Por primera vez en mucho tiempo, hay buenas noticias sobre el COVID-19. La ola de ómicron está llegando a su punto más alto en Estados Unidos y en muchos estados ya está retrocediendo. Bien podría seguir un respiro del SARS-CoV-2. Y si a la larga surgen nuevas variantes, quizás sea posible vivir con ellas, es decir, sin la necesidad de cerrar negocios, usar tapabocas todo el tiempo y mantener el distanciamiento social.
Un regreso a la normalidad –ese objetivo humilde, pero difícil de alcanzar– debería ser posible una vez que las hospitalizaciones por COVID-19 caigan desde miles cada día hasta mucho más cerca de los cientos asociados con una mala temporada de influenza. Para asegurar que eso dure, será necesario un cuidadoso monitoreo, una mejor recopilación de datos y un esfuerzo nacional para prevenir otra crisis.
Se deben monitorear cinco cosas en particular:
1. Aumentos en las cifras de casos y muertes por COVID-19 en cualquier parte del mundo
Mediante un trabajo conjunto con la Organización Mundial de la Salud, EE.UU. debería ayudar a otros países a vigilar atentamente los brotes de COVID-19 (así como brotes de otras enfermedades respiratorias contagiosas) y reportar datos públicamente y con rapidez, como lo hacen los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades en EE.UU.
2. Cambios genómicos en el coronavirus
Para detectar la llegada de nuevas variantes, los CDC deben mejorar sus esfuerzos para analizar el código genético del virus que se encuentra en las personas que dan positivo. La agencia lleva a cabo ese tipo de pruebas en ciertas áreas, pero aún debe elaborar un sistema lo suficientemente extenso y representativo desde el punto de vista geográfico, lo que hace que EE. UU. deba depender de otros países para recibir noticias sobre variantes emergentes. Se deben analizar los virus de todos los pacientes que experimenten cuadros graves de COVID pese a haber sido vacunados.
3. Eficacia de la vacuna
Mediante el trabajo conjunto con fabricantes de vacunas y científicos independientes, la Administración de Alimentos y Medicamentos y los CDC deben monitorear a los estadounidenses para detectar una disminución de la inmunidad, especialmente si surgen nuevas variantes. Se espera que todas las vacunas existentes pierdan algo de su poder con el tiempo. Es crucial evaluar continuamente su eficacia y tener refuerzos disponibles según sea necesario.
4. Presencia de COVID en aguas residuales
Medir el nivel de coronavirus en los sistemas públicos de aguas residuales puede proporcionar una alerta temprana de olas de COVID e indicar cuándo las infecciones están disminuyendo. En el 2020, los CDC crearon el Sistema Nacional de Vigilancia de Aguas Residuales para trabajar con los departamentos de salud estatales y locales para analizar las aguas residuales. En el proceso, debe fortalecer los estándares para los análisis de las aguas residuales y garantizar que las mediciones de varios sistemas sean comparables.
5. Disponibilidad de camas hospitalarias y niveles de dotación de personal
La información precisa y oportuna de los estados sobre la capacidad hospitalaria también puede indicar cuándo están aumentando los contagios virales. Los CDC ya compilan dichos datos, pero las estadísticas a nivel estatal no siempre están actualizadas. Mejorar este sistema puede ayudar a garantizar que los hospitales del país estén preparados para manejar un brote.
Toda esta información debería estar disponible en bases de datos públicas. También se necesita una idea clara de “con cuánto COVID” están dispuestos a vivir los estadounidenses. Ezekiel Emanuel, de la Universidad de Pensilvania, sugiere establecer un umbral de riesgo para el COVID, la influenza y otros virus en conjunto de unas 35,000 hospitalizaciones y 3,000 muertes en una semana.
Más allá de esos niveles, o puntos de referencia similares, determinados funcionarios podrían considerar volver a imponer órdenes de uso de cubrebocas y otras restricciones para evitar que los sistemas de atención médica se sobrecarguen.
Por supuesto, el COVID por sí solo causó cerca de cuatro veces más hospitalizaciones y cinco veces más muertes que eso la semana pasada. Pero las cifras están disminuyendo y, con un poco de suerte, la ola de ómicron habrá retrocedido para la primavera. Es hora de mirar hacia adelante con cauto optimismo y poner en marcha medidas prudentes para terminar con la crisis permanente.