A pesar de los esfuerzos de Nicolás Maduro, María Corina Machado está en todas partes. La líder de la oposición venezolana —cuyo nombre no figurará en la papeleta presidencial a finales de este mes— ha hecho que el partido gobernante se agolpe a frenar el fervor que la respalda. Machado ha unido a una coalición opositora fracturada durante mucho tiempo, que en su día la condenó al ostracismo.
Pero, sobre todo, ha creado un poderoso y enérgico movimiento ciudadano que, según algunos veteranos observadores, no se parece a ninguno otro visto desde que el difunto Hugo Chávez, mentor e ídolo del presidente Maduro, saliera de la oscuridad para desbancar a la clase dirigente en los años noventa.
“¡Ya viene! ¡Ya viene! ¡Viene María!”.
La gente grita el mensaje de cuadra en cuadra, mientras su caravana se abre paso lentamente montaña abajo hacia el centro de San Cristóbal, el mismo estado fronterizo que en 2014 fue cuna de protestas antigubernamentales. Se puede ver a gente a ambos lados del camino animando y llorando. La multitud es aún más grande de lo que parece, ya que muchos sostienen sus teléfonos para que sus familiares puedan ver a Machado por videollamada. No hay guardaespaldas que la protejan, así que la multitud le pasa libremente cartas, flores, rosarios, comida, cuadros y figuras religiosas. Algunos se acercan solo para tocarla.
“Esto es totalmente profético”, dice Rubén Yuncoza desde la multitud. “Ella está ungida por la mano de Dios”.
No es de extrañar que Machado se haya convertido en una figura mesiánica para los venezolanos, desesperados por un cambio. Han visto cómo su país se desmoronaba bajo un movimiento político que prometía justicia social e igualdad, pero que ha desembocado en la mayor crisis humanitaria del hemisferio occidental.
Casi el 80% de los venezolanos vive en la pobreza y millones han huido fuera del país en busca de mejores oportunidades. Esa misma historia se reproduce en la familia de Yuncoza. A sus 60 años, ha alcanzado la edad de jubilación, pero, como muchos venezolanos mayores, sigue trabajando —vendiendo pescado— para llegar a fin de mes. Mientras tanto, sus cinco hijos en edad de trabajar se trasladaron al extranjero durante lo peor de la crisis del país.
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Es difícil imaginar a qué conducirá el movimiento de Machado. Se le ha inhabilitado para ocupar cargos públicos hasta 2030, y es poco probable que Maduro se haga a un lado. El Gobierno venezolano anticipa protestas en caso de que Maduro sea declarado ganador, mientras que en los últimos meses Machado ha repetido constantemente que cuando lleguen las elecciones, “hará contar los votos”, aludiendo a posibles manipulaciones.
Por ahora, Machado ha estado haciendo campaña en favor de su candidato suplente, el ex diplomático Edmundo González, de 74 años. Su popularidad eclipsa la de Juan Guaidó, el legislador que en 2019 fue reconocido como presidente interino del país por Estados Unidos y decenas de naciones, tras la ilegítima reelección de Maduro en 2018. En algunos lugares, como San Cristóbal, está sacando más gente a la calle que Henrique Capriles, el dos veces candidato presidencial que en 2013 perdió ante Maduro por tan solo un pequeño margen.
El ascenso de Machado es producto de su carácter único entre los políticos del establishment y del momento oportuno. Los votantes hartos buscan el polo opuesto a Maduro, y ella lo es. Es una mujer. Proviene de una familia adinerada, pero puede conectar con los más vulnerables del país.
Cree en el desmantelamiento de los controles gubernamentales sobre la economía y la privatización de la industria petrolera. Y ha sido coherente en sus mensajes durante años: A menudo se la recuerda por interrumpir uno de los discursos de Chávez en 2012 para criticar el daño que había infligido a la economía venezolana, y más tarde lideró las protestas callejeras de 2014 contra Maduro.
Todo ello ha coincidido con un cambio significativo en la actitud de los venezolanos, según Benigno Alarcón, director del centro de estudios políticos de la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas. La gente empieza a creer que puede lograr un cambio sin depender de una persona o institución, y se ha cansado de las pobres dádivas del Gobierno. Prefieren ganar su propio dinero.
“Casi el 85% del país quiere cambio y encuentra en ella la persona que encarna el cambio porque lo representa, porque hay contrastes muy claros”, dijo. “Ella ha contribuido a empoderar a la gente”.
