Como en la Segunda Guerra Mundial, cuando el sector del automóvil de Estados Unidos se concentró en la producción de material bélico, los fabricantes de automóviles han dado ahora un paso al frente para fabricar equipos médicos en la lucha contra Covid-19.
La semana pasada, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, invocó la Ley de Producción de Defensa, legislación adoptada en 1950 en respuesta a la Guerra de Corea y que permite a la Casa Blanca movilizar el sector industrial para producir equipos necesarios para la defensa nacional.
Y este martes, el administrador de la Agencia Federal de Gestión de Emergencias (FEMA), Peter Gaynor, anunció que la Casa Blanca implementará formalmente la ley para conseguir el equipamiento médico que hospitales y personal médico necesitan en la lucha contra Covid-19.
Pero antes de que Gaynor anunciara la voluntad de Trump de utilizar la ley redactada para permitir al país tener el material necesario para luchar en conflictos armados, el sector del automóvil estadounidense ya se había movilizado para producir de forma urgente equipos médicos.
Una movilización que recuerda la que efectuaron los 12 fabricantes de automóviles que existían en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, cuando sus fábricas dejaron de producir vehículos y se reconvirtieron para crear todo tipo de material bélico, desde tanques a bombarderos pasando por motores para embarcaciones.
La dedicación de los fabricantes de automóviles al esfuerzo militar durante la Segunda Guerra Mundial fue tal que las plantas que en 1940, antes de que Estados Unidos entrará en el conflicto, produjeron cerca de tres millones de vehículos, entre 1941 y 1945 sólo fabricaron unos centenares.
De hecho, el sector del automóvil estadounidense fue responsable del 20% de toda la producción militar del país durante la Segunda Guerra Mundial.
Pero a diferencia de lo sucedido hace casi 80 años, cuando los frentes de batalla estaban en Europa, el Norte de África, Asia y el Pacífico, el Covid-19 ya ha llegado al territorio estadounidense y está afectando a las plantas de montaje de todos los fabricantes de automóviles.
Hoy el número de personas que sufren el Covid-19 en Estados Unidos superó por primera vez las 50,000, con 674 muertes, según los recuentos privados.
General Motors (GM), Ford, Fiat Chrysler (FCA), Toyota, Honda, Volkswagen, Subaru y Tesla, entre otros fabricantes, han suspendido la producción de vehículos tanto en respuesta al desplome de la demanda como para proteger a sus trabajadores de la epidemia.
A pesar del parón de sus plantas de montaje, los principales fabricantes se han puesto a disposición de la administración de Trump y el sector médico para hacer lo que sea necesario y derrotar la epidemia.
Este martes Ford, el segundo fabricante estadounidense de automóviles, anunció que ha llegado a un acuerdo con 3M y GE Healthcare para acelerar la producción de respiradores y otros equipos médicos fundamentales para la lucha contra la pandemia del Covid-19.
El presidente de Ford, Bill Ford, declaró a la cadena de televisión NBC que producir respiradores, máscaras y otro equipo de protección para los profesionales médicos es una decisión de su empresa.
"Obviamente, la Casa Blanca ha solicitado que las compañías ayuden pero realmente estamos haciendo esto desde muchos antes", añadió Ford.
Mientras, Fiat Chrysler (FCA) está reconvirtiendo una de sus plantas en China para producir máscaras médicas que serán donadas por la compañía automovilística a los trabajadores del sector sanitario y los equipos de primeros auxilios en Estados Unidos.
Y la semana pasada, GM y Ventec Life Systems se aliaron para que la empresa especializada en la producción de equipos médicos pueda multiplicar el número de respiradores que fabrica ante la previsión de que las necesidades de estas máquinas, que permiten oxigenar los pulmones de los pacientes, se disparen en las próximas semanas.
Hoy mismo, sólo el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, solicitó a las autoridades federales 30,000 respiradores, equipos que, según el político demócrata, “marcan la diferencia entre la vida y la muerte”.
Un lenguaje que recuerda el utilizado por los políticos estadounidense en 1941, cuando el país movilizó a millones de jóvenes estadounidenses para luchar contra Alemania, Japón e Italia en la Segunda Guerra Mundial.