Christine Lagarde inició su primera conferencia de prensa como presidenta del Banco Central Europeo advirtiendo que ella era diferente a su predecesor, Mario Draghi. Tomó a los periodistas unos minutos darse cuenta de que efectivamente lo era.
Lagarde está abriendo paso a una era de banca central democrática en el BCE, o al menos eso quiere que creamos. Sin embargo, persisten dudas. No se sabe si se alejará demasiado hacia la política o si logrará de manera efectiva dirigir un consejo de gobierno dividido y desordenado.
Durante años, el BCE ha sido dirigido de manera profundamente tecnocrática, dado que Draghi mantenía un enfoque rígido en el estrecho mensaje que quería enviar. El jueves, Lagarde fue mucho más colorida en sus metáforas: para describirse dijo que "no era ni de tono duro, ni de tono suave, sino algo diferente"; justificó la necesidad de una mejor mezcla de políticas en la eurozona al decir que "requería muchas personas bailar el ballet que genera estabilidad de precios y crecimiento". Para bien o para mal, es difícil imaginar a Draghi utilizando este tipo de lenguaje.
Lagarde también quiere demostrar que el BCE estará más abierto que en el pasado a las voces de todos los bancos centrales nacionales y al público en general. Ella se comprometió a "incluir a los miembros del consejo de gobierno y buscar su opinión" antes de tomar una decisión, algo de lo que Draghi fue acusado de no hacer lo suficiente. Además, dejó claro que la revisión estratégica —que comenzará en enero, y se espera que "remueva cielo y tierra"— estará abierta no solo a los "sospechosos habituales" sino a la sociedad civil. En la torre de marfil de la banca central, esta es una pequeña revolución.
Como Lagarde ha reconocido, habrá una tensión entre la comunicación rigurosa y el discurso con un público más amplio. Pidió a los periodistas no interpretar en exceso sus mensajes cuando habla con personas que carecen de experiencia técnica. Pero, ¿será esto realmente posible? Ella es la presidenta del BCE, después de todo, y los inversionistas estarán atentos a las sugerencias de los próximos movimientos del banco central cada vez que hable. Existe el riesgo de que ella pueda crear confusión, o incluso que los actores del mercado puedan dejar de prestarle tanta atención.
También está la cuestión de qué tipo de relación construirá con los políticos y el público. Está muy bien decir que no quiere que el BCE “predique el Evangelio pero que escuche”. Sin embargo, los políticos podrían interpretar este mensaje como una invitación abierta a entrometerse en la independencia del banco central, algo que Lagarde considera “críticamente importante”.
La nueva presidenta insiste en que el BCE debería “emprender la lucha” contra el cambio climático, por ejemplo; esa posición pondría al banco directamente en la arena política y lo expondría a ataques de aquellos que temen que haya excedido su mandato.
Finalmente, ¿la nueva era de la banca central democrática producirá políticas efectivas? Lagarde hizo un trabajo impresionante el jueves al apegarse al camino que el BCE había establecido en septiembre. Ella dijo claramente que no volvería sobre esas decisiones, incluido el controvertido paso de reiniciar las compras de activos. También dejó en claro que no ve las tasas de interés negativas como un problema en su nivel actual, enfatizando cómo están aumentando los préstamos. Adicionalmente, enfatizó que la postura de la política monetaria del BCE debe verse como un paquete, con diferentes instrumentos que actúan sobre objetivos ligeramente diferentes.
Sin embargo, los desacuerdos siguen siendo inevitables, y la pregunta es si esta presidenta que busca el consenso podrá hacer que se escuche su propia voz, como lo hizo su predecesor. Lagarde es consciente del desafío: dijo que sabe que la revisión estratégica conducirá a controversias, pero agregó que una vez que se haya tomado una decisión, debe mantenerse. Sin embargo, como muestran las divisiones al final de la era de Draghi, mantener a todos a bordo puede ser un objetivo doloroso de lograr y, en ocasiones, imposible.
Con Lagarde, la era de banqueros centrales omniscientes parece haber terminado. "Cuando no sepa algo, diré que no lo sé", dijo a los periodistas. La nueva presidenta quiere ser percibida como una mujer del pueblo. La eurozona pronto descubrirá exactamente lo que eso significa.
Por Ferdinando Giugliano