S&P Global Ratings recortó aún más la calificación crediticia de Bolivia, a grado especulativo, ya que la decisión del país de apuntalar su moneda vació sus arcas.
La agencia S&P Global bajó su calificación para la deuda soberana de largo plazo de Bolivia a “B-”, desde “B”, por un deterioro de su liquidez externa, y además la colocó en perspectiva negativa, por lo que el país arriesga un nuevo recorte en los próximos 12 meses.
S&P dijo que la presión sobre las reservas contribuye a aumentar los riesgos de liquidez externa y que la división política ha restringido la capacidad de las autoridades para tomar medidas que reduzcan la debilidad.
La calificación del país bajó un escalón a B-, lo que lo ubica seis niveles por encima de default y a la par de Nigeria y Ecuador. Bolivia corre el riesgo de otra rebaja si el país no logra contener la fuga de reservas extranjeras y restaurar la confianza de los inversionistas, dijo S&P en un comunicado el miércoles.
“La salida de dólares aumentó en los últimos dos meses en medio de una confianza pública más débil en la sostenibilidad del régimen cambiario”, escribieron los analistas Carolina Caballero y Manuel Orozco. “El acceso a la financiación de los acreedores oficiales es clave”.
S&P mantuvo una perspectiva negativa en la calificación de la nación, citando desacuerdos políticos que generan dudas sobre la capacidad del Gobierno para obtener la aprobación oportuna del Congreso sobre nuevos préstamos.
Se necesita acceso a financiamiento ya que el Gobierno enfrenta US$ 914 millones en pagos de amortización externa que vencen el próximo año, de los cuales solo US$ 183 millones corresponden a pagos de bonos, según S&P.
La nación está en conversaciones avanzadas con la Corporación Andina de Fomento (CAF) mientras busca formas de suplir sus necesidades de financiamiento, dijo recientemente el presidente ejecutivo del banco regional, Sergio Díaz-Granados.
Fitch Ratings también califica a la nación en B-, mientras que Moody’s Investors Service la califica un escalón más bajo. Ambos asignan a Bolivia una perspectiva negativa.
¿Fin del ‘milagro’ boliviano?
La escasez del billete verde —que la oposición atribuye al agotamiento de las divisas y el gobierno a la especulación— aumentó la incertidumbre sobre la fragilidad económica de Bolivia, que por más de una década vivió lo que muchos llamaron “milagro económico” por los récords de exportaciones, un crecimiento anual promedio del Producto Bruto Interno (PBI) de 4.6%, baja inflación, un tipo de cambio fijo y gasolina subvencionada.
Cuando comenzó la escasez de dólares, cientos empezaron a pasar la noche en las puertas del Banco Central para comprar al cambio oficial. Ante la alta demanda, la venta de la divisa se hace ahora mediante un código QR luego de inscribirse en un registro. Las filas han desaparecido, el problema no.
Ante la inquietud popular, el presidente izquierdista Luis Arce salió a calmar las aguas. “No habrá devaluación. No hay necesidad con la solidez de una economía que crece. Muchos países entraron en la trampa de las devaluaciones tratando de ganarle a la inflación”, dijo esta semana en la primera entrevista a una televisora privada que concedió desde que asumió el poder a fines de 2020.
Considerado el “cerebro” del “milagro económico” como ministro del área entre 2006 y 2017 —durante el gobierno de Evo Morales—, Arce ahora parece no hallar la fórmula para superar la crisis.
El mandatario aseguró que no retirará la millonaria subvención a los carburantes ante el temor de un estallido social. De cada litro de gasolina importado a precio internacional el consumidor sólo paga la mitad, un oneroso subsidio que desangra las reservas de divisas, según los expertos.
El mandatario culpó a la guerra en Ucrania por la turbulencia económica global, aunque aseguró que ello no ha afectado a la economía boliviana. “Una economía no crece si está mal, nosotros estamos creciendo y tenemos la inflación más baja de la región”, señaló.
Con información de Bloomberg y Reuters