Twitter podría eventualmente salir de la bolsa de valores tras ser comprada por el magnate Elon Musk. Esa operación la hacen a menudo empresas debilitadas y puede proteger a Twitter pero sin garantía de éxito.
Una táctica frecuente
Una empresa suele ocupar los titulares de prensa cuando entra en bolsa, para levantar fondos o permitir a sus fundadores, primeros inversionistas y empleados, vender sus acciones.
Pero también ocurre regularmente que algunas empresas sean retiradas de la cotización para permitirles recuperarse, antes de eventualmente volver al mercado.
Michael Dell sacó así a la empresa que lleva su nombre de la bolsa en el 2013, en pleno periodo de desamor por los PC, estimando que sería “más flexible y emprendedora”. Dell volvió a Wall Street cinco años más tarde, ya repuesta.
Otra historia menos exitosa fue la del inversionista Warren Buffet, quien se asoció en el 2013 a la sociedad brasileña 3G para retirar a los ketchups Heinz de la bolsa, que luego fusionó con Kraft. Las acciones de la empresa perdieron 40% de su valor en comparación con sus inicios en el 2015.
Sociedades de capital-inversión compran regularmente empresas cotizadas en bolsa esperando obtener dinero por medio de medidas drásticas como despidos o una fusión con otra sociedad de su portafolio.
En el caso de Twitter sin embargo, las intenciones de Musk son opacas. El hombre más rico del mundo mencionó frecuentemente su deseo de defender la libertad de expresión, por ejemplo, modificando algunas funcionalidades en la red social, pero no ha presentado hasta el momento ninguna estratégica económica.
¿Menos presión?
Al salir de la bolsa, una empresa ya no se ve sometida a las múltiples presiones de accionistas y del gran público, quienes a menudo “imponen muchas restricciones a la dirección y le impiden desplegar su capital de manera eficaz”, anota William Lee, economista en jefe del instituto Milken.
Pero luego de haber sacado una empresa de la bolsa, los nuevos propietarios “son generalmente mucho más conscientes” y “mucho más exigentes” en cuanto al rendimiento de sus inversiones.
La diferencia, estima, es que una empresa que cotiza en la bolsa debe lidiar con accionistas sensibles tanto a la diversidad como al medioambiente o a la escala salarial. Una sociedad de inversiones, en tanto, se ocupa principalmente del aspecto operacional y financiero.
Twitter deberá -entre otras cosas- reembolsar los préstamos acordados e Musk para financiar la operación, recuerda Gregori Volokhine, gestor de cartera de la firma Meeschaert Financial Services. El grupo no podrá, al menos en el corto plazo, permitirse abandonar la publicidad como lo sugirió Musk, detalla.
Más tiempo y libertades
Bajo la presión de Wall Street, que suele exigir resultados inmediatos, las empresas “suelen tener más dificultades para avanzar” porque no tienen forzosamente la libertad de probar nuevos productos, señala Volokhine.
En contrapartida, una empresa que no cotiza no tiene por qué hacer públicos sus resultados trimestrales ni responder a las exigencias de la autoridad de mercados bursátiles.
Como lo demostró con Tesla, SpaceX o sus otras iniciativas, Musk no busca la rentabilidad a corto plazo.
Tampoco se ajusta a las reglas habituales, anota Lee. Ante la presión de ser políticamente correcto, respetuoso del medioambiente y de la sensibilidad de cada uno, incluso en Twitter, Musk “se dice probablemente a sí mismo: ‘Al diablo todo eso, voy a retirar la empresa de la bolsa y gestionarla como creo que puede ser mejor’”.