(G de Gestión) El cambio climático ha llevado a que muchas empresas viren los timones de sus operaciones y estrategias. Conscientes del impacto ambiental de sus acciones, cada vez se ajustan más a los estándares mundiales para reducir la huella de carbono.
Al ser una tendencia que influye en todo el planeta, vale la pena entender cómo apostar por las industrias que se van alineando al cuidado del medio ambiente. ¿Cómo determinar una estrategia? ¿Qué premisas se deben considerar? ¿Cómo identificar las empresas que van hacia ello?
Estrategias
Una de las premisas elementales de los inversionistas debe ser que invertir en instrumentos verdes no necesariamente se traduce en ganancias en el corto plazo, según Aldo Schenone, gerente de Estrategia de Inversiones de Rimac.
“Estas compañías van a tardar en lograr flujos de caja positivos, así que hay que tener mucha paciencia. Además, invierten mucho de sus flujos en investigación y desarrollo, por lo que es una convicción para el largo plazo”, señala.
Otro punto fundamental es determinar qué es lo que se quiere apoyar, como energía o gas natural, específicamente. “Es una apuesta bien concentrada dentro de un portafolio grande que permite digerir la volatilidad de estos activos en el corto plazo”, precisa el ejecutivo. Rimac apunta al gas natural como reemplazante de petróleo, a industrias que estén relacionadas con vehículos eléctricos o a firmas involucradas en dicho proceso.
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En el caso de Prima AFP, parte de la estrategia interna para el proceso de inversión reside en evaluar los riesgos del cambio climático con un equipo multidisciplinario, como una fase del análisis integral, además de identificar oportunidades verdes en la región o en el ámbito local.
Estos riesgos se dividen en dos tipos: por un lado están los físicos, que tienen que ver con, por ejemplo, las consecuencias del fenómeno El Niño (como inundaciones, sequía, etc.); en paralelo están los riesgos de transición, que van por el cumplimiento de los objetivos de los emisores hacia el net zero (alcanzar las cero emisiones de gases de efecto invernadero). Esto implica cambios regulatorios como impuestos al carbono si es que uno sigue emitiendo agentes contaminantes, lo que se traduce en decisiones de compra de clientes o aumento de costos de financiamiento.
“¿Qué pasa con mi portafolio si llegamos a escenarios distintos? La prioridad de la evaluación viene desde el año pasado. En Colombia ya están obligados regulatoriamente a reportar con Task Force on Climate-Related Financial Disclosures [o TCFD, reporte que identifica y evalúa oportunidades y riesgos relacionados con el clima en sus operaciones, estrategias y planificación financiera]”, indica Daniela Door, gerente de Alternativos y Análisis de Prima AFP.
“Cuando efectuamos la evaluación de las empresas que tenemos en cartera, lo hacemos en temas ESG. No todas las cosas que hacen son necesariamente públicas. Utilizamos este estándar para evaluar cada subsector donde invertimos: creemos que así debemos trabajar en el mercado local”, añade.
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Industrias
Los activos verdes podrían entenderse como tres industrias, según César Romero, jefe de Research de Renta 4 SAB. Por un lado está la tecnología, basada en el desarrollo de productos que buscan reducir algún tipo de huella de carbono, como ocurre en la industria de automóviles eléctricos.
Este tipo de vehículos requiere hasta cuatro veces la cantidad de cobre que uno normal. Así, encontramos ETF como el DRIV en Nasdaq, que en lo que va del año ha tenido un rendimiento de 32.38%.
Por otro lado están los commodities. En tanto se requiere más cobre para vehículos eléctricos o paneles solares, bien podría orientarse hacia estas industrias relacionadas o hacia compañías que producen cobre o zinc para aleaciones y que buscan el desarrollo de energía sostenible.
En tercer lugar está la misma energía renovable, a través de empresas públicas que apuestan por ello. En general, se puede pensar en quienes busquen sustituir la energía fósil, que hoy representa más de tres cuartas partes de la energía mundial y que es uno de los principales agentes del efecto invernadero, tras liberar dióxido de carbono.
Esta industria tiene, por ejemplo, el ETF TAN, que aglomera acciones o compañías que van hacia el mayor desarrollo de energía renovable. En los últimos cinco años ha tenido un rendimiento de 183%.
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Oportunidades
Dentro de estos mercados se pueden encontrar acciones a escala local. Cerro Verde produce cobre y Enel Green Power genera energía verde. Si bien en tecnología no hay acciones con inversiones locales en este sector, en Estados Unidos están Nvidia (que participa en autos eléctricos, semiconductores o videojuegos), Tesla y Lucid Motors.
“Otros activos son bonos verdes emitidos por empresas para medidas o proyectos relacionados. No buscan tanto rentabilidad, pues no darán parte del proyecto, pero se reciben cupones y es un método más tranquilo, con riesgo país, que es el más bajo”, señala Romero. A esto se suman los bonos emitidos por Estados para solventar obras eléctricas donde tienen participación, como puede ocurrir en Europa o China.
Por ejemplo, en el caso europeo las ventas de Tesla generan bonos por fabricar autos que producen menos carbono. BMW y Jaguar están virando su producción y han establecido metas para dedicarse solo a vehículos eléctricos desde el 2030 hacia adelante. China puede definir más subsidios a compañías como Xpeng, que produce autos eléctricos. Nio y Li Auto también fabrican scooters. Todas estas empresas cotizan en Estados Unidos.
Si la apuesta va en torno a propuestas verdes en el marco del cambio climático, no necesariamente van a ser instrumentos muy líquidos. Se busca siempre un portafolio diversificado para menguar cualquier riesgo.