El Mediterráneo oriental se convirtió desde el año 2010 en un foco de interés para el mercado energético después de que se detectaran en las aguas que bañan Egipto, Gaza, Israel, Líbano y Chipre unas relevantes reservas de gas natural (unos tres billones de metros cúbicos de gas) y petróleo (unos 1,700 millones de barriles).
Esos hallazgos han tenido importantes repercusiones geopolíticas, que ahora con la crisis ucraniana y la necesidad europea para buscar proveedores fuera de Rusia están cobrando mayor relevancia.
Por un lado, es un volumen de gas que permite cubrir las necesidades energéticas de los países que los producen y exportar un largo excedente. Está muy cerca de Europa, voraz consumidor de gas natural, y las relaciones entre los productores y el consumidor final son relativamente buenas.
Pero por otro lado, su explotación requiere la coordinación de territorios y países enfrentados entre sí, mientras que las inversiones necesarias para poner el gas en Europa pueden no compensar dado el carácter grande pero limitado de los yacimientos.
En el 2020 se creó el Foro del Gas del Mediterráneo Oriental, que acoge a Egipto, Palestina, Israel (uno de los pocos organismos donde ambos están representados), Líbano, Chipre, Jordania, Italia, Grecia y Francia.
Los países europeos están presentes porque son empresas de esos países (ENI y Total, fundamentalmente) las que exploran u operan gran parte de los yacimientos.
Chipre en discordia
En su momento, el descubrimiento derivó en una escalada de tensiones entre Grecia y Turquía por los estudios y perforaciones de Ankara en las disputadas aguas chipriotas, donde se encuentran los yacimientos más importantes de este gas.
Parte de ese volumen, que aún está por explotar, correspondería a las aguas de la República Turca del Norte de Chipre, el territorio chipriota reconocido como independiente por Turquía pero no así por la comunidad internacional ni por Naciones Unidas.
Los planes para un gasoducto que una los yacimientos de Israel y Chipre con Grecia, donde entraría al flujo energético de la UE, están en marcha, si bien hay dudas sobre el proyecto por las tensiones políticas que genera con Turquía y por su viabilidad económica en el mediano y largo plazo.
El plan que se anunció en el 2020 es hacer un gasoducto submarino, a gran profundidad, hasta terminales en Grecia, desde donde se distribuiría al resto de la UE. Pero el costo puede ser muy elevado para un recurso que sólo tiene reservas equivalentes al consumo de cuatro años de la UE.
Egipto, Israel y Líbano
Por su parte, Egipto ya contaba con una importante reserva de gas en el desierto occidental y el delta del Nilo y con la infraestructura suficiente para su explotación y exportación, como plantas de licuefacción y gasoductos.
Con el hallazgo de gas en el Mediterráneo, su producción, a cargo de empresas globales como la italiana ENI, se ha potenciado.
Israel, cuyo volumen de gas no parece ameritar la construcción de plantas propias para poder exportarlo, ha buscado también la cooperación con Egipto para trasladar allí su excedente de gas y poder llevarlo a los mercados mundiales.
Las instalaciones de los gasoductos entre ambos países ya estaban activas y los intercambios energéticos han sido constantes, mientras que las relaciones políticas son próximas, lo que facilita la vinculación.
El Líbano, por su parte, tiene gran parte de sus aguas territoriales dentro de la zona donde se han encontrado estos yacimientos, si bien aún no ha tenido suerte a la hora de encontrar recursos que se puedan explotar.
Precisamente hoy finaliza allí una convocatoria de concesión de licencias abierta el pasado noviembre para la exploración petrolera y de gas en ocho bloques marítimos, cuya primera ronda había adjudicado otras dos parcelas a la francesa TotalEnergies.
Sin embargo, la empresa gala y sus socios solamente encontraron “rastros de gas que confirman la presencia de un sistema de hidrocarburos” en uno de los bloques, pero no pudieron hallar ninguna “reserva”.
Los expertos dudan que, incluso si hubiese recursos gasísticos en las costas libanesas, estos sean hallados en el futuro próximo debido a las dificultades para explorar en medio de la grave crisis económica en el país, que limita fuertemente las transacciones económicas y el uso de servicios como la electricidad.
Israel envió hace diez días una plataforma flotante de gas a un área disputada por el Líbano, que como resultado ha decidido acelerar las negociaciones que comenzaron en el 2020 para delimitar su frontera marítima con su vecino del sur con la esperanza de poder explorar en sus aguas meridionales.
De hecho, ayer mismo el presidente libanés, Michel Aoun, trasladó al mediador estadounidense que ayuda en la delimitación marítima entre ambos países, que no mantienen relaciones diplomáticas, al plan propuesto por Washington para solventar la disputa.