La semana pasada, tras un lamentable accidente aéreo en el helicóptero que él piloteaba, falleció el político, empresario y dos veces presidente de Chile, Sebastián Piñera. Esta trágica pérdida, sin embargo, nos ha dejado con más de un episodio para la reflexión.
Karla Rubilar, allegada al expresidente y exvocera de su segundo Gobierno, contó que el día anterior Piñera les había pedido a los líderes de su coalición que “ayuden a este Gobierno”. Es decir, al de Gabriel Boric. “No importa cómo haya sido la oposición, ayúdenlo, porque Chile está primero”, habría dicho Piñera. Este episodio da cuenta ya no solo del tipo de político que fue Piñera (uno de esos que ya no se ven, al menos no por aquí), sino también de que ese admirable respeto por la institucionalidad en realidad hoy alcanza a gran parte de la clase política chilena.
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No solo Piñera fue un político que realmente comprendió la importancia de respetar la democracia (lo que implica entender que los rivales políticos son solo eso y que es necesario dialogar para construir) y que siempre buscó poner al país primero (como cuando, siendo un líder conservador, se atrevió a anunciar públicamente su voto por el ‘No’ en el referéndum de 1988, con todo lo que significaba enfrentar entonces a Augusto Pinochet). Con la forma como lo han despedido, varios otros políticos, como la expresidenta Michelle Bachelet y el actual mandatario Gabriel Boric, entre otros, han demostrado que ese respeto y entendimiento de la importancia por los valores democráticos es algo ya casi transversal en Chile.
Inmediatamente tras confirmarse la noticia, Boric anunció duelo nacional, dio sus condolencias personales y públicas a la familia e instruyó un funeral de Estado. Recordó también, como muestra de respeto, la frase con la que Piñera inició su segundo Gobierno: “Chile somos todos y debemos soñarlo, dibujarlo y construirlo entre todos”.
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Este nivel de institucionalidad y de claridad de la importancia de dejar atrás las diferencias políticas por el país que ha demostrado la clase política chilena es realmente digna de admiración. Y, por supuesto, no ha pasado desapercibido por el resto del mundo. Es justamente esa institucionalidad la que inspira confianza hacia afuera. Esa misma confianza que tan difícil nos viene siendo generar por aquí.