Hace más de un siglo, bajo la cúpula de hierro y vidrio del Grand Palais en París, inventores presentaron el primer motor diésel, la primera película y la primera escalera mecánica. El mes pasado, en la conferencia anual ChangeNOW, se presentó en el mismo lugar hyperloop, buques impulsados por hidrógeno y un dispositivo que convierte la contaminación del aire en alimento para algas.
No importa cuán extraños parezcan, algunos de estos dispositivos (como el purificador de agua con energía solar) probablemente se convertirán en parte de nuestra vida cotidiana, al igual que el motor diésel.
También fue una rareza cuando se presentó por primera vez en 1900. Era pesado, feo y funcionaba con aceite de maní. Le faltaba el glamour del paseo marítimo en movimiento de Thomas Edison y la belleza de las 7,000 lámparas incandescentes del Palais de l’Électricité.
Aún así, fue el motor diésel el que ganó el Gran Premio de la Exhibición de París a la innovación. Poco después, estaba en todas partes, reemplazando las máquinas de vapor en trenes, barcos y automóviles. El motor hizo que viajar y fabricar fuera más barato y más eficiente. Pero la innovación de ayer es el problema que se debe resolver hoy: el diésel es una fuente de energía notoriamente sucia.
Las empresas, tanto grandes como pequeñas, compiten por encontrar soluciones para reducir las emisiones y disminuir el calentamiento planetario. En París, los asistentes mostraron barcos que funcionan con energía solar, máquinas que reciclan ropa y ladrillos hechos de escamas de pescado.
Hoy en día, los llamados para prohibir los vehículos con combustibles fósiles están aumentando. El primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, se comprometió la semana pasada a poner fin a la venta de autos nuevos con motor de combustión para 2035, cinco años antes de lo planeado.
Johnson no es el único. Unas 24 ciudades europeas prohibirán los vehículos diésel durante la próxima década, incluidas 13 que planean eliminar todos los automóviles con motor de combustión.
Las emisiones de gases de efecto invernadero también están aumentando, y no solo por los sospechosos habituales en los sectores de transporte y fabricación.
Aunque las emisiones de CO2 de los incendios forestales han disminuido gradualmente en las últimas dos décadas, informamos hoy que se dispararon el año pasado a raíz de eventos catastróficos en Australia, la Amazonía, el Círculo Polar Ártico e Indonesia.
Los números son asombrosos. En Alaska, los incendios liberaron más del doble de la cantidad de dióxido de carbono emitida por los combustibles fósiles en el estado cada año. Del mismo modo, los incendios el año pasado en Brasil liberaron más del 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero del país en el 2018.
Es un recordatorio urgente de que todavía necesitamos innovación para atacar grandes problemas climáticos como los incendios forestales catastróficos.