Estados Unidos lo ha descartado. Alemania se muestra escéptica. Y Francia enfrenta un futuro incierto que podría amenazar sus propios esfuerzos por defender la idea.
El economista francés Gabriel Zucman detalló el martes su plan para crear un impuesto mínimo mundial sobre los multimillonarios, una pieza central del programa que Brasil planea implementar en su año en la presidencia del Grupo de los 20.
La propuesta de Zucman, encargada por Brasil, aboga por un impuesto mínimo del 2% que afectaría a unas 3,000 de las personas más ricas del mundo. Está previsto que se debata cuando los ministros de finanzas del G20 se reúnan en Río de Janeiro el mes próximo.
Aunque varios Gobiernos han presentado propuestas para que los ricos contribuyan más, con el fin de apuntalar los presupuestos y hacer frente a la desigualdad, ya se ve difícil alcanzar el consenso para hacerlo a escala internacional.
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La idea de un impuesto mundial a los multimillonarios ya dividió a las naciones del G7 hace un mes. Alemania expresó sus reservas y la administración Biden se opuso a aspectos concretos del plan mencionados en un borrador de comunicado. En la pasada cumbre del G20 en febrero la guerra de Rusia en Ucrania y el conflicto entre Israel y Hamás impidieron emitir una declaración final.
Y el reciente éxito de los partidos de derecha en las elecciones parlamentarias europeas ha golpeado a las ideas económicas progresistas y la cooperación multilateral necesaria para poner en práctica ideas como ésta. Las elecciones en Francia y Estados Unidos, que podrían conducir a victorias parlamentarias del partido de extrema derecha de Marine Le Pen y al regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, pueden complicar aún más las cosas, y ocupan toda la atención tanto de Emmanuel Macron como de Joe Biden.
Sin embargo, el Gobierno del presidente Luiz Inácio Lula da Silva sigue adelante con una idea que considera vital en la lucha contra la pobreza y el cambio climático, objetivos principales de Brasil en su primer periodo al frente del G20.
Según las proyecciones, el impuesto podría recaudar hasta US$ 250,000 millones al año con el impuesto básico del 2% —medido sobre la riqueza, no los ingresos— o incluso más con otras tasas que Zucman considera. Ya se ha ganado el apoyo tanto de los países ricos como de los países en desarrollo, entre ellos Francia, España y Sudáfrica, que asumirá la presidencia del G20 de Brasil a fines de año.
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Mientras tanto, Zucman y los altos funcionarios del Ministerio de Hacienda de Brasil insisten en que sus esfuerzos están destinados a dar frutos a largo plazo y no inmediatamente: Como ejemplo, señalan los años que tomó implementar un impuesto corporativo global mínimo del 15% y que entró en vigor en enero, con la adhesión de más de 140 países.
Al igual que ese gravamen, el impuesto a los multimillonarios de Brasil pretende ofrecer una solución global a un problema que muchas naciones no han podido resolver por sí solas, según Zucman, profesor adjunto de la Universidad de California Berkeley que se dio a conocer averiguando dónde esconden su dinero los ricos.
“En todas partes, independientemente del tipo de disposiciones antiabuso que intenten aplicar los gobiernos, el impuesto sobre la renta no grava a los superricos”, declaró en una entrevista previa a la publicación del plan.
Bola de nieve de desigualdad
Las normas fiscales vigentes han provocado reacciones en ambos lados del espectro político por permitir lagunas que permiten a los superricos pagar muy poco. Lo que más preocupa a Zucman, de 37 años, es que están teniendo “un efecto de bola de nieve en la desigualdad”.
Su propuesta se inspira en el impuesto corporativo global mínimo desarrollado por la OCDE, un esfuerzo que comenzó a raíz de la crisis financiera, cuando los líderes mundiales buscaban una respuesta a los factores que condujeron a décadas de aumento de las diferencias de riqueza.
Ese impuesto pretende garantizar que las empresas multinacionales paguen una tasa mínima independientemente de su jurisdicción. Si una empresa paga menos del 15% de impuestos sobre sus beneficios en un país, otras naciones pueden cobrar el llamado impuesto complementario.
El plan de Zucman, detallado en un extenso informe publicado el martes, pide que se aplique un impuesto complementario similar a los multimillonarios para garantizar que pagan lo que les corresponde. Deja en manos de cada país la determinación de cómo alcanzar la meta, ya sea mediante subidas de los impuestos sobre la renta, nuevos gravámenes sobre el patrimonio o las plusvalías latentes, u otras medidas.
El plan no es una “política de talla única”, dijo Zucman. “Lo importante es que nos pongamos de acuerdo sobre la base”.
Aun así, las comparaciones con el impuesto corporativo global ponen de relieve las dificultades a las que puede enfrentarse el plan. Incluso en un clima comparativamente más favorable a la colaboración mundial, se tardó más de una década en alcanzar un consenso.
Evaluar la riqueza y la renta para calcular los impuestos también es más difícil que hacerlo sobre las ganancias de las empresas. Además de obtener apoyo político, el plan de Brasil deberá desarrollar mecanismos que permitan a los gobiernos participantes recaudar de los multimillonarios incluso cuando las autoridades de sus países de origen no quieran hacerlo, dijo Pascal Saint-Amans, el principal negociador del acuerdo mundial sobre impuesto corporativo global.
“Si no lo haces, nadie se moverá, porque es necesario igualar las condiciones”, afirmó Saint-Amans, exdirector del Centro de Política y Administración Tributarias de la OCDE.
Zucman reconoció que la actual atmósfera política hace más difícil alcanzar el consenso, pero afirmó que la reciente reforma fiscal demuestra que el cambio es posible incluso cuando no existe: Volvió a señalar la capacidad del impuesto corporativo global de seguir adelante a pesar de que el Congreso de Estados Unidos no lo ha ratificado. Dijo que el objetivo de la propuesta actual es conseguir “compromisos críticos en tantos países como sea posible”.
Pero para conseguir ese apoyo, Brasil quizá tenga que demostrar primero que son posibles reformas más modestas, dijo Saint-Amans. De lo contrario, el impulso corre el riesgo de acabar con su presidencia del G20.
“El verdadero reto para los brasileños será mantenerlo en el radar”, afirmó.
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