Profesor del Departamento de Economía de la PUCP
Justo cuando el sistema sanitario del país está a punto de colapsar, y cuando el 80 por ciento de las camas UCI para atender a los pacientes con covid-19 ya están siendo usado, el Gobierno acaba de publicar un decreto supremo aprobando la reanudación de algunas actividades económicas. La medida acelerará el crecimiento de los infectados y, en perspectiva, pone en riesgo la salud y la economía del país. Es el primer error grande de política económica del Gobierno.
La mencionada norma se sustenta en que “las medidas de contención adoptadas (…) se han mostrado efectivas en el control de la epidemia, pero están teniendo un impacto negativo sobre la actividad económica global y sobre diversos grupos sociales” y “es necesario comenzar la recuperación social y económica (…)”.
Se entiende la desesperación por la reanudación de las actividades económicas, pues sectores vulnerables de la población se han quedado sin ingresos para subsistir y muchas empresas han quebrado o están a punto de quebrar. El esfuerzo fiscal del Gobierno no ha sido suficiente para mantener a todas las familias en sus hogares y a las empresas en pie, aun sin poder producir y vender. A pesar de todas estas razones, creo que el Gobierno ha cometido el primer gran error de política económica.
En perspectiva, mirando no solo esta semana ni este mes, sino este año y el siguiente, creo que hubiera sido mejor, para la salud y la economía del país, posponer la medida hasta estar seguros de que la curva del covid-19 ha logrado ser aplanada. La razón es que, a pesar de todos los cuidados que el decreto supremo pide cumplir, la reanudación en este mes de actividades económicas en su fase 1, el permitir que el funcionamiento del mercado se normalice gradualmente, “a efecto que se recupere paulatinamente la vida cotidiana”, significará el debilitamiento del aislamiento físico, que es un impulsor potente de esta epidemia.
Como resultado de esta política observaremos en las siguientes semanas una aceleración del crecimiento del número de infectados. Las pendientes de todas las curvas de la epidemia, de infectados, hospitalizados, hospitalizados que requieren UCI y fallecidos, que en este momento no muestran signos de aplanamiento, se harán más empinadas, acelerando la proximidad de lo que queríamos evitar: que los pacientes no encuentran camas para hospitalizarse o que, cuando las 849 camas UCI con las que contamos hayan sido ocupadas, los médicos tengan que decidir qué paciente vive y qué paciente no.
¿Qué debería haberse hecho? Resistir un poco más, posponer la medida hasta estar seguros de que las curvas sean aplanadas. Un último y enorme esfuerzo fiscal de financiamiento de las angustias de personas y empresas hubiera sido mejor para la salud y la economía del país.
Si el covid-19 se acelera y se torna inmanejable, además de las vidas humanas que se perderán, podríamos tener que volver a aplicar la medicina amarga del aislamiento físico otra vez, casi como empezar desde cero. En este escenario, las pírricas ganancias de producción que se lograrían en la fase 1 de la política del Gobierno, serán aplastadas por las enormes pérdidas de producción como consecuencia del disparo del covid-19, con lo que el PBI puede caer mucho más de lo que se está esperando. Por apurados.