El fallo del lunes 10 de junio contra Chiquita Brands por su responsabilidad en ocho asesinatos cometidos por paramilitares en Colombia no es el primer caso en el que se relaciona a la empresa con episodios violentos en países latinoamericanos.
El veredicto a favor de las víctimas al que llegó un tribunal de Florida es la conclusión de uno de los cientos de casos que enfrenta la compañía en la justicia estadounidense.
En 2007, la empresa ya había reconocido ante las autoridades de Estados Unidos que le pagó US$1,7 millones al grupo paramilitar de derecha Autodefensas Unidas de Colombia y tuvo que pagar una multa de US$25 millones, informó BBC News Mundo.
Chiquita argumenta que comenzó a hacer los pagos luego de que el líder de las AUC en aquel momento, Carlos Castaño, insinuara que el personal y las propiedades de la empresa podrían sufrir daños si no entregaban el dinero.
“Sin embargo, eso no cambia nuestra creencia de que no hay base legal para estas reclamaciones”, añadió.
BBC Mundo contactó a la empresa para recabar más información, pero no recibió respuesta.
Los pagos a grupos paramilitares en Colombia, país cuya justicia no ha condenado a la empresa, son solo una de las sombras que oscurecen la larga historia de la compañía.
Un innovador mercado
Chiquita Brands es la heredera de la United Fruit Company, una empresa fundada en 1899 que cambió el mundo con su modelo de producción de banano e influyó en la política y la economía de varios países latinoamericanos al punto de que se les empezó a llamar “repúblicas bananeras”.
Su negocio consiste, desde hace más de 100 años, en llevar bananos frescos desde los países productores, que son necesariamente tropicales, a las mesas de los consumidores de todo el mundo.
En palabras de Peter Chapman, autor del libro Bananas: How the United Fruit Company Shaped the World (“Bananos: Cómo la United Fruit Company moldeó el mundo”), la empresa fue la primera de las multinacionales modernas.
Supuso pues un paso clave en la historia del capitalismo.
La United Fruit Company construyó una red de enormes plantaciones que iba desde Guatemala hasta Colombia (pasando por Honduras, El Salvador, Belice, Nicaragua, Costa Rica y Panamá) e incluía islas del Caribe como Cuba y Jamaica.
Su capacidad para operar en muchos casos superaba a la de los gobiernos de esos países.
“Podía usar su tecnología, su experticia, para operar en áreas donde otros no podían ir”, le dice Chapman a BBC Mundo.
Como empleadora de miles de personas, dueña de miles de hectáreas de tierra y aliada cuando lo requería del gobierno estadounidense, la United Fruit Company podía influir en generar estabilidad o inestabilidad.
sDécadas antes de financiar paramilitares, la empresa jugó un papel central en la llamada masacre de las bananeras de 1928, también en Colombia, y en el golpe de Estado de Guatemala de 1954.
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Aunque atravesó una fuerte crisis a mediados de los 70, la sobrevivió cambiando de dueños y en la actualidad, Chiquita Brands vende toneladas de bananos con stickers azules en los supermercados del mundo.
Los inicios
Antes de convertirse en un magnate bananero, Minor Keith, fundador de United Fruit Company, era un empresario de ferrocarriles.
“Solo se interesó en los bananos cuando se dio cuenta de que los trabajadores jamaiquinos que había llevado a Costa Rica para construir el ferrocarril habían traído consigo una producción a pequeña escala de bananos para alimentarse”, cuenta el periodista y escritor Peter Chapman.
“Entonces, Keith, que estaba en problemas financieros para construir el ferrocarril, pensó que podía vender bananos en Estados Unidos”.
Desde 1873, comenzó a experimentar con la producción y el transporte de bananos.
Para entonces, hacer que un banano llegara desde Costa Rica hasta Nueva York antes de que se pudriera era una proeza. No existían siquiera los barcos con refrigerador.
“Era un lujo esta fruta dulce que sabía tan bien, venía de muy lejos y podías tener todo el año”, explica Chapman.
Keith “empezó a usar la producción y distribución de banano como una forma de respaldar su gran proyecto de construir un ferrocarril en Costa Rica”, y empezó a hacerlo a gran escala.
En 1899, se fusionó con otra empresa que dominaba el negocio del banano en Jamaica, y así nació la United Fruit Company.
Las repúblicas bananeras
Cuando se dio cuenta de que podía ganar dinero con los bananos, Keith empezó a negociar con el gobierno de Costa Rica para que le diera terrenos baldíos alejados del centro de poder a cambio de impulsar avances tecnológicos y en infraestructura en esas zonas, describe Chapman.
Así nació su modelo de funcionamiento que luego expandió por los demás países de Centroamérica y parte de la costa atlántica de Colombia.
“De repente, la compañía terminó acumulando un poder considerable y se convirtió casi que en un gobierno autónomo. A pesar de que estaba haciendo cosas que el gobierno encontraba muy útiles, era casi un estado dentro de un estado”, le explica Chapman a BBC Mundo.
