Por Justin Fox
En un día de junio de 1999 en Washington, a 36 grados centígrados, el físico James Hansen le decía a un comité del Senado de EE.UU. que “el calentamiento global ya es lo suficientemente grande para atribuir, con un alto grado de confianza, una relación de causa y efecto con el efecto invernadero”.
Hansen, por aquel entonces director del Instituto Goddard de Estudios Espaciales de la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio de EE.UU. (NASA, por sus siglos en inglés), detallaba que “podemos declarar con 99% de confianza que el calentamiento durante este periodo es una tendencia de calentamiento real”.
Esas aseveraciones alcanzaron titulares en todo el mundo, y se puede decir que dieron inicio a las discusiones públicas y políticas sobre el calentamiento global (la discusión científica ya llevaba un buen tiempo en curso) que continúan hasta el día de hoy. También le valieron a Hansen algunas críticas de otros científicos climáticos, quienes pensaban que se había expresado con más seguridad de la debida.
De hecho, el artículo científico en el que se basó el testimonio de Hansen, el cual escribió junto a siete coautores y fue publicado ese agosto en Journal of Geophysical Research, advertía que aún no era seguro que las cálidas temperaturas de la década de 1980 fueran producto del efecto invernadero.
No obstante, el artículo sí especulaba que eso podría quedar claro pronto y proporcionaba proyecciones detalladas (las cuales Hansen también discutió brevemente en su testimonio ante el Senado) sobre cuánto se podía esperar que aumentaran las temperaturas bajo tres escenarios de emisiones. Las proyecciones anuales iban hasta el 2019, por lo que ahora podemos juzgar qué tan acertadas eran.
Como referencia, he usado los promedios de temperatura global en tierra y en los océanos del Instituto Goddard de la NASA, liderado por Hansen hasta el 2013; pero también —porque sé que recibiré correos electrónicos de lectores que consideran que no se puede confiar en la NASA— los de Berkeley Earth.
Esta última organización fue fundada en el 2010 por un físico de la Universidad de Berkeley en California que dudaba un poco de los datos de la NASA (y recibió buena parte de su financiación inicial de la Fundación Charles Koch, con un historial de respaldo a los escépticos del cambio climático). Como se puede ver a continuación, sus estimaciones de temperatura, aunque más bajas que las de la NASA, no son muy diferentes.
El escenario A, que asumía que las tasas de crecimiento de las emisiones de gases de efecto invernadero de las décadas de 1970 y 1980 "continuarían indefinidamente", resulta bastante desfasado hacia arriba. El escenario C, que preveía "recortes de emisiones draconianos", está muy por debajo.
Pero el escenario B, en el que las tasas de crecimiento de las emisiones de gases de efecto invernadero se desaceleraban “de tal modo que el incremento anual en el clima a causa del efecto invernadero permanezca aproximadamente constante al nivel actual”, definitivamente está en el rango adecuado.
En 1988, Hansen y sus coautores llamaron al escenario B “tal vez el más probable de los tres casos”, así que parece el más justo para juzgarlos. Resulta que el escenario B predijo con mucha precisión el aumento de dióxido de carbono atmosférico hasta el 2019.
Sus proyecciones de temperatura, sin embargo, fueron un poco altas porque sobreestimaron las concentraciones de metano —las cuales han probado ser extremadamente difíciles de predecir— y de clorofluorocarbonos, que empezaron a nivelarse y luego a caer mucho más rápido de los que nadie esperaba tras el Protocolo de Montreal relativo a las sustancias que agotan la Capa de Ozono de 1987.
Si se corrige eso, como lo hicieron Zeke Hausfather de UC Berkeley, Breakthrough Institute y Berkeley Earth, y sus tres coautores en un artículo publicado en Geophysical Research Letters el mes pasado, “los resultados son consistentes con las observaciones”. Eso quiere decir que el modelo usado por Hansen y sus coautores en 1988 hizo un buen trabajo a la hora de predecir cuánto calentamiento se causaría por el incremento en las concentraciones de gases de efecto invernadero, solo falló en la predicción exacta de esas concentraciones.
Hausfather y sus coautores hicieron correcciones similares a otras 15 proyecciones detalladas de calentamiento producidas entre 1970 y 2007 y encontraron que solo tres fueron “apropiadas” para extrapolar los cambios de temperatura a partir de las concentraciones de gases de efecto invernadero. En palabras de Gavin Schmidt, el sucesor de Hansen en el Instituto Goddard y uno de los coautores de Hausfather, en una publicación de blog que resume los resultados: “¡puede que después de todo sí sepamos algo sobre el clima!”.
Vale la pena señalar que hace siete u ocho años, luego de que las temperaturas globales promedio apenas hubieran subido en una década, estas proyecciones de calentamiento no parecían tan precisas.
“Las personas pensaban ’algo’ está pasando”, recordaba Schmidt cuando lo visité la semana pasada, y los científicos climáticos reiteraban explicaciones alternativas que iban de la variabilidad del océano en la década, a pequeñas partículas (aerosoles) en la atmósfera, a problemas con la temperatura récord. “Luego tuvimos los tres años más calientes registrados uno tras otro, y todos dejaron de hablar de eso porque era una tontería”.
Me disgusta sobremanera la frase "la ciencia está establecida" para referirse al cambio climático. La ciencia, si de hecho es ciencia, nunca debe estar del todo establecida. Los investigadores parecen estar en la primera etapa para descifrar cómo predecir los cambios causados por los gases de efecto invernadero en el clima más allá de los incrementos en las temperaturas globales promedio; y tal vez algunos de esos cambios simplemente sean imposibles de predecir.
No obstante, ya han pasado 124 años desde que el físico sueco Svante Arrhenius planteó la hipótesis de que concentraciones más altas de dióxido de carbono en la atmósfera generarían temperaturas globales más altas, y 50 años desde que los científicos empezaron a construir modelos climáticos detallados sobre esa base.
Cuando James Hansen dijo en 1988 que estaba casi totalmente seguro de que los seres humanos estaban calentando el planeta “estaba solo”, dice Schmidt ahora. Ya es hora, sin embargo, de que esa soledad se acabe.