Contra todo pronóstico, México se ha convertido en el gran obstáculo para el plan de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) de reducir la producción petrolera mundial y revertir así la caída de precios del crudo por la crisis económica derivada de la pandemia de Covid-19.
El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, se niega a asumir el recorte de 23% propuesto por la OPEP y su alianza con los productores independientes (OPEP+), lo que en México equivaldría a bajar en 400,000 los barriles que extrae a diario.
¿Cuál es la postura de México?
México representa una cifra muy pequeña en la producción mundial de petróleo, con 1.7 millones de barriles diarios de un total de 100 millones de barriles, por lo que se ha convertido en un protagonista inesperado al frenar un pacto acordado entre Arabia Saudita, el mayor productor de la OPEP, y Rusia.
Tras casi 11 horas de reunión virtual, la secretaria mexicana de Energía, Rocío Nahle, frustró este plan al levantarse de la mesa disconforme con la reducción de 400,000 barriles diarios que le corresponderían a México.
“No había habido en la historia de las relaciones entre México y la OPEP una petición tan contundente; fue un cambio muy profundo”, explicó Ramón Carlos Torres, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Al día siguiente, López Obrador anunció un pacto con su homólogo estadounidense, Donald Trump, por el cual México solo reduciría su producción en 100,000 barriles diarios mientras que Estados Unidos asumiría una reducción adicional de 250,000 barriles para compensar la postura mexicana.
Sin embargo, hasta ahora Arabia Saudita no ha avalado el acuerdo por las suspicacias que genera.
“Estados Unidos no puede ordenar a las empresas privadas reducir la producción, solo puede almacenarla y venderla más tarde”, explicó Paul Alejandro Sánchez, experto en regulación energética y director de la organización Ombudsman Enegía México.
¿Por qué se opone al acuerdo?
Uno de los grandes planes de López Obrador para su gobierno es el de reflotar la endeudada petrolera estatal Pemex incrementando su producción petrolera hasta los 2.65 millones de barriles diarios durante su mandato, que concluye en el 2024, y disminuir así la dependencia de crudo del exterior.
De corte nacionalista y estatista, el presidente mexicano reprocha a los gobiernos anteriores haber sumido a la compañía en su actual crisis de deuda y producción para favorecer a empresas privadas.
El mismo López Obrador, quien ha ordenado la construcción de una nueva refinería en el país, señaló el viernes que “nos ha costado mucho esfuerzo aumentar la producción” al justificar su postura frente a la OPEP.
"Creo que es una fijación con la idea de que hay que producir más y más barriles. La realidad es que el consumo se está desplomando. Solo hace falta ver este sábado las calles de la Ciudad de México sin coches", criticó el consultor energético David Shields.
Este experto sostuvo que López Obrador “hace el ridículo” con su postura, puesto que el consumo en gasolineras se ha reducido entre 50% y 60%, y tarde o temprano tendrá que recortar la producción dado que “el mercado no absorbe lo que produce Pemex”.
¿Qué consecuencias puede tener?
Todavía es pronto para saber si México alcanzará un acuerdo con la OPEP, si asumirá el recorte de 400,000 barriles diarios o si afrontará sanciones.
El profesor de la UNAM destacó que romper la cooperación con el cartel petrolero “tiene riesgos”, pero opinó que “vale la pena” buscar una alternativa dado que una reducción de la producción tendría efectos inmediatos en la economía mexicana.
"Reducir 400,000 barriles de una producción de 1.7 millones de barriles significa eliminar el mercado interno o acabar con las exportaciones. Sería un colapso", opinó Torres.
Pero frente a México, Arabia Saudita parece tener una postura inamovible por temor a que si demuestra flexibilidad con un país, otros se puedan sumar al incumplimiento.
En ese sentido, el director de Ombudsman Energía pronosticó que, si México se desmarca del acuerdo, será excluido del mercado petrolero, de modo que países de la OPEP venderán petróleo más barato que el mexicano para hundir sus ventas.
Sánchez opinó que una reducción de la producción sería una oportunidad para Pemex, dado que le permitiría “reducir costos” y beneficiarse del aumento del precio de los barriles.