30 años después, según escribió la historiadora Catherine LeGrand en el libro “Nueva Historia de Colombia”, la United Fruit Company poseía más de 1 millón de hectáreas, había construido más de 2.400 kilómetros de ferrocarril y contaba con 90 barcos de vapor, conocidos como la Gran Flota Blanca, que transportaban bananos a Estados Unidos y Europa.
“Las exportaciones de banano llegaron a los 65 millones de racimos al año”, según dice LeGrand en su libro.
Tenía un monopolio casi total del mercado del deseado fruto.
Ese poder económico abrió la puerta a que la empresa influyera en el poder político.
“Había mucho espacio para la corrupción en el sentido de que siempre podían sobornar a la autoridad central, o podían favorecer un candidato presidencial por encima de otro y tenían el dinero y los recursos para llegar al centro del poder”, señala Chapman, quien fue corresponsal de la BBC y The Guardian en Centroamérica y el Caribe.
Es decir, la empresa solía tener influencia y una relación amistosa con el gobierno, y cuando no, lo podía cambiar según sus intereses, como pasó en el golpe de Estado en Guatemala en 1954 del que hablamos más adelante.
La United Fruit Company era “la representante por excelencia del imperialismo estadounidense en América Latina”, pues tenía “al gobierno local en el bolsillo, controlaba la economía local de los países donde operaba y explotaba duramente a los trabajadores de las plantaciones”, escribió el historiador Marcelo Bucheli en un artículo de la revista The Business History Review.
De esta situación se hicieron eco en sus letras autores como Miguel Ángel Asturias y Gabriel García Márquez.
Algunas de las llamadas “repúblicas bananeras” ni siquiera eran grandes productoras de banano, dice Chapman.
No era una gran industria en Nicaragua o El Salvador, por ejemplo. Pero también allí el sistema político estaba corrompido en la época por poderosas fuerzas externas.
Y, añade Chapman, no hay que olvidar que el banano en el mundo angloparlante es visto como una broma o algo tonto, así que “república bananera” es un término peyorativo.
En todo caso, la United Fruit Company llevó ferrocarriles y servicios que antes no tenían a zonas remotas de Centroamérica.
“Por ejemplo, el único ferrocarril que existió en Honduras por mucho tiempo fue el que construyó la United Fruit Company y que proveía a la zona alrededor de sus plantaciones en la lejana costa atlántica”, narra Chapman.
Pero estos beneficios solo llegaban cuando y donde le convenían a la empresa.
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Chapman cuenta, por ejemplo, que en Honduras la empresa le pedía periódicamente al gobierno más tierras para cultivar banano a cambio de continuar el ferrocarril hasta Tegucigalpa, pero luego nunca cumplió con ese trato porque en la zona de Tegucigalpa no había plantaciones.
“La compañía proveía cuando le era conveniente. Y cuando no, había confusión y disputas”, le dice Chapman a BBC Mundo.
Las condiciones de trabajo en las plantaciones de la United Fruit Company eran precarias.
Aunque la empresa ofrecía una oportunidad de empleo como pocas para miles de campesinos, y en algunos casos ofreció salarios altos para atraer mano de obra, no contrataba a sus trabajadores directamente, sino a través de terceros.
Además, a los empleados les pagaba por día y no siempre había trabajo para todos. Muchos se terminaban endeudando con la misma empresa y las condiciones de salubridad en las que vivían en las plantaciones eran pésimas.
“No tenían ventilación, agua potable, duchas o retretes”, relató la historiadora Catherine LeGrand.
En Colombia, los trabajadores hicieron huelgas en 1910, 1918 y 1924. Pero la de 1928 tuvo otra magnitud.
“El 12 de noviembre de 1928 estalló una gran huelga en la zona bananera de Santa Marta, una huelga masiva jamás vista en Colombia. Más de 25.000 trabajadores de las plantaciones se negaron a cortar los bananos”, según documentó LeGrand.
Durante un mes, se paró por completo la producción y exportación de banano mientras los trabajadores le pedían a la empresa sentarse a negociar una serie de peticiones.
La United Fruit Company resolvió apelar al gobierno conservador de la época y éste respondió poniéndose del lado de la empresa.
Primero envió tres batallones a las plantaciones, encarceló decenas de huelguistas y finalmente vino la masacre.
“La huelga terminó con un baño de sangre: en la noche del 5 de diciembre, soldados colombianos dispararon sobre una reunión pacífica de millares de huelguistas, matando e hiriendo a muchos”, escribió LeGrand en el libro “Nueva Historia de Colombia”.
Un documento enviado por la embajada de Estados Unidos en Bogotá al secretario de Estado de la época registró: “Tengo el honor de reportar que el representante de la United Fruit Company en Bogotá me dijo ayer que el número total de obreros en huelga muertos por el ejército colombiano superó los mil”.
