Eduardo A. Jiménez Sánchez, Jefe del Sistema de Información de Macroconsult
Cuando se hacen las sumas y las restas respecto del impacto de la crisis del Gran Confinamiento, el resultado es negativo para nuestra economía. Si bien el Producto Bruto Interno (PBI) más que se recuperó durante 2021, los indicadores sociales no han seguido el mismo patrón: la tasa de pobreza, al cierre del año pasado, se ubicó en 26% (20% al cierre de 2019) como consecuencia de que ni los empleos de calidad ni los salarios volvieron a sus niveles prepandemia. Asimismo, el nivel de informalidad laboral, una variable muy resiliente a bajar, saltó a 77% desde 73% al cierre de 2019.
En medio de la débil recuperación durante 2021, nuestra economía recibió un segundo choque significativo: un nuevo gobierno que amenazaba con cambiar las reglas de juego básicas del sistema de mercado que permitió a nuestro país alcanzar importantes logros sociales a partir de un sólido crecimiento.
Aunque es más o menos evidente que el gobierno de Pedro Castillo ha dejado de insistir con cambios radicales al sistema económico (como el de la Constitución) su accionar está lejos de despejar dudas. Así, por poner algunos ejemplos, el Gobierno viene impulsando una agenda laboral antitécnica, no impulsa proyectos importantes (especialmente mineros), viene deteriorando el imperio de la ley (que se manifiesta, sobre todo, en su pasividad ante los conflictos sociales) y viene destruyendo, aceleradamente, cuadros técnicos en los ministerios. Las dudas se plasman en los indicadores de expectativas de la economía que publica el Banco Central de Reserva del Perú. Como se puede ver en el gráfico adjunto, tanto las expectativas a tres como a 12 meses se han mantenido en terreno negativo por mayor tiempo desde que se crearon las series.
¿Cómo se ve el futuro? La situación antes descrita no permite ser muy optimista. Desde mediados de este año se ve una importante desaceleración del crecimiento que haría que cerremos el 2022 por debajo de 3%. Si a esto le sumamos que la inversión privada se contraería fuertemente durante el próximo año y, básicamente, se mantendría estancada durante los siguientes, producto de la desconfianza que genera el actual Gobierno, en Macroconsult anticipamos que la economía peruana crecería apenas por encima de 2% promedio durante el periodo 2023-2026 (¡cuándo, podría hacerlo, sin mayores problemas, a 3.5%!). Aunque esta tasa aun permitiría que los mercados se expandan y las ventas empresariales crezcan, es insuficiente para recuperar, por lo menos, los niveles prepandemia de los principales indicadores sociales. Así, la incidencia de la pobreza cerraría el 2026 alrededor de 25% (para más detalles, clic aquí). En resumen, un nuevo quinquenio perdido.
Visto lo anterior, la pregunta obvia es ¿quiere el gobierno dejar este legado? Imagino que no. Lamentablemente, no se ve ninguna señal de que quiera revertir la ruta que ha tomado. Paradójicamente, el deterioro de las condiciones económicas podría, con alta probabilidad, hacer que los que hoy lo apoyan cambien de opinión.