El 24 de febrero, aniversario de la invasión de Rusia a Ucrania, Estados Unidos congeló los activos de una docena de bancos rusos. Reino Unido y la Unión Europea (UE) también ampliaron sus listas negras. Parte del motivo del endurecimiento de las sanciones es cerrar vacíos en el régimen existente: Estados Unidos está persiguiendo “puntos de evasión” mientras que Europa jura castigar a quienes “traicionen” a Ucrania.
Una investigación conjunta de The Economist y el centro de investigación SourceMaterial halló que la evasión de sanciones se está haciendo más sofisticada especialmente en la compraventa de petróleo ruso, que está financiando la guerra de Vladimir Putin.
Hace un mes, la UE impuso una prohibición a la importación de petróleo ruso refinado; la compra de crudo de ese país ya había sido prohibida meses antes.
A fin de mantener el flujo de suministro petrolero global, al tiempo que se limitan los ingresos monetarios para Putin, la UE permite que sus empresas de cargo, aseguradoras y bancos continúen facilitando las exportaciones rusas a otros países siempre y cuando el petróleo sea vendido por debajo de un precio fijado por el G7 el grupo de siete grandes economías. Pero el petróleo ruso no se ha convertido en la ganga que se esperaba.
La mayoría de países ubicados fuera de Occidente no ha implementado sus propias sanciones, lo que ha posibilitado la aparición de un ejército de turbios intermediarios que están demasiado lejos del alcance de las medidas aplicadas por las economías occidentales. Nuestra investigación arroja luces sobre una pieza faltante del rompecabezas: cómo es financiada esa compraventa petrolera.
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Por ejemplo, Bellatrix. Una otrora desconocida operadora de comercio exterior cuya data de envíos indica que ahora controla siete buques tanque capaces de transportar 3 millones de barriles. La empresa no respondió nuestras preguntas, pero según una declaración de impuestos presentada en Hong Kong, donde está su domicilio fiscal, su propiedad fue transferida a Bilal Aliyev, ciudadano de Azerbaiyán, seis semanas después de iniciada la guerra.
La data señala que la empresa ha participado en al menos 22 operaciones de transporte de productos petroleros rusos desde el 1 de enero. En 19 de esas operaciones, adquirió barriles de Rosneft, la gigantesca petrolera estatal rusa. ¿De dónde obtuvo el dinero para hacerlo? La revisión de documentación proporciona pistas. Unos papeles en Hong Kong muestran que el 30 de diciembre, el Banco Agrícola de Rusia, de propiedad estatal, aprobó un mecanismo de crédito por hasta US$ 350 millones para Bellatrix, con plazo de pago hasta mayo del 2025.
Esto a pesar de que la viceprimera ministra de Rusia, Viktoria Abramchenko, dijo el 22 de diciembre que las sanciones contra ese banco debían ser eliminadas a fin de facilitar el suministro de alimentos, y añadió que “garantizamos que solo alimentos y fertilizantes minerales serán los bienes que pasarán por este banco”. Otros papeles, con fecha 27 de diciembre, indican que Bellatrix suscribió un mecanismo de crédito con el Banco de Desarrollo Regional Ruso, una subsidiaria de Rosneft.
Hasta hace poco, parecía que el Gobierno ruso financiaba buena parte de las exportaciones de petróleo, mientras que los operadores de comercio exterior (que intermedian la importación), pagaban una vez que habían cobrado tras vender el producto. Pero nuestros hallazgos señalan que el comercio se está volviendo más institucionalizado. Muchos turbios operadores parecen recurrir a bancos rusos a nombre de compradores situados más adelante de la cadena de suministro
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