Cuando Tomás Morales, de 62 años, presentó una fiebre de 38.5 grados Celsius el 14 de abril, el médico le dijo que iniciara un autoaislamiento. Pero había un problema: Morales estaba en una plataforma petrolera frente a la costa mexicana a la que solo se podía llegar en helicóptero, y compartía una habitación con otros tres trabajadores.
Morales improvisó, usando una cortina para separar su cama de las de sus compañeros; sin embargo, tenían que usar el mismo baño. La evacuación de Morales tardó dos días, seguido de un viaje en autobús de tres horas hasta su casa y, finalmente, un traslado a un hospital administrado por la compañía.
El caso de Morales y otros plantean nuevas preguntas sobre la capacidad de la petrolera estatal del país, Petróleos Mexicanos, para proteger a los trabajadores en medio de la pandemia de COVID-19. La compañía informó el lunes que 72 trabajadores y dos contratistas han fallecido a causa del virus. En un solo día alcanzaron a morir ocho.
“No estábamos preparados”, dijo Morales, hablando por teléfono desde su casa en Paraíso. “No había suficientes medidas de control para COVID-19 porque esto era algo totalmente nuevo para todos”.
Críticos dicen que las acciones de Pemex reflejan las del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que tardó en imponer una cuarentena nacional y ha optado por no cerrar sus puertos de entrada o restringir los visitantes de países con un alto número de casos de COVID-19.
Pemex respondió en un comunicado que está haciendo grandes esfuerzos para proteger a sus trabajadores. La compañía está “desinfectando, enviando trabajadores a casa y tomando otras medidas para distribuir suministros a fin de mantener limpios los lugares de trabajo y el equipo”.
Las petroleras en el Golfo de México están lidiando con el desafío que representa mantener las operaciones en medio del distanciamiento social y la desinfección en miles de plataformas de perforación en alta mar y plataformas de producción de petróleo. Las plataformas albergan a cientos de personas y requieren que los trabajadores duerman en habitaciones compartidas y coman juntos en comedores abarrotados.
Sin embargo, el número de fallecidos en Pemex ha superado el de sus pares.
Al 22 de mayo, no había muertes en la parte estadounidense del Golfo de México, entre “unas 25,000 personas que rotaban en tierra y alta mar”, según Justin Williams, un portavoz de la Asociación Nacional de Industrias del Océano. Petrobras, de Brasil, que tiene aproximadamente 40% menos empleados que Pemex, no ha reportado muertes por COVID-19.
Las 72 muertes de Pemex representan casi 1% del total nacional de 7,633.
“Es necesario enfatizar la importancia de que las personas que trabajan en instalaciones estratégicas en el país, como el petróleo y la electricidad, sean atendidas de manera oportuna, y que se tomen todas las medidas necesarias para prevenir brotes tanto en el personal (en las instalaciones) así como en sus comunidades”, dijo el Dr. Mauricio Rodríguez, portavoz del comité COVID-19 de la Universidad Nacional Autónoma de México.
El equipo administrativo relativamente nuevo de Pemex, que se encargó después de que López Obrador se convirtiera en presidente en diciembre del 2018, es al menos en parte culpable de no contener el virus, dijo Pablo López Figueroa, empleado de Pemex y representante de la Unión Nacional de Técnicos y Profesionistas Petroleros. El sindicato de trabajadores petroleros recién formado compite con el sindicato oficial de Pemex.
“La gerencia general tiene cero experiencia petrolera, muy poca capacidad para comprender las actividades técnicas y no tiene una idea clara de cómo reducir el riesgo de contagio en este momento en el área marina”, dijo Figueroa, hablando por teléfono desde Paraíso, Tabasco.
Morales, el trabajador de la plataforma, no se hizo la prueba del virus hasta 10 días después de que comenzara su fiebre. El ingeniero de integridad mecánica del campo en alta mar de Abkatun-Pol-Chuc, dijo que otros en su plataforma también se habían quejado de síntomas similares a la gripe.
“El médico de la plataforma me dijo que fuera fuerte porque había otros en peor estado que yo”, dijo.
Mantener la operatividad
Pemex enfrenta el desafío adicional de revertir 15 años de caídas en la producción de petróleo y una deuda asombrosa, la más alta de todas las grandes petroleras. Su estrategia de acelerar la perforación en campos en tierra y en aguas poco profundas llegó a un obstáculo cuando ciudades de todo el mundo cerraron para detener el brote de COVID-19, y se enfrenta a un exceso de suministro de combustible a medida que la demanda se ha reducido.
Mientras que petroleras de todo el mundo reducen gastos de capital en medio de la caída del precio del petróleo y la pandemia, López Obrador ha encargado a Pemex y a la Secretaría de Energía que continúen trabajando diariamente en una nueva refinería de US$8.000 millones en el estado natal del presidente.
Después de que Pemex evacuó a Morales de la plataforma, la compañía le dijo que se autoaislara en un hotel en Ciudad del Carmen, Campeche, y que lo pagara él mismo, comentó. En cambio, viajó tres horas en bus hasta su casa en Paraíso, Tabasco. Allí, la fiebre de Morales empeoró y finalmente fue enviado a un hospital administrado por Pemex en Villahermosa, la capital de Tabasco. “Estaba en muy mal estado cuando me llevaron al hospital en una ambulancia”, dijo.
Los médicos le diagnosticaron neumonía y le pusieron oxígeno, lo que le ayudó a recuperarse.
Se espera que Morales regrese a las plataformas el 4 de junio después de ser valorado por un médico. Pero el ingeniero es optimista. Dijo que Pemex le había indicado que habían aumentado las medidas de saneamiento en las plataformas y reducido la cantidad de personas que pueden comer juntas en el comedor a la mitad, aproximadamente 50 personas.
“Yo todavía siento pánico. Pero regresaré porque amo mi trabajo”, dijo Morales. “Hoy estoy mucho mejor, 90% recuperado, gracias a Dios”.