Como una enorme trompa de elefante, el tubo recorre el barco, vertiendo toneladas de maíz: el Lady Dimine se apresta a zarpar de Constanza, puerto rumano del mar Negro, convertido en providencial salida marítima para los productos agrícolas ucranianos.
El barco cerealero de más de 160 metros de eslora y una capacidad de 26,000 toneladas es el segundo en cinco días en amarrar en el muelle número 80 para recibir una valiosa carga de granos dorados procedentes del vecino país, cuyos puertos están bloqueados por el invasor ruso.
Lo que está en juego es vital para los numerosos países dependientes de estas exportaciones ucranianas, que exportaba por mar antes de la guerra 4.5 millones de toneladas de producción agrícola por mes, o 12% del trigo, 15% del maíz y 50% del aceite de girasol a nivel mundial.
El bloqueo es total, desde el mar de Azov, cerrado a la navegación desde el inicio de la guerra, al puerto ucraniano de Odesa, en el mar Negro, que en tiempo normal representa el 60% de la actividad portuaria del país.
Solución alternativa
Entre las soluciones de recambio, Rumania aparece como una candidata ideal. Miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), con sus aguas por tanto protegidas, el país es también el segundo exportador de trigo de la Unión Europea (UE), después de Francia, y tiene infraestructuras adecuadas.
“Un tercer barco va a zarpar dentro de dos días, y esperamos luego acelerar el ritmo” confía Viorel Panait, presidente ejecutivo de Comvex, primer operador de cereales de Constanza.
“Dada la desgraciada situación que padecen nuestros vecinos ucranianos, debemos ayudarlos como podamos” agrega.
Pero antes de llegar al puerto, los cereales tienen un largo camino por recorrer. Son cargados en trenes, en camiones o en barcazas en los pequeños puertos del Danubio de Reni e Izmail, ubicados en el extremo sudoeste de Ucrania, en la frontera con Rumania.
Para llenar un barco de 70,000 toneladas como el que partió la semana pasada por primera vez de Constanza, hay que contar con 49 trenes u otras tantas barcazas, detalla Panait.
O miles de camiones, con el riesgo de crear un enorme atasco en el laberinto de carreteras que se cruzan en Constanza. Un “rompecabezas” para Florin Goidea, director del puerto.
El gobierno ha encontrado una solución: rehabilitar 95 vías férreas que datan de la época comunista y que están bloqueadas desde hace años por centenares de vagones oxidados.
“Este proyecto de 200 millones de lei (40 millones de euros, US$ 43 millones) es muy importante ya que liberará el tráfico por carretera hacia el puerto” y permitirá aumentar las reservas, subraya Goidea en su oficina, con una impresionante vista sobre la ensenada, erizada de grúas, maquinaria para cargar barcos y otras estructuras de acero.
“La guerra en Ucrania es un desafío, pero también una oportunidad”, dice el director y precisa que este puerto se convirtió en el 2021 en “el polo europeo para las exportaciones de cereales, por delante de Le Havre”, en Francia.
“Riesgo de hambruna”
A 230 km al norte, otro puerto rumano podría también convertirse en alternativa para las exportaciones ucranianas, el de Galati en el Danubio.
Está unido a Moldavia por solo cinco kilómetros de vía férrea, que tiene el mismo ancho que el usado en la antigua URSS y sus satélites, y por tanto en Ucrania.
La renovación de esta línea permitirá usarla para transportar mercancías y productos agrícolas. Pero para que éstos sean accesibles, el transporte debe ser rápido y de bajo costo, explica el presidente de Comvex.
“Debemos asegurarnos de que lleguen rápidamente a la mesa de los consumidores, para evitar el riesgo de hambruna”, dice.