Por Karl W. Smith
Aunque los estadounidenses y sus funcionarios electos luchan para lidiar con la devastación económica causada por el coronavirus, existe una luz de esperanza sin precedentes: el dinamismo de la economía estadounidense.
Hay solicitudes comprensibles de ingresos completos y apoyo de nómina para trabajadores y empresas que sufren debido al brote de Covid-19. Después de todo, nada de esto es su culpa. Aún más importante, un repunte económico fuerte depende de la continuidad de las relaciones entre empleadores y empleados que, en algunos casos, han tardado décadas en construirse.
Al mismo tiempo, me preocupa que incluso mis colegas economistas a veces subestimen lo adaptable que es la economía de Estados Unidos. Los esfuerzos actuales para abordar la recesión del coronavirus se centran primero en la ayuda económica y luego en el estímulo.
El alivio equivale principalmente a generosos beneficios de desempleo y apoyo de nómina para empresas que no tienen flujo de caja. El estímulo se centra en los esfuerzos para aumentar el gasto de los consumidores, las empresas o el gobierno con el fin de impulsar el flujo de efectivo que circula por el sector privado.
Deutsche Bank ha argumentado que cualquier tipo de estímulo tradicional no solo es inapropiado sino además contraproducente: debido a que el gobierno se niega a permitir que las personas trabajen, la oferta general de bienes y servicios en la economía es fija. Aumentar el nivel de gasto en un suministro fijo solo conducirá a guerras de ofertas y precios más altos.
La falla en esta lógica es que el suministro, de hecho, no es fijo. Instacart, Walmart, Amazon, Dollar General y CVS están buscando contratar a 550,000 trabajadores entre todos para hacer frente a la creciente demanda de alimentos y otros productos básicos.
En tanto, los supermercados en línea han casi duplicado las ventas en comparación con la misma semana del año pasado. No solo las personas se están abasteciendo de lo que podría ser una larga cuarentena, sino además los restaurantes están cerrados.
Y aunque las tiendas de comestibles y las farmacias se consideran esenciales porque suministran alimentos y medicinas, estas no solo suministran alimentos y medicinas. Walmart es, al mismo tiempo, la tienda de comestibles líder y el minorista más grande en Estados Unidos. En la medida en que pueda mantener sus puertas abiertas y las cadenas de suministro en funcionamiento, podrá ofrecer la mayoría de lo que los estadounidenses necesitan.
Esto apunta a un fenómeno potencial mayor: la economía del coronavirus. Nadie sabe con certeza cuánto tiempo tendrán que durar las medidas de distanciamiento social extremo (Nueva York podría necesitar refugiarse durante nueve meses). En el peor de los casos, los esfuerzos para frenar el virus no disminuirán hasta que haya una vacuna.
Bajo estas contingencias, Estados Unidos necesitará crear una economía que pueda operar en condiciones de pandemia. Esto podría traer cambios como la entrega sin contacto generalizada, controles de temperatura en tiendas minoristas y restaurantes y saneamiento nocturno en negocios esenciales. Significa una expansión de las clínicas de salud, servicios médicos en el hogar y, tal vez, el suministro de cuidado diurno que cumpla con el distanciamiento social.
La creación de este tipo de servicios requerirá no solo creatividad empresarial sino también mucho trabajo. Estados Unidos tiene ambos.
Una economía de libre mercado siempre intentará adaptarse a las condiciones. Este proceso ocurre sin problemas cuando hay una demanda sin prisas y regulaciones flexibles. Mientras el Congreso debate la mejor manera de responder a la pandemia, debe tener en cuenta estos puntos.
Esta columna no refleja necesariamente la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.