Cuando se marcharon los huéspedes de una habitación de esquina en el Hilton Hawaiian Village de la playa de Waikiki, la camarera Luz Espejo recogió suficiente basura, incluso de debajo de las camas, como para llenar siete grandes bolsas.
Retiró las sábanas, limpió el polvo acumulado en los muebles y retiró capas de suciedad del retrete y la bañera. Incluso se arrodilló para recoger confeti de la alfombra que una potente aspiradora no había logrado absorber.
Como muchos hoteles en Estados Unidos, el Hilton Hawaiian Village ha cancelado el servicio de limpieza diaria, haciendo aún más penoso un empleo que ya estaba entre los más duros de la hostelería.
Expertos del sector dicen que el abandono de la limpieza diaria, una tendencia que ganó impulso durante la pandemia, se debe a las preferencias de los clientes. Pero otros dicen que tiene más que ver con los beneficios y ha permitido a los hoteles reducir el número de camareras en un momento en el que muchas de las trabajadoras, en su mayoría mujeres inmigrantes, aún no se recuperan del trabajo perdido durante las cuarentenas por el coronavirus.
Muchas camareras que siguen trabajando dicen que les han reducido las horas y se les pide que hagan mucho más trabajo en ese tiempo.
“Es un gran cambio para nosotras”, dijo Espejo, de 60 años y nacida en Filipinas, que limpia habitaciones en el Hilton más grande del mundo desde hace 18 años, salvo el año que fue despedida durante la pandemia. “Ahora estamos tenemos mucho trabajo. No podemos terminar de limpiar nuestras habitaciones”.
Antes de la pandemia había 670 limpiadoras en el establecimiento donde trabaja Espejo. Más de dos años más tarde, 150 de ellas no han sido recontratadas o trabajan de forma eventual y pasan cada día, de 5:30 de la madrugada a 10:00 de la mañana, esperando una llamada que les diga que hay trabajo para ellas. Hace apenas una semana, la cifra de empleadas eventuales o no readmitidas era de 300.
“Todo esto trata de que haya más dinero en el bolsillo de los propietarios aumentando la carga de trabajo en las empleadas de primera línea y eliminando empleos”, dijo D. Taylor, presidente de UNITE HERE, un sindicato de trabajadores de hotel.
Aunque algunos hoteles empezaron a experimentar reduciendo la frecuencia de la limpieza con el argumento de la sostenibilidad, la idea se extendió mucho más al comienzo de la pandemia, cuando muchos hoteles empezaron a ofrecer limpieza de la habitación sólo cuando lo solicitaba un huésped, y en ocasiones sólo cuando llevaba un cierto número de días alojado, para fomentar el distanciamiento social y otros protocolos de seguridad. Se pidió a los huéspedes que dejaran la basura delante de su puerta y llamaran a recepción si necesitaban toallas limpias.
Pero incluso ahora que han remitido las restricciones y sube la demanda con el comienzo de la temporada alta de viajes, muchos hoteles han mantenido su nueva política de limpieza.
Un vocero del Hilton Hawaiian Village señaló que no había ningún representante de Hilton disponible para una entrevista sobre esas políticas en sus propiedades. Representantes de varias cadenas de hoteles, como Marriott y Caesars Entertainment o bien declinaron ser entrevistados o no respondieron a peticiones de comentarios de Associated Press.
Chip Rogers, presidente y director general de la American Hotel & Lodging Association, un grupo sectorial que incluye entre sus miembros a firmas gestoras, propietarios y marcas de hotel, dijo que habían sido las demandas de los huéspedes, y no los beneficios de los establecimientos, lo que había guiado las decisiones sobre los servicios de limpieza en la pandemia.
“Muchos huéspedes, hasta hoy, no quieren que entre gente en su habitación durante su estancia. Imponer algo que no quiere a un huésped es la antítesis de lo que significa trabajar en la industria de la hostelería”, explicó.
La pandemia cambió el estándar de la mayoría de los huéspedes de hotel que querían limpieza diaria, señaló, y no está claro todavía si el cambio será permanente.
La política de limpieza varía en función de la clase de hotel, señaló Rogers, y los establecimientos de lujo tienden a ofrecer limpieza diaria salvo que los huéspedes prefieran lo contrario.
