Desde la distancia, la vista es hermosa: una piscina oscura que brilla con el sol del mediodía y refleja unas nubes pasajeras. Pero cuando uno se acerca por el camino lleno de basura a los tres tanques de almacenamiento, un fuerte olor esclarece la escena. No es nada bonito: es un derrame de petróleo.
En este lugar del Cinturón del Orinoco, una región en Venezuela llamada así por el río que fluye por los mayores depósitos de crudo del mundo, se han filtrado tantos barriles de los oleoductos subterráneos que un foso de 200 metros cuadrados alrededor de los tanques está lleno hasta el borde.
El país está salpicado de escenas como ésta por el vertiginoso deterioro de la infraestructura de Petróleos de Venezuela tras años de abandono, escasa inversión y escándalos de corrupción durante los regímenes del difunto presidente Hugo Chávez y su sucesor, Nicolás Maduro.
Venezuela, miembro de la OPEP que depende de las ventas de petróleo para casi la mitad del presupuesto nacional, está extrayendo oro negro a los niveles más bajos desde la década de 1940.
Los derrames son una prueba evidente de lo que ha ido muy mal en PDVSA. La compañía estatal no publica estadísticas, pero los defensores del medioambiente, analistas y trabajadores tienen una larga lista de ejemplos de derrames de crudo, provocados por válvulas y juntas rotas, tuberías con fisuras y otras averías.
En papel, la política de limpieza de PDVSA es estricta, porque si no se actúa ante los derrames rápidamente, se convierten en responsabilidades ambientales, dijo Carmen Infante, consultora del sector con sede en Caracas. Pero los recursos son tan escasos que las respuestas rara vez son rápidas o integrales.
De acuerdo con los trabajadores en el campo, muchos de los contratistas de servicios que se especializan en limpiar derrames, con camiones equipados con aspiradoras gigantes, han quebrado tras numerosos problemas de pago con PDVSA.
Torres de perforación y bombas de extracción forman parte del paisaje en el cinturón rural del Orinoco. También lo son los charcos negros, en zanjas, debajo de arbustos, por las carreteras, o alrededor de los tanques.
Si bien no todos son resultado de derrames -el petróleo en el terreno es algo frecuente en el negocio- analistas y consultores de la industria dicen que hay mucho más de lo que se consideraría normal.PDVSA dejó de publicar datos de derrames en 2016. Ese año, la cifra de incidentes anuales se había multiplicado por cuatro desde 1999.
Con escasa información resulta difícil para los expertos calcular el coste de la descontaminación, pero hay algunos indicios: Infante dice que solo los 12,367 fosos de desechos de petróleo, desatendidos y potencialmente contaminados, que PDVSA reconoció que existían hace 10 años, requerirían alrededor de US$ 2,200 millones para alcanzar estándares aceptados internacionalmente.
Hay mucha preocupación por el estado de la infraestructura cuando llegue el momento de reactivar la industria, dijo Juan Carlos Sánchez, consultor ambiental en Caracas que solía trabajar para la compañía.
Para volver a ponerla en funcionamiento en esta área, puede que se necesite más dinero de lo que Venezuela ganó el año pasado con la venta de crudo en el mercado extranjero: US$ 22,000 millones.