Comprar una obra de arte o un objeto coleccionable trae siempre un privilegio: nadie más podrá tener esa pieza, porque ha sido declarada única. Sin embargo, internet ha propiciado un enigma sobre el arte digital y otros materiales de valor en esos formatos. Los NFT son la solución a ese problema.
NFT significa token no fungible, en inglés “Non-Fungible Token”.
Por definición, algo fungible es aquello que se consume y se puede intercambiar por otra cosa de igual calidad o valor. El ejemplo más próximo es el dinero, ya que aún al canjear un billete de 10 dólares por otros de baja denominación siempre se tiene el mismo valor.
En el otro extremo, lo no fungible es eso que no puede intercambiarse, ya que posee características tan valiosas que lo hace carecer de un par.
Así son los NFT, son vales digitales que acreditan que una pieza es exclusiva en su clase y, por lo tanto, su autor puede limitar su uso y copia, proteger su proveniencia y, lo que es más importante, resguardar su autenticidad en la red.
¿Cómo funcionan los NFT?
El secreto de estos criptoactivos se basa precisamente en eso: utilizan la misma base tecnológica de criptomonedas como el bitcóin o el Ethereum.
Los NFT están registrados en la cada vez más famosa cadena de bloques o “blockchain”, una gigantesca base de datos global de acceso público, sin particulares intermediarios e inmodificable, donde cada segundo se consignan de forma segura y transparente transacciones e intercambios en la red.
Según Makersplace, uno de los distribuidores de arte digital más grande de Estados Unidos, estos vales no fungibles están “indisolublemente ligados” a la obra a través de esta tecnología, lo que asegura “detalles importantes sobre la procedencia y la autenticidad de una manera que no se pueden falsificar”.
“Las piezas en formato NFT contienen el archivo de la obra de arte digital, la firma del artista, el momento de creación y todas las transacciones posteriores relacionadas con la obra de arte (es decir, la procedencia). Toda esta información se puede encontrar en el contrato inteligente de una NFT”, añade.
En eso coinciden, además, las grandes casas de subasta del mundo, que han sido unas de las principales impulsoras de este tipo de arte y coleccionismo como herramienta para autentificar la autoría de estas piezas, que ya mueven millones de dólares al año.
“La propiedad original, la unicidad y la singularidad son difíciles de determinar en línea, lo que enturbia las aguas de cómo valorar con precisión las obras creadas en el ámbito digital. Esto ha dificultado que los artistas digitales establezcan y mantengan negocios creativos monetizados”, advierte Sotheby’s en un amplio artículo dedicado en su web a explicar los NFT.
“La procedencia de cada NFT siempre está disponible, por lo que los coleccionistas pueden garantizar la autenticidad antes de comprar o hacer una oferta”, completa.
¿De dónde provienen los NFT?
Los NFT no son nuevos. Esta tecnología nació en el 2017 de la mano de Dapper Labs y sus CryptoKitties, un juego de gatos de colección que revolucionó el mundo del “blockchain”.
En este, uno de los primeros y más populares intentos de aplicar “blockchain” al ocio que llegó a congestionar entonces la red Ethereum, los usuarios compran, recolectan, crían y venden estos animales virtuales, muchos de ellos con un “certificado de pedigrí” digital, un primer uso de los NFT.
Desde allí su utilización se ha extendido hasta encontrar en el mundo del coleccionismo uno de sus principales nidos.
El inversor español Pablo Rodríguez Fraile, uno de los mayores coleccionistas de arte NFT, explicó en una reciente entrevista que el auge de estos tokens “refleja que el arte digital es tanto o más importante que el arte ‘tradicional’. Y por muchas razones, la comunidad tiene más apego y cercanía a estas obras. Es el principio de una transformación”.
Activos de millones de dólares
Precisamente, muestra de ello es que la primera obra de arte digital vendida bajo NFT -un archivo JPG creado por el artista Beeple- alcanzó el pasado 11 de marzo el récord de casi US$ 70 millones en Christie’s, otra de las más grandes casas de subasta del mundo.
“Everydays: The First 5000 Days”, un “collage” de creaciones digitales diarias de Beeple desde sus comienzos, batió todos los máximos y situó a su creador, hasta hace poco solo conocido en foros de criptoarte y entre los aficionados de la contracultura de internet, entre los artistas vivos más cotizados, a la altura de figuras como David Hockney o Jeff Koons.
También Sotheby’s logró el pasado 17 de abril recaudar casi US$ 17 millones en su primera venta de arte bajo NFT: toda una colección de piezas del creador digital Pak conocidas como “Lo Fungible”, en un inteligente juego de palabras con los tokens criptográficos.
Esta locura por este tipo de coleccionismo digital, ahora cuya calidad está garantizada, se ha trasladado a otras esferas del mundo de la acumulación de objetos de gran valor, como el deporte, la música o las colecciones aficionadas.
El columnista tecnológico del diario The New York Times Kevin Roose vendió en marzo pasado en una plataforma uno de sus artículos de opinión, en el que trata el fenómeno de los NFT, por US$ 563,400.
También la NBA, además, se ha marcado como una pionera en la venta de videos NFT de canastas y anotaciones, con ejemplos tan claros como el vendido por más de US$ 200,000 de un remate de Lebron James.
Incluso, Edson Arantes do Nascimento, la leyenda del fútbol brasileño conocido como ‘Pelé’, anunció el lanzamiento de su primera colección de NFT.
Su muestra, creada por los artistas Kingsletter y Visual Lab, está disponible desde el 2 de mayo y tiene el objetivo de inmortalizar los mejores momentos de la carrera del exfutbolista, considerado por muchos como el mejor jugador de todos los tiempos.
Los NFT, coinciden los expertos, son la nueva revolución del arte.