras las medidas de COVID cero. Y ahora, muchos en Hong Kong, territorio afectado por una reciente y violenta ola epidémica, comienzan a decir que llegó el momento quizás de vivir con el virus.
¿Por qué entonces obstinarse tanto tiempo? La cuestión se plantea aún con mayor magnitud en China continental, donde la política de COVID cero está más firme que nunca.
Mientras que países como Australia y Nueva Zelanda terminaron por abandonar esta estrategia tras haberse apegado a ella, China impuso un confinamiento duro estos últimos días en Shanghái, en el que incluso separó a los niños contagiados de sus padres.
Si China aparece ahora como una excepción mundial, no siempre fue el caso. Al principio de la pandemia, en la primavera boreal del 2020, muchos países impusieron estrictos confinamientos, a pesar de que en aquel momento no calificaron a esa política de “COVID cero”.
“Muy escaso valor agregado”
Pero la situación ha cambiado. Las vacunas llegaron a principios del 2021 y han limitado de manera considerable el riesgo de casos graves.
Luego la variante ómicron, a priori menos peligrosa a pesar de que es difícil de confirmar eso justamente a raíz de la vacunación, también redujo los riesgos al tiempo que desafió la estrategia de COVID cero debido a su fuerte contagiosidad.
Con este panorama, “es necesario hacer tanto para reducir la transmisión que uno se encuentra con muy escaso valor agregado en el plano sanitario”, afirma el inmunólogo australiano Sharon Lewin.
Pero la persistencia china se explica quizás por una situación particular. Al contrario de Australia y Nueva Zelanda, al principio con dificultades, pero finalmente con un alto porcentaje de vacunación, China no ha vacunado suficientemente a su población.
Así ocurre por ejemplo con las personas mayores, las más amenazados de morir de COVID. Solo la mitad de los chinos de más 80 años están vacunados. Además, el gigante asiático utiliza las vacunas Sinovac y Sinopharm, que no son las más eficaces.
Y con una vacunación insuficiente, “se corre el riesgo de encontrarse con muchos muertos si se flexibilizan las medidas de COVID cero”, advierte Andrew Lee, especialista en salud pública.
Una población amargada
Todo está vinculado. Algunos estudios muestran que la estrategia de COVID cero no incita a vacunarse. ¿Por qué sentir urgencia de hacerlo cuando el virus no circula alrededor de uno?
Si los hongkoneses de mayor edad dudaron en vacunarse es a menudo porque “no están seguros del interés” de hacerlo, en particular “en el contexto de una estrategia de COVID cero”, explica el epidemiólogo británico Ben Cowling, quien recientemente publicó un trabajo sobre el tema en la revista The Lancet.
No solo la población china no está lo suficientemente vacunada, sino que tampoco puede contar con una inmunidad posinfección. Al impedir casi todo contagio del virus, las autoridades no la han dejado desarrollarse.
El contraste es flagrante por ejemplo con Sudáfrica, que esta semana levantó sus restricciones antiCOVID a pesar de que tiene apenas más de un tercio de la población vacunada.
Sudáfrica nunca optó por decisiones tan radicales como el COVID cero y como consecuencia de ello una gran parte de la población se contagió, pagando un alto precio: 100,000 muertos contra, oficialmente, algo más de 10,000 en China, que tiene una población muchísimo más grande.
Los últimos defensores del COVID cero corren el riesgo de enfrentar una adhesión cada vez menor de parte de la población, a veces amargada y cansada tras dos años de restricciones radicales. “El COVID cero es una forma de pensar que perjudica a todo el mundo”, concluye Jenny Leung.