Ben McLeod, de Bend, Oregon, y su familia no pidieron limpieza durante su estancia de cuatro noches en el Westin Hapuna Beach Resort, en la Gran Isla de Hawái en marzo. “En realidad mi esposa y yo nunca comprendimos por qué había limpieza diaria cuando no es el caso en casa, y es un desperdicio”, señaló.
Comentó que sus hijos debían mantener su espacio ordenado. “Soy una persona organizada, de modo que me levanto y hago la cama, así que no necesito que otra persona me haga la cama”, agregó.
Trabajadores de hotel sindicados intentan transmitir el mensaje de que cancelar la limpieza diaria de habitaciones perjudica a las camareras y pone en riesgo empleos.
Martha Bonilla, que trabaja desde hace diez años en el Caesars Atlantic City Hotel & Casino de Nueva Jersey, dijo que quiere que los huéspedes pidan limpieza diaria, y señaló que hace su trabajo menos complicado. Aunque la ley requiere a los estados de Nueva Jersey ofrece la limpieza diaria, algunos clientes la rechazan.
“Ahora, cuando llego de trabajar, lo único que quiero es irme a la cama”, indicó Bonilla, originaria de República Dominicana y que es madre soltera de una niña de seis años. “Estoy físicamente agotada”.
Las camareras dicen que los huéspedes que salen de fiesta, como los que dejaron confeti en su cuarto en Hawái, no son los únicos que dejan habitaciones muy sucias. Incluso con un uso corriente, es mucho más difícil devolver las habitaciones que no se han limpiado en días al brillante y prístino estado que esperan los huéspedes al llegar.
Elvia Angulo, camarera en el Oakland Marriott City Center desde hace 17 años, aporta los ingresos principales de su familia.
Durante el primer año de la pandemia trabajó un día o dos al mes. Ha vuelto a las 40 horas semanales, pero como ya no se limpian las habitaciones a diario, el número de personas que trabaja en cada turno se ha reducido a la mitad, de 25 a 12.
“Gracias a Dios que tengo antigüedad aquí, de modo que vuelvo a tener mis cinco días y mi salario es el mismo”, dijo Angulo, de 54 años y procedente de México. “Pero ahora el trabajo es más duro. Si no limpias la habitación en cinco días tienes cinco días de suciedad en los baños. Es suciedad sobre suciedad”.
Muchas camareras siguen sin trabajar horas suficientes para optar a prestaciones. Sonia Guevara, que trabaja en un Hilton de Seattle desde hace siete años, valoraba mucho las prestaciones de su empleo. Pero desde que volvió a trabajar tras 18 meses, no puede optar al seguro de salud.
“Al principio pensé en buscar un trabajo nuevo, pero creo que quiero esperar. Quiero ver si me cambian las horas en el hotel”, manifestó.
No hay muchas más opciones laborales que encajen con tener dos niños en la escuela, señaló.
Ahora el tema ha llegado al debate político. Uno de los que lo ha mencionado es el representante estatal de Hawái Sonny Ganaden, que representa a Kalihi, un barrio de Honolulu donde viven muchos trabajadores de hotel.
“Casi cada vez que hablo con gente en su puerta, encuentro a alguien que trabaja en un hotel y entonces hablamos sobre cómo tienen una sobrecarga de trabajo y lo que ocurre y las condiciones laborales”, dijo. “Hay muchas personas inmigrantes de primera y segunda generación que básicamente se han quedado varadas por estos requisitos de no limpiar a diario las habitaciones”.
Ganaden es uno de los legisladores que propusieron una resolución para pedir a los hoteles de Hawái que “recontraten o reincorporen de inmediato a los trabajadores despedidos o dados de baja” por la pandemia.
Si eso no basta, Ganaden manifestó que estaría abierto a medidas más firmes, como se han impuesto en otros lugares.
El consejo municipal de Washington, D.C., aprobó en abril una legislación de emergencia que exige a los hoteles del distrito que limpien las habitaciones todos los días salvo que los huéspedes pidan lo contrario.
Amal Hligue, inmigrante de Marruecos, confía en que la norma le permita trabajar más horas en el Hilton de Washington donde trabaja desde hace 22 años. Lo necesita para que su marido pueda tener seguro de salud. “Espero que tenga este mes, porque trabajé el mes pasado”, dijo.
A los 57 años, no quiere buscar un nuevo empleo. “No soy joven, ¿sabe? Tengo que quedarme”, admitió.