Hace unos años, parecía un reformista liberal, pero su tono se endureció sorprendentemente desde el inicio de la guerra en Ucrania. Hoy, el expresidente ruso Dmitri Medvedev es, según los analistas, la prueba de que no se puede existir más allá de la sombra de Vladimir Putin.
“Los odio. Son unos bastardos y unos degenerados”, escribió el martes en Telegram Medvedev, que fue presidente ruso entre el 2008 y 2012 y primer ministro entre el 2012 y 2020, sin precisar a quién se refería: si a los ucranianos, a los estadounidenses o a todos los occidentales.
“Quieren nuestra muerte, la de Rusia. Pero mientras esté con vida, haré todo para hacerlos desaparecer”, añadió el hombre de 56 años, ahora vicepresidente del poderoso Consejo de Seguridad, un cargo creado a medida.
El antiguo jefe de la diplomacia sueca, Carl Bildt, consideró la diatriba “significativa”. “Medvedev amenaza la población ucraniana con la exterminación”, tuiteó.
El 12 de mayo, Medvedev advertía en el mismo canal que al armar masivamente a Ucrania, los países occidentales alimentaban indirectamente un conflicto “que corre el riesgo de transformarse en una guerra nuclear a gran escala”.
Y el 30 de mayo, amenazaba con represalias en Occidente en caso de ataques ucranianos en territorio ruso con misiles suministrados por Estados Unidos.
“Los jinetes del Apocalipsis están de camino y no podemos hacer más que encomendarnos a Dios”, llegó a decir en una entrevista reciente con la cadena catarí Al Jazeera.
Para Ben Noble, profesor de política rusa en la University College de Londres, “Medvedev intenta demostrar su pertinencia y su lealtad dentro de un sistema que se ha convertido en más beligerante y menos tolerante con los matices”.
Hamburguesa con Obama
Nacido en Leningrado (la actual San Petersburgo) como Vladimir Putin, Medvedev se labró una carrera a la sombra de su mentor.
Pero este jurista, considerado como uno de los líderes del ala “liberal” del putinismo, se vio marginado por el auge del clan rival de los “siloviki”, formado por militares y servicios de seguridad.
En la década de 1990, entra en el Comité de Relaciones Exteriores de la municipalidad, entonces dirigido por Putin, que lo trasladó a Moscú en 1999.
Cuando este fue elegido presidente en el 2000, Medvedev fue nombrado jefe de la administración presidencial y después viceprimer ministro en el 2005.
Debido a que Putin no podía presentarse nuevamente al cargo por la limitación de dos mandatos presidenciales consecutivos, Medvedev fue elegido jefe de Estado en el 2008, pero colocó a su mentor como primer ministro.
En esa etapa mostró su proximidad con su homólogo estadounidense Barack Obama, tomando con él una hamburguesa en un restaurante de Washington en el 2010, y su voluntad de redifinir la relación con Estados Unidos.
Amante del rock, fan declarado del grupo estadounidense Linkin Park, Medvedev cultivó una imagen de dirigente moderno, que recibió un iPhone de regalo de manos del fundador de Apple, Steve Jobs, en un viaje a Silicon Valley o inaugurando su cuenta de Twitter en la sede de esta red social.
¿Heredero de Putin?
En política internacional, este acercamiento se tradujo en la abstención de Rusia, en vez de un veto, durante una votación de una resolución sobre Libia en el Consejo de Seguridad de la ONU en el 2011.
La decisión le sería reprochada después, cuando la OTAN invocó esta resolución para lanzar una intervención militar en el país norafricano que provocó la caída del dictador Muamar Gadafi, un aliado de Moscú.
Eso provocó una inusual discusión pública entre Medvedev y Putin.
Pero tras un mandato de cuatro años, en el 2012 renuncia a presentarse otra vez y se intercambia los papeles con Putin, que vuelve a la presidencia con él como primer ministro.
La actual radicalización del discurso de Medvedev se asemeja al de otros dirigentes rusos, como el secretario del Consejo de Seguridad, Nikolái Pátrushev, o el presidente de la Duma, Vyacheslav Volodin, ambos presentados como posibles herederos de Putin.
Pero Medvedev, ¿puede aspirar otra vez a la presidencia a la que renunció hace diez años, ahora que se multiplican los rumores sobre la salud del jefe del Kremlin?
Sus posibilidades son pocas, ya que carece de apoyos especialmente en los servicios de seguridad, pero “es posible que intente compensarlo con su discurso radical actual”, opina Noble, coautor de un libro reciente sobre el opositor encarcelado Alexéi Navalni.