Por Lionel Laurent
Nayib Bukele, el populista presidente de El Salvador, y activo usuario de las redes sociales, ha deslumbrado a los ojos láser rojo rubí que salpican los perfiles de Twitter de los fanáticos del bitcóin. Estos aplauden la decisión que tomó a principios de este mes de subir a su país al carro de las criptomonedas. Más allá de los verdaderos creyentes, sin embargo, la recepción ha sido más fría. Y eso es lo que debería tener en mente.
La criptodivisa ahora es moneda de curso legal en El Salvador, lo que significa que los comerciantes tienen que aceptarla. Se está trabajando en un proyecto de minería geotérmica de bitcóin; y se lanzará un programa de visado de oro para inversionistas en bitcóin.
Las personas influyentes en el ámbito de las criptodivisas se han entusiasmado por la “rapidez” con la que Bukele ha sido capaz de implementar todo esto, pero aparentemente han estado ajenos a los métodos claramente no libertarios que ha utilizado para reforzar su control del poder, desde el envío de soldados al Congreso hasta la toma de control del máximo tribunal.
Todavía es demasiado pronto para juzgar el rumbo que tomará el experimento criptográfico de Bukele. Pero el riesgo de que empeore la gobernanza y la supervisión reguladora en El Salvador es real, como lo destaca el Fondo Monetario Internacional, cuya postura cautelosa sobre los planes de Bukele ha generado temores de que pueda rechazar su reciente solicitud de un préstamo de US$ 1,300 millones.
A pesar de toda su valiosa retórica de inclusión financiera de los salvadoreños empobrecidos y de los signos de recuperación de las remesas, de las que depende el 20% del PBI del pequeño país, el cortejo de los bitcoiners como fuente de inversión parece un momento de “Muévete rápido y rompe las cosas”, en el mal sentido.
Consideremos la propuesta de Bukele para que los criptorricos vengan a El Salvador. Utilizando un encanto cuidadosamente construido en las redes sociales, prometió propiedades frente al mar a la venta, ningún impuesto sobre bienes raíces, ningún impuesto sobre las ganancias de capital en bitcóin, y la residencia permanente a cualquier persona con tres bitcoines (aproximadamente US$ 120,000 a precios actuales) para invertir. “Tentador”, tuiteó el jefe de la plataforma de intercambio de criptomonedas Binance, publicando un GIF de Mickey Mouse empacando su ropa. En términos de mercado objetivo, hay alrededor de 360,000 direcciones con más de US$ 100,000 en bitcóin.
Estos programas de residencia para inversionistas han tenido un pasado accidentado. Su popularidad se disparó tras la crisis financiera de 2007-2008, cuando los países competían por conseguir ricos cosmopolitas, los llamados “Anywherers”, para llenar los agujeros de las arcas fiscales. Pero terminaron por enfrentarse a los residentes más arraigados, o “Somewheres”, a medida que los criterios se volvían más flexibles, los aspectos negativos de la corrupción y el fraude se volvían más evidentes y los efectos positivos menos claros.
La afluencia de dinero caliente del exterior tiene costos y beneficios: Chipre, por ejemplo, recaudó unos 4,800 millones de euros (US$ 5,800 millones) gracias a las visas doradas entre el 2013 y 2018, pero el programa terminó en un escándalo el año pasado por denuncias de abuso generalizado.
Para un país como El Salvador, que históricamente ha luchado contra la delincuencia, la pobreza y la corrupción, combinar esta configuración con flujos de criptomonedas seudónimas parece una mezcla peligrosa, sobre todo porque se acusa a Bukele de retroceder en los compromisos de lucha contra la corrupción.
Sin supervisión, es probable que prosperen los malos actores y los flujos de dinero ilícito. Aunque las entradas especulativas o volátiles parecen mejor que no tener ninguna, las necesidades de los salvadoreños comunes no estarán bien atendidas si los precios de las propiedades se disparan sin el correspondiente aumento de los ingresos fiscales, según Pete Howson, de la Universidad de Northumbria.
Incluso las historias que surgen del pueblo pesquero rural de El Zonte, cuya economía local en bitcóin parece haber inspirado a Bukele, apuntan a una división obvia entre los que tienen y los que no tienen criptomonedas. La iniciativa fue subvencionada por un rico inversionista anónimo; y no todos los comerciantes están convencidos.
Uno de ellos dijo a Reuters que su maltrecho smartphone y la irregularidad de su conexión a internet hacían que rara vez utilizara bitcóin. Otra dijo que temía perder dinero en una inversión financieramente arriesgada, lo que es comprensible dada la caída del 40% del bitcóin en el lapso de dos semanas el mes pasado.
La bitcoinización no será una solución para uno de cada cuatro salvadoreños que gana menos de US$ 5.50 al día. Es probable que las remesas en dólares sigan empequeñeciendo a los equivalentes de bitcóin durante mucho tiempo.
Bukele disfruta de un apoyo interno abrumadoramente alto, por lo que un enfoque de confrontación de parte de Estados Unidos y otros países occidentales, con la intención de tomar medidas enérgicas contra la evasión de impuestos y los malos actores de las criptomonedas, probablemente solo jugaría a favor del presidente.
Aun así, el país depende del financiamiento externo y especialmente del FMI, dice Siobhan Morden, directora gerente de Amherst Pierpoint. Cynthia Arnson, directora del Programa para América Latina del Wilson Center, sugiere que el FMI debería utilizar las negociaciones del préstamo para presionar por una mayor supervisión y responsabilidad de los riesgos de las criptomonedas. La presión del mercado de una reciente venta masiva de la deuda salvadoreña, cuyos rendimientos subieron a más del 8%, su nivel más alto desde enero, debería ayudar.
El Salvador ya ha pasado por esto. Hace veinte años, adoptó el dólar estadounidense como camino hacia la prosperidad futura, pero los resultados fueron decepcionantes. Dado el papel que juegan problemas más profundos, no relacionados con las monedas, como la corrupción y la gobernanza, es posible que la bitcoinización siga el mismo camino, con el dolor de cabeza adicional de ser otra fuerza externa sobre la que los salvadoreños tienen poco control.
Bukele parece convencido de que sus nuevos amigos con ojos de láser son un pasaporte hacia una mayor riqueza. En este momento, parece una apuesta.