Para finales de este año, 270 millones de personas podrían vivir en condiciones de hambruna, según el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, un aumento en comparación con los 149 millones de personas que ya estaban en este riesgo antes del COVID-19. Si agregamos los efectos disruptivos del cambio climático y la población cada vez mayor de nuestro planeta, vemos tiempos difíciles por delante.
Para el 2050 —el año en que una creciente lista de países tiene como meta haber reducido a cero sus contribuciones al cambio climático—, la ONU proyecta que la población mundial será de 9.700 millones, y estará bien encaminada para alcanzar los 11,000 millones en el 2100.
La presión para producir más alimentos, o al menos para ganar más dinero con la agricultura, está llevando a países a despejar bosques y humedales para granjas y a desviar la escasa agua dulce para cultivar en el desierto. ¿Pero es esto realmente necesario? ¿Podríamos aumentar la oferta de alimentos y al mismo tiempo proteger los preciosos recursos silvestres?
Bloomberg Green se embarcó en un experimento de reflexión: dada la cantidad de personas en la Tierra y la cantidad que cada una normalmente come, ¿podríamos alimentarlas a todas utilizando tan solo nuestra infraestructura agrícola existente? La respuesta fue “sí”, y hasta más. Hipotéticamente, al menos, podríamos alimentar a la población de dos planetas Tierra sin despejar una sola hectárea de tierra. Así es como lo lograríamos.
Hay cerca de 7,800 millones de personas en el planeta ahora, y cada una necesita aproximadamente 1.4 kilogramos de comida en promedio por día, sin incluir el agua. Eso significa que necesitamos alrededor de 3,700 millones de toneladas métricas de alimentos al año para alimentar a todos.
En este momento, el mundo produce cerca de 4,000 millones de toneladas métricas de alimentos al año, pero aproximadamente 1,300 millones de toneladas se desperdician, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés). Un estudio internacional dirigido por investigadores de la Universidad de Edimburgo elevó esta cifra aún más, lo que sugiere que hasta 44% de la producción agrícola nunca se consume.
Las naciones en desarrollo desperdician tanta comida como las desarrolladas, lo diferente es cómo se desperdicia. En los países ricos, más de 40% de las pérdidas se producen a nivel minorista y de consumo. Si bien algunos están tratando de limitar esas pérdidas desviando los alimentos que expiran hacia la población pobre, las regulaciones de seguridad usualmente dejan poca opción a los restaurantes aparte de descartar los alimentos no consumidos.
En los países más pobres, donde los hogares desperdician mucho menos, la ONU estima que más del 40% de las pérdidas de cultivos ocurre entre los campos y los estantes de las tiendas. En India, por ejemplo, algunas de las mayores pérdidas se producen durante la cosecha misma, y los productos frescos a menudo se pudren en el camino al mercado debido a retrasos en el transporte y la falta de refrigeración.
Una investigación de Esri, un proveedor global de datos geográficos, sugiere que si consideramos el potencial desperdiciado de las tierras agrícolas mal utilizadas, entonces solo del 30% al 50% de lo que podríamos cultivar llega a nuestros estómagos.
La mayor parte de las ganancias potenciales en la producción provendría de cultivar la tierra que tenemos de manera más eficiente, a través de la mecanización, mejores semillas y opciones de cultivo y un mejor riego. Algunos desperdicios e ineficiencia son inevitables: malas cosechas, plagas, mal tiempo y dificultades logísticas son algunas características de un sistema imperfecto.
Pero, en un mundo perfecto, utilizando la estimación de Esri, junto con las estimaciones de desperdicio de alimentos de la ONU y otros, podríamos suministrar 9,000 millones de toneladas métricas de alimentos al año, o 2.4 veces más de lo que necesitaríamos para alimentar a cada persona en el planeta.
Es posible aumentar el suministro mundial de alimentos sin depender de una eficiencia mejorada o un menor desperdicio. Según una investigación citada por la ONU, 890′308,413 hectáreas de antiguas tierras de cultivo degradadas podrían restaurarse a través de un uso más responsable de fertilizantes y riego. Parte de esa tierra se utilizaría para la reforestación, pero aun así, el resto podría producir cerca de 500 millones de toneladas de alimentos al año.
Mejores hábitos alimenticios también podrían ayudar. Investigaciones de Italia sugieren que hasta 140 millones de toneladas métricas de exceso de alimentos, suficientes para alimentar a más de 270,000 personas, se consumen cada año. Esto genera obesidad y problemas de salud crónicos como presión arterial alta y diabetes tipo 2 (llevar esa comida a la población desnutrida, por supuesto, sería un asunto completamente diferente y extremadamente complicado).
No todos los cultivos comestibles tienen como destino la plataforma alimentaria. Por ejemplo, se utilizan casi 600 millones de hectáreas de tierra para producir etanol. Esto significa que grandes cantidades de maíz, trigo, arroz, sorgo, caña de azúcar, yuca y remolacha llegan a los tanques de combustible de los automóviles en lugar de la boca de las personas.
El giro hacia los autos impulsados por electricidad e hidrógeno podría eliminar una parte significativa de este mercado. Si toda esa tierra volviera nuevamente a la producción de alimentos (una gran suposición, pero hagámosla) podríamos alimentar a 280 millones de personas más, según un estudio de la Universidad de Virginia.
Finalmente, está la comida que cultivamos para alimentar a los animales que consumimos. Casi la mitad de los granos en el mundo se destina a la alimentación del ganado, según la ONU. La cría de animales forma parte de muchas culturas; el ganado se usa para producir otras cosas además de la carne, como lana y productos lácteos.
Mucho ganado, especialmente en los países en desarrollo, consume pasto o materias vegetales que los humanos no comen. Aun así, reducir el consumo de carne a la mitad podría liberar una cuarta parte del suministro mundial de granos para los humanos.
Cualquier cantidad de combinaciones de las medidas descritas aquí ubicarían la producción mundial de alimentos muy por encima de los 7,400 millones de toneladas métricas necesarias para alimentar a casi 16,000 millones de personas. Por supuesto, estos son solo cálculos de fondo.
La política, la economía, la cultura y el comercio juegan un papel importante en el desarrollo y el comercio, lo que hará que ningún sistema agrícola sea óptimo. Pero incluso con objetivos más realistas para reducir el desperdicio, recuperar tierras de cultivo perdidas y redistribuir nuestro suministro de alimentos, tenemos más que suficiente tierra para cuidar a una familia global en crecimiento.
Ese no es el único beneficio que podría provenir de una mejor gestión agrícola. Los animales rumiantes por si solos —por ejemplo, ovejas, cabras y vacas— representan al menos 2.5% de la producción de gas de efecto invernadero global. Comer menos de estos animales significa criar menos, por lo que las emisiones se reducirían.
Entretanto, la ONU estima que restaurar el carbono y los nutrientes en los suelos degradados para su cultivo costaría unos US$ 300,000 millones (relativamente razonable) y absorbería el equivalente de todas nuestras emisiones de carbono durante las próximas dos décadas, lo que nos regala un tiempo valioso para alinear al resto de la economía global con la meta de cero neto.