El golpe de Estado en Guatemala de 1954
Veinticinco años después, la injerencia de United Fruit Company en la política latinoamericana llegó más lejos que nunca: la CIA orquestó un golpe de Estado militar contra el entonces presidente de Guatemala, Jacobo Árbenz, para proteger los intereses de la compañía bananera.
De acuerdo con documentos oficiales desclasificados, se trató de una operación encubierta bautizada internamente en la CIA como PBSUCCESS.
“La situación era que United Fruit Company se había acostumbrado a trabajar con gobiernos centrales que eran complacientes, y llegó un nuevo régimen liberal, el gobierno de Árbenz, un militar”, explica Chapman.
“El gobierno les dijo: ‘Miren, ustedes tienen un desmesurado y extraordinario excedente de tierra y Guatemala tiene un gran exceso de campesinos sin tierra’”.
Según Catherine LeGrand, para 1930 la empresa usaba poco más del 5% de tierra que poseía en toda la región para cultivar banano.
Árbenz logró aprobar un decreto que le permitía expropiar tierras ociosas, y empezó a llevar a cabo su reforma agraria quitándole tierra a la United Fruit Company para dársela a los campesinos.
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En Estados Unidos, era la época del Macartismo, en la que se perseguía ferozmente a las personas que eran sospechosas de ser comunistas.
“La United Fruit Company era muy amiga de la gente del gobierno republicano de la época (el de Dwight Eisenhower). Los hermanos John Foster Dulles, secretario de Estado, y Alan Dulles, director de la CIA, habían sido anteriormente abogados de la United Fruit Company”, agrega.
La compañía aprovechó esa cercanía para denunciar ante Washington al gobierno de Árbenz de ser comunistas alineados con la Unión Soviética.
FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES
Pie de foto,Hasta el reciente triunfo de Bernardo Arévalo, Árbenz había sido el presidente más progresista en ganar unas elecciones en Guatemala.
Las autoridades estadounidenses desplegaron, entonces, una operación que incluyó bombardeos para derrocar a la fuerza al presidente Árbenz y poner en su reemplazo a Carlos Castillo Armas, un militar que estaba exiliado en Honduras.
El nuevo gobierno ilegalizó el Partido Guatemalteco del Trabajo, las asociaciones y sindicatos. Las tierras que habían sido repartidas fueron devueltas a la United Fruit Company.
Esa colaboración entre la empresa y la CIA se dio también en otros momentos, como cuando, según reveló un alto funcionario años después, la empresa prestó algunos de sus barcos para la invasión de la bahía de Cochinos en Cuba que buscaba derrocar a Fidel Castro en 1961.
Chiquita Brands y los pagos a paramilitares
Durante los 70, la compañía que había sido por décadas la punta de lanza del capitalismo multinacional entró en una crisis de tal magnitud que Eli M. Black, quien era su presidente, se suicidó lanzándose desde su oficina en un rascacielos de Manhattan.
“El golpe de Estado de Guatemala condujo en alguna medida a su caída”, le dice Peter Chapman a BBC Mundo.
Según Chapman, ciertos hombres en el corazón del poder estadounidense empezaron a defender, luego del derrocamiento de Árbenz, que “la United Fruit Company les estaba dando razones a la gente para ser comunistas” en vez de atajar el comunismo.
La compañía empezó a perder la reputación que tenía.
Y al tiempo, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá se unieron en un intento de formar un cartel de países exportadores de banano con el fin de lograr un mayor poder de negociación con la United Fruit Company.
Dice Chapman que después de la muerte de Black, se supo que había intentado sobornar al gobierno militar de Honduras.
“Había calculado que, en el momento de necesidad que vivía el país tras el huracán Fifi de 1974, un pequeño incentivo de US$1 millón y cuarto podría animarles a sacar a Honduras del cartel bananero que le había declarado la guerra a la United Fruit Company”, explica el autor en su libro “Bananos: Cómo la United Fruit Company moldeó el mundo”.
La empresa perdió el monopolio y empezó a operar más discretamente.
En 1990, la empresa fue rebautizada como Chiquita Brands International.
Poco después vinieron los pagos que hizo la empresa a las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) por los que el jurado concluyó el pasado lunes que la empresa fue responsable de ocho asesinatos. Se hicieron entre 1997 y 2004.
Según el Informe de la Comisión de la Verdad de Colombia, los pagos “eran revisados y aprobados por altos ejecutivos de la compañía” y Chiquita “sabía de la naturaleza violenta de dicha organización”.
A pesar de las sombras, Chiquita dice ser “la marca de bananos preferida de los consumidores”.
Según Pitchbook, tiene unos 18.000 empleados y su actual sede principal se encuentra en Suiza.
A 125 años de su fundación, es una compañía a la que se le reconoce por haber marcado definitivamente la historia económica del mundo, pero también por haber usado su poder en ocasiones para nutrir la violencia en América Latina, como concluyó esta semana el tribunal de Florida.