Rodrigo Isasi, CEO de Delosi
Hace algunos años entrevistando al equipo ejecutivo de una empresa para un proyecto de diseño organizacional, me sorprendí con esta declaración: “Yo soy una persona muy creativa”, me comentó un ejecutivo, “pero mi creatividad la tengo que dejar en la puerta”, continuó. Luego me contó cómo, por ejemplo, su casa tenía una serie de detalles que sus amigos admiraban y reconocían justamente por esa creatividad. Sin embargo, en su trabajo la historia era muy diferente.
Este caso me hizo reflexionar, en primer lugar, sobre lo que se estaba perdiendo esa organización al no contar con todo el potencial de dicho ejecutivo. Pero pensándolo aún más, sentí una profunda compasión por esta persona que no podía ser ella misma en el trabajo, que tenía que dejar su lado creativo en la puerta como quien deja un saco en una percha al entrar a una casa.
¿Es esto lo que hacemos en culturas que no son favorables a la diversidad? ¿Qué tal si no hablamos de un aspecto de la personalidad sino de nuestra identidad, de cómo percibimos y sentimos; de quiénes somos?
Por años, personas de la comunidad LGBTIQ+ han tenido que hacer este ejercicio en entornos laborales, sociales y familiares. Dejar quienes son en la percha de ingreso por no sentir que están entrando a un lugar seguro para expresarse y ser.
Hoy la realidad solo ha mejorado un poco, gracias a gente valiente que ha abierto camino, y a organizaciones que, a pesar de las críticas, han decidido hacer lo correcto. Pero hay mucho camino por andar. No podemos bajar la guardia.
Este es uno de los temas en los que los líderes de las organizaciones no podemos quedarnos callados o escoger una estrategia perfil bajo. Debemos ser muy explícitos e intencionados, en declarar y asegurar que nuestra organización es un espacio seguro, que da la bienvenida y acoge a cada persona, reconociendo su unicidad.
Las empresas somos parte de la sociedad, por lo tanto tenemos que reconocer que adolecemos de los males de la misma. Pero por ser parte de la sociedad también podemos generar un cambio en ella, desde nuestro espacio. Especialmente este mes, pero incansablemente todo el año, trabajemos porque cada persona que trabaje en nuestro equipo pueda traer toda la energía de su ser y la pueda canalizar en conseguir su mejor versión y no en protegerse de un entorno que no les reconoce.
Revisemos nuestras políticas, nuestras comunicaciones, acerquémonos a las personas que son parte de la comunidad para entender sus desafíos, reconozcamos otras diversidades y en general cultivemos la valoración de cada persona de manera individual.
Este esfuerzo tiene un valor en sí mismo, un espacio más justo y personas más felices, pero sin duda trae otros beneficios al tener una empresa diversa con distintas perspectivas, para la resolución de problemas, innovación, cohesión cultural y atractivo laboral.