Ecuador eligió este domingo a un nuevo presidente para completar el período constitucional 2021-2025, en reemplazo del saliente Guillermo Lasso: el empresario de 35 años Daniel Noboa. Ello luego de que Lasso utilizara el pasado 17 de mayo el mecanismo de la ‘muerte cruzada’ contemplado en la Constitución ecuatoriana, que le permite al presidente disolver el Parlamento ante ciertas causales (en este caso se alegó una “grave crisis política y conmoción interna”), pero siempre que eso derive también en la salida del propio presidente.
Tras una primera vuelta el mes pasado que destacó por su polarización y episodios de violencia –sobre todo por la lamentable muerte de uno de los candidatos, Fernando Villavicencio–, habían pasado a la segunda vuelta presidencial Noboa y la correísta Luisa González. El domingo, no obstante, el primero se impuso con un 52% vs. 48% en los votos válidos, lo que significa la segunda derrota consecutiva del correísmo en menos de tres años.
Como se recuerda, el exmandatario ecuatoriano Rafael Correa (2007-2017) fue un líder autoritario que formó parte de la alianza impulsora del llamado ‘socialismo del siglo XXI’, que alguna vez lideró Hugo Chávez y que ha terminado perjudicando la economía de países como Venezuela, Argentina, Bolivia y del propio Ecuador. Fue enemigo de la libertad de prensa (demandó a varios periodistas), de la separación de poderes (su partido copó otras instituciones) y de las reglas democráticas en general (quebró el orden constitucional para cambiar la Constitución y se reeligió con una ‘interpretación auténtica’ similar a la de Fujimori).
Por todo ello, el que Ecuador haya rechazado por segunda vez seguida su propuesta política es una buena noticia tanto para el vecino país de Ecuador, como la región en general. Noboa sin duda tendrá un reto difícil, sobre todo si quiere tentar la reelección en el 2025, esta vez sí para un periodo completo. Pero su perfil de empresario alejado de la confrontación política y un panorama congresal aparentemente más amigable que el que tuvo Lasso (si logra concretar las alianzas que requiere), permiten al menos cierto optimismo.
Finalmente, la forma en que nuestro país vecino parece haber logrado superar su crisis política en apenas cinco meses deja lecciones importantes para el Perú. Quizá en vez de tener que estar debatiendo reformas constitucionales para adelantar las elecciones si cayesen el Gobierno o el Congreso, podría establecerse que cualquiera de las dos cosas gatille automáticamente elecciones generales. Y que sea la gente la que decida a quién expresar su apoyo para salir de la crisis.