(G de Gestión) El año 2023 terminó, y nos enfrentamos a un 2024 que debería mostrar recuperación. Para analizar lo que se viene, aquello que pueda pasar en el plano exterior queda descartado (por la demostrada impredecibilidad de un mundo tan globalizado y en conflicto, lo que impide un pronóstico), pero el plano interno puede darnos más “color” sobre este asunto.
En el 2023 tuvimos tres factores importantes que frenaron el crecimiento del Perú.
El primer factor fue el político, el cual sigue siendo un lastre de inestabilidad, corrupción, peleas entre bandas por el poder. Lamentablemente, esto no mejora, y genera desconfianza para la inversión. La delincuencia, las actividades ilegales penetrando el Congreso, el aumento en las mafias locales y extranjeras, la liberación de delincuentes, solo nos hacen sentir que estamos cerca del punto de no retorno, que termina en su peor cara con lo que vivía El Salvador pre-Bukele, y que le está pasando a Ecuador.
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El segundo factor que frenó la economía durante el 2023 fue la fuerte alza de tasas de interés por parte del Banco Central de Reserva del Perú (BCRP) para frenar la inflación galopante que venía, en parte, importada del exterior. El mandato principal del BCR es mantener la inflación dentro del rango meta de 2% (+/−1%), y estábamos muy por encima de eso (más de 8% hace un año). Para lograrlo, la receta es conocida: hay que subir las tasas de interés para frenar el dinamismo de la economía, de forma que, así, la menor demanda haga su trabajo. Y eso fue exactamente lo que hizo el BCR subiendo la tasa de referencia de 0.25% a 7.75%, lo que se tradujo en un alza fuerte en las tasas de préstamos de los bancos que, sin haber un mercado de capitales que haga competencia, se fue directo, sin escalas, a la vena de las empresas y las personas. Como ejemplo, el costo anual por intereses para la gran y la mediana empresa más que se duplicó desde el 2021*. Si alguien se sorprendió por este freno en la economía fue porque no estaba atento. Ahora el efecto debería ser el inverso con la baja de tasas de interés que ya empezó el BCR, dado que estamos cerca del rango meta.
El tercer efecto fue el climático. Fuera del ciclón Yaku (que nadie previó), el anuncio constante (desde el mes de junio hasta hace poco) de la venida de un “mega-Niño diluviano”, tipo el del año 1983, hizo que los sectores empresarial y emprendedor se vuelvan extremadamente cautos para invertir y gastar. ¿Para qué vas a invertir si se vienen inundaciones y calamidades como las del 83? Lo racional fue postergar todo lo que se podía. Afortunadamente hasta ahora, no se han cumplido los presagios de los expertos y no hemos tenido un fenómeno ni tan fuerte ni tan destructivo.
Con el BCR bajando tasas y superado el fenómeno El Niño, la actividad debería tener un impulso que se dejaría sentir después de verano. Pero, sin arreglar la política, será verdaderamente muy difícil crecer encima del 3%, y debajo de 4% no avanzamos realmente. Para eso tenemos que despertar e involucrarnos de verdad, y dejar de poner excusas viviendo desde la comodidad. No solo pagando impuestos se hace patria. Con 40% de anemia, el Perú es inviable. El mundo cambió y se debe hacer mucho más. Siempre hay formas de ayudar y de involucrarse.
*Nota Semanal del BCR. Cuadro “Tasas de interés activas y pasivas promedio de las empresas bancarias en moneda nacional (En términos efectivos anuales) 1/ y 2/”.
Administrador de empresas por la Universidad del Pacífico con cursos de especialización en la Universidad de Harvard y el TEC de Monterrey. Socio fundador de CAPIA SAFI. Director independiente de empresas listadas, activista en buenas prácticas de gobierno corporativo, columnista de G de Gestión, inversionista ángel y mentor Endeavor.
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