Machado, exlegisladora de 56 años, cree que es una dinámica bidireccional. “Nos empoderamos mutuamente”, dijo desde la sede de su partido en San Cristóbal, con una gotera de agua encima.
En última instancia, hasta dónde pueda llegar el movimiento de Machado y sus seguidores, dependerá de Maduro. El Gobierno ya intentó, en varias ocasiones, frenar su influencia. Ella dice que no tiene permitido aparecer en la televisión ni en la radio. Cortes de electricidad y los bloqueos de señal interrumpen a menudo sus apariciones programadas. Los lugares que visita son multados o clausurados. Quienes la ayudan son perseguidos e incluso encarcelados.
En el mitin de San Cristóbal, el 28 de junio, los vecinos afirman que el Gobierno llegó a abrir baches en las carreteras cercanas para impedir que la gente pudiera llegar a la ciudad, advirtió a los taxistas que no recogieran a periodistas ni a ayudantes de Machado, y obligó a los comerciantes a mantener sus negocios abiertos para impedir que los trabajadores asistieran a su manifestación, lo que derivó en docenas de empleados apretados contra los escaparates de las tiendas para tener la oportunidad de verla.
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“Todo nos habla del hambre de vida retrasada que tiene el pueblo venezolano”, dijo María Teresa Urreiztieta, doctora en psicología social y experta en movimientos sociales. “Cada vez que se ha truncado un proyecto de vida, que hay una fractura en la familia, eso queda allí como una herida, un trauma, es un luto colectivo que se va generando por la pérdida y el despojo de los derechos más fundamentales”.
Siguiendo sus pasos, Maduro llegó el miércoles a Táchira, donde hizo campaña en un municipio en la frontera con Colombia, a unos 40 kilómetros al oeste de San Cristóbal.
Nueve meses después de haber ganado las primarias de la oposición en octubre, con más del 92% de los votos, el Gobierno de Maduro ratificó la prohibición a Machado para presentarse a las elecciones. Desde enero, al menos 13 de sus colaboradores y aliados han sido detenidos, mientras que otros seis permanecen refugiados en la embajada argentina en Caracas.
En todo caso, los intentos de reprimirla han contribuido a alimentar el fervor en torno a la “mujer de hierro”, como muchos la llaman.
José Alberto Aguilar, un comerciante de 45 años, y su familia tuvieron que superar varios bloqueos en el camino de casi 100 kilómetros desde la localidad de Seboruco hasta la concentración de San Cristóbal. Solo querían echar un vistazo a Machado y, si tenían suerte, acercarse lo suficiente para entregarle a su hija de un año, Ana Paula, que llevaba un body con la frase “Bebé con María Corina”.
Es algo que se ha convertido en una imagen habitual durante los actos de Machado.
“Cuando a mí me ponen un bebé, a veces bebés recién nacidos, se me desgarra el alma”, dice Machado. “No hay prueba de mayor confianza en una persona que cuando tú le pones tu hijo en sus brazos”.
Incluso adultos se han arrojado a sus brazos, sollozando.
Aun así, es difícil imaginar un mundo en el que Maduro ceda el poder.
A pesar de ir 20 puntos porcentuales por detrás de González, Maduro todavía cree que puede ganar, según personas con conocimiento de su proceso de pensamiento.
En caso de estar calculando mal, Maduro tiene planes de respaldo: Podría inhabilitar a González, anular la tarjeta de votación de la oposición, suspender la elección o incluso alterar los resultados, dijeron las personas.
El futuro de Machado también está en juego. Es probable que, independientemente del resultado, sea enviada al exilio o encarcelada. Guaidó vive ahora exiliado en Miami.
Una nueva ola de protestas nacionales por la victoria de Maduro podría representar una seria amenaza para su Gobierno, que en 2017 reprimió brutalmente a los manifestantes antigubernamentales, matando a más de 100 personas. También podría poner fin a la incipiente recuperación de la nación, incluidos los nuevos proyectos firmados por la compañía petrolera estatal y el aumento de la producción de petróleo de las grandes petroleras internacionales, incluida la estadounidense Chevron, que representan más del 95% de los ingresos extranjeros de Venezuela.
También se espera otro éxodo si Maduro consigue un tercer mandato. Los últimos sondeos muestran que el 41% de los 28.8 millones de ciudadanos que quedan en el país considerarán la posibilidad de marcharse.
“Vamos a defender nuestros votos”, afirma Daneska Ramírez, que acaba de regresar a su país tras pasar cinco años entre Perú y Chile. “No quiero emigrar más, tengo una familia que amo y voy a luchar”.
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