Toledo. Sin duda, la noticia política que más atención acaparó este último fin de semana fue la llegada al Perú del expresidente Alejandro Toledo, quien finalmente fue extraditado desde Estados Unidos en el marco de los procesos penales que la Fiscalía peruana lleva en su contra desde el 2017.
Como es sabido, Toledo es acusado de más de un cargo de corrupción en los casos vinculados con la carretera interoceánica y que involucran a las constructoras Odebrecht y Camargo Correa, así como por lavado de activos en el caso Ecoteva. Este último envuelve también a su esposa, la exprimera dama Eliane Karp, quien continua enfrentando su propio proceso desde Estados Unidos.
Como destacamos cuando el Departamento de Estado hizo saber por primera vez su decisión de extraditar a Toledo (ver Editorial del 23/02/2023), el proceso judicial que ahora se llevará en su contra será importante no solo por lo que respecta al caso individual del expresidente, sino porque podría ser clave para ayudar a terminar de revelar todo el esquema de corrupción que se instaló durante su Gobierno.
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La relevancia misma de que vayamos a juzgar y sentenciar en vivo por segunda vez en nuestra historia a un expresidente de la República por cargos de corrupción, además, le da una significancia especial a un proceso que, sin duda, tendrá encima los ojos de la comunidad internacional.
El solo hecho de que la justicia estadounidense haya aceptado, luego de una investigación independiente, extraditar al exmandatario, ya habla bien de nuestro propio sistema. Pero tanto para consolidar esta imagen, como para asegurarle verdadera justicia a todos los peruanos, es ahora de suma importancia que las próximas etapas del proceso que se seguirá contra Toledo sean céleres y ejemplares.
En los últimos años, la continua crisis política ha dañado mucho la confianza de la ciudadanía en su democracia, al punto en que muchos hoy cuestionan incluso si seguimos realmente viviendo en democracia.
Pues bien, por más pequeño que pueda parecer este caso en una agenda tan nutrida de escándalos como la nuestra, son justamente juicios como el que enfrentará Toledo –considerando los reflectores que atraerá– los que pueden ayudar a devolverle confianza y respeto a nuestro sistema democrático.
No subestimemos la importancia que tendría que, en unos años, la gente dentro y fuera del país perciba que el Perú fue capaz de juzgar a un segundo expresidente y de llegar a una condena justa respetando todos los estándares procesales. Son este tipo de casos, además, los que sientan nuevos estándares para los que vendrán en el futuro. Esperemos estar a la altura.
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