Cuatro en un Baúl empezó hace poco más de una década como una propuesta en eventos pop-up. Y ahora, con una tienda en Barranco desde hace varios años, ha creado un miniecosistema que gira en torno al arte, al diseño y a muebles vintage, reciclados e industriales.
Michela Casassa y Claudia Freundt son las socias de Cuatro en un Baúl. Entre ambas han impulsado esta iniciativa en que tanto artistas como artesanos ostentan un rol protagónico.
“Desde que iniciamos, hemos trabajado con muchos artesanos, quienes han ido formalizándose. Ellos, por ejemplo, trabajan la madera, tapizan muebles y añaden su toque personal en el diseño que les proponemos”, comenta Casassa.
Obras de Rafael Lanfranco y Patricia Benavides, collages de Cecilia Carrión, grabados de Paolo Vigo, dibujos hiperrealistas de Gabriela Vargas y fotografías de Denise Jiras son algunos de los trabajos que se encuentran en la tienda, entre los de otros artistas.
“Últimamente hemos tenido un poco más de influencia cusqueña”, agrega Casassa. Esto se ha materializado en la línea Chaska (“estrella” en quechua) y en la obra de artistas como Herberth Ccahuana Quinto, Isa Luna , Luis Amao y de diversos artesanos, anticuarios y proveedores, como la marca de mantas de alpaca Cocoliso.
Antes de la pandemia, hasta el 50% de las ventas de Cuatro en un Baúl se realizaba por catálogo a través del canal digital (redes sociales y WhatsApp). Hoy, tras los cambios en los hábitos de compra, esta proporción, si se le suma el público que visita la tienda y luego compra por el canal digital, puede alcanzar el 30%.
Campañas
Durante los meses más duros de la pandemia, Cuatro en un Baúl inició una campaña de recolección de arte para donación. “Hicimos esta iniciativa con la Fundación OLI para la compra de material sanitario”, comenta Casassa.
Esta campaña trabajó con 130 artistas. A partir de entonces, Cuatro en un Baúl ha hecho otras más; la más reciente fue con Juguete Pendiente. La meta es implementar más de estas iniciativas y convertirlas en un espacio recurrente.