Masculinidad, narcotráfico y conflictos armados se entrelazan en ‘Vino la noche’, un drama intimista con el que el director Paolo Tizón trata de humanizar a los militares que sirven en la región peruana del Vraem, y que se acaba de estrenar en el Festival de Cine de Karlovy Vary.
La película sigue a un grupo de jóvenes voluntarios de uno de los programas de entrenamiento militar más duros de América Latina, desplegados en el valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro, un área dominada por grupos armados y el narcotráfico.
Con esta cinta, Tizón, de 29 años, compite en la categoría ‘Proxima’ del certamen checo, que celebra hasta el día 6 de julio su edición número 58.
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“Con esta película quiero invitar a los espectadores a que conozcan la intimidad de quienes conforman estos cuerpos militares. Cuando uno lleva uniforme, armas, camuflaje o casco, se vuelve anónimo. Te deshumanizas, pareces una máquina”, explica Tizón en una entrevista con EFE.
El largometraje busca romper ese anonimato e “ir más allá de los clichés de héroe y monstruo, y tratar de buscar matices”, añade.
Inspirada en la novela ‘La ciudad y los perros’ de Mario Vargas Llosa, y en la película ‘Spiritual Voices’ (1995), del director ruso Alexander Sokurov, Tizón reflexiona sobre las instituciones militares en el siglo XXI, en un contexto marcado por los conflictos internacionales.
“¿Por qué (las instituciones militares) están tan engranadas en nuestra organización social? ¿Qué errores están cometiendo? ¿Por qué siguen vigentes?”, son las preguntas que el cineasta peruano quiere plantear a debate.
Más allá de descubrir a la persona tras el uniforme, el largometraje también ofrece una introspección sobre la masculinidad, la identidad de género y los roles asociados.
“A nivel personal, es una gran pregunta sobre mi propia relación con los hombres. ¿Cómo y de qué formas puedo acercarme a otros cuerpos masculinos? ¿Qué tipo de dinámica cabe entre dos hombres?”, precisa.
La producción le permitió al cineasta comprender mejor el comportamiento rudo en contextos armados y abordar la fragilidad masculina. “En la película, hago de cámara y he tratado de vincularme con los hombres de una forma respetuosa y, por momentos, afectuosa, tratando de registrar también el afecto entre ellos”, remarca.
Aunque el director celebra el recorrido internacional del film en festivales, espera con entusiasmo estrenarla en Perú, donde aún no se ha proyectado, pese a ser “la casa de la película”.
“Tengo mucha ilusión de mostrarla allí, que se abra una conversación en torno a la película, que se junten artistas y militares a mirarla en la misma sala para ver qué tipo de conversaciones se pueden abrir, tendiendo puentes entre estos mundos que a veces están desconectados”, subraya.
Tizón aplaude que las películas peruanas ocupen cada vez mayores espacios internacionales, pero alerta de que la falta de fondos públicos y las últimas políticas del país ponen en riesgo los avances de los últimos años.
“Ahora se está pasando una ley impulsada por el Congreso que busca establecer una entidad censora, sin todo el respaldo de la comunidad cinematográfica. Hay muchos colectivos que nos hemos organizado para oponernos a esa ley”, denuncia Tizón.
Respecto a sus proyectos futuros, el cineasta seguirá explorando “temas y universos masculinos, tal vez conservadores en Perú”, así como la religión y espiritualidad de la región.