En los años 90, cuando William Nordhaus (premio Nobel de Economía 2018) modeló la interacción entre la economía y la atmósfera, representó “la función de daño” —estimación del perjuicio causado por una unidad adicional de calentamiento— como una línea ondulada. Se sabía tan poco sobre los costos del cambio climático que los llamó “terra incognita”, comparados con los poco sólidos costos de prevenirlo. El economista estimó que se perdería entre 1% y 2% del PBI global con un aumento de 3°C en la temperatura del planeta.
Un nuevo estudio incrementa el daño. Diego Känzig, de la Unidersidad Northwestern, y Adrien Bilal, de Harvard, usan cambios pasados en la temperatura causados por erupciones volcánicas y El Niño para modelar el impacto de un planeta más caliente. Tras analizar data de crecimiento económico global y temperatura anual promedio, concluyen que 1°C adicional provocaría una caída del PBI de 12%. Y un cambio climático de más de 3°C equivaldría a sufrir una guerra permanente.
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La función de daño es insumo para modelar el “costo social del carbono”, que los reguladores usan para determinar si las inversiones orientadas a reducir el cambio climático valen la pena. Distintas metodologías generan respuestas muy diferentes. El 2022, la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) planteó elevar su estimado de dicho costo, de US$ 51 a US$ 190 por TM emitida de dióxido de carbono. El cálculo de Känzig y Bilal es US$ 1,056, así que señalan que valdría la pena que ese país aplique una radical descarbonización, aunque ningún otro se le una.
Pese a los avances técnicos, sigue siendo difícil eliminar las ondulaciones de la función de daño. No existen dos planetas Tierra para comparar (uno calentándose y el otro, no). Al principio, se hacía con países cálidos versus los fríos, a fin de ver cómo diferían sus ingresos, pero se pasaban por alto otros factores. Una estrategia preferida hoy utiliza una muestra de regiones a lo largo del tiempo, que es mejor aunque tiene sus propios inconvenientes.
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Es que tanto la temperatura como el crecimiento económico no son “estacionarios” y están “autocorrelacionados”: avanzan en la misma dirección pero su nivel dependerá de desviaciones pasadas, de modo que intentar hallar una relación entre ambos conducirá, casi inevitablemente, a un resultado falso. La solución es analizar cómo los “shocks de temperatura” se correlacionan con los shocks de ingresos. La medida en que áreas evaluadas crecen más lentamente luego de un periodo de calor indica el daño potencial del cambio climático.
Sin embargo, el uso del corto plazo introduce un nuevo problema: la adaptación. Los agricultores no dejarán de cultivar trigo y reemplazarlo por plátanos en respuesta a un año caluroso, pero sí podrían hacerlo cuando son décadas de calor. Además, el uso de áreas reducidas pasa por alto la naturaleza global del cambio climático. Si hay sequía en una provincia, puede comprar alimentos de otra, pero si el mundo pierde tierras cultivables, no podría.
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Känzig y Bilal usan como panel todo el planeta. Aunque este enfoque resuelve el problema de las áreas reducidas, padece otros. La variación histórica de la temperatura global, como la ocasionada por El Niño, ha sido típicamente pequeña —un calentamiento de 0.10°C en lugar de los 2°C o 3°C que el cambio climático probablemente traerá—.
Además, usar data de todo el planeta reduce el número de observaciones. La muestra usada por Känzig y Bilal recién empieza en 1960. El Niño ha coincidido con shocks económicos, entre ellos la crisis de deuda de América Latina en los años 80 y la crisis financiera de Asia en los 90. Tener menos observaciones dificulta controlar dichos factores, lo que significa que el modelo podría sobrevalorar el papel del cambio climático en la caída del PBI.
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La EPA aplica otro enfoque que usa indicadores adicionales al impacto económico causado por las altas temperaturas. Uno de sus modelos estima cambios en rendimientos agrícolas y mortalidad, así como elevaciones del nivel del mar y mayor demanda por energía para ventilación. Pero la lista de costos del cambio climático es inmensa, y tampoco puede contabilizar el total de los efectos globales, tales como el comercio internacional trunco.
El rango de dificultades es elocuente. El clima es un sistema complejo en el cual hasta hechos básicos son inciertos, como el calentamiento adicional generado por una TM de gases de efecto invernadero. Podría haber puntos críticos cuando el calentamiento global se acelere repentinamente. Encima, los humanos son mucho más complejos. La adaptación, quizás vía migración o tecnología de refrigeración, podría reducir el daño notoriamente.
La humanidad ha sido capaz de adaptarse tanto a Alaska como a la Amazonía, así que habrá que esperar que los costos del carbono permanezcan inciertos. Pero ya no son la terra incognita que Nordhaus describió. A pesar de sus defectos, los métodos coinciden en que el cambio climático es mucho más costoso de lo calculado en los 90.
Traducido por Antonio Yonz Martínez.
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