Los controles contra el coronavirus han paralizado a algunas de las ciudades más pobladas de China y crece la molestia entre los habitantes a medida que las infecciones suben, dañando una débil economía y desencadenando advertencias de posibles repercusiones a nivel mundial.
Shanghái está relajando las normas que confinaron a la mayoría de sus 25 millones de habitantes en sus viviendas después de las quejas de que habían tenido problemas para obtener alimentos. Pero la mayoría de sus negocios siguen cerrados. El acceso a Guangzhou, un centro industrial de 19 millones de personas cerca de Hong Kong, fue suspendido esta semana. Otras ciudades están limitando el acceso o cerrando las fábricas y las escuelas.
La siembra de primavera de los agricultores chinos que alimentan a 1.400 millones de personas podría verse interrumpida, advirtieron el jueves los economistas de Nomura. Ello podría disparar la demanda de trigo y otros alimentos importados, haciendo subir los ya elevados precios mundiales.
Los cierres son una vergüenza para el Partido Comunista en el poder y un revés para los esfuerzos oficiales por apuntalar el bajo crecimiento de la segunda economía mundial. Se producen en un año delicado en el que se espera que el presidente Xi Jinping intente romper con la tradición y se adjudique un tercer mandato de cinco años como líder.
Beijing ha prometido reducir el coste humano y económico de su estrategia de “cero contagios”, pero Xi descartó el miércoles unirse a Estados Unidos y otros gobiernos que están abandonando las restricciones e intentando convivir con el virus.
“El trabajo de prevención y control no puede relajarse”, dijo Xi, según la agencia oficial de noticias Xinhua. “La persistencia es la victoria”.
El gobierno informó el jueves 29,411 nuevos casos, todos menos 3,020 sin síntomas. Shanghái representó el 95% de ese total, o 27,719 casos. Todos menos 2,573 no presentaban síntomas.