Empresarios, investigadores y responsables políticos defendieron en Berlín la reducción de la dependencia europea en materias primas de países como China o Rusia, circunstancia puesta de manifiesto primero con la pandemia y después con la guerra de Ucrania.
Se trata de una estrategia que deberá afrontar posibles problemas de desabastecimiento y escasez en el futuro y para alcanzar los objetivos del pacto verde impulsado por la Unión Europea (UE).
Los participantes en la Cumbre de Materias Primas, organizada por EIT RawMaterials, un organismo financiado por el Instituto de Innovación y Tecnología de la UE, abordaron el estado de la cuestión en un foro en el que se expusieron las principales innovaciones tecnológicas e iniciativas políticas enfocadas a profundizar en la independencia de las economías europeas de los materiales extranjeros.
“Nuestro objetivo es reducir la dependencia de las materias primas. De lo contrario, las transiciones verde y digital no serán posibles”, advirtió Thierry Breton, Comisario Europeo del Mercado Interior.
Breton aseguró que la UE tiene una “agenda ambiciosa” que combina “una mayor circularidad y un aumento de la producción sostenible con asociaciones fiables en todo el mundo”, con el objetivo de garantizar los intereses estratégicos de Europa en el nuevo escenario geopolítico.
Bernd Schäfer, director general de EIT RawMaterials, coincidió en que “no habrá pacto verde sin materiales críticos”, y recordó que, para sustituir el gas natural ruso, “Europa no tiene otra alternativa que producir grandes cantidades de energía renovable”.
“La producción de energía renovable necesita turbinas eólicas, paneles fotovoltaicos, pilas de combustible, paneles solares, bombas de calor, baterías, etc., todo lo cual requiere materias primas, cuyos volúmenes disponibles están hoy fuera de alcance”, afirmó.
Los objetivos del pacto verde de la Unión Europea (UE) obligan a apostar por las energías renovables y por la electromovilidad, pero la producción de las baterías y los motores que hacen posible el funcionamiento de estos dispositivos requiere de minerales como litio, níquel, cobre, hierro o tierras raras, que en su mayoría deben ser importados de otras regiones para suplir las carencias europeas.
Esta escasez se vio agravada con la invasión rusa de Ucrania, con la que la UE tenía acuerdos para el suministro de materiales críticos, un problema que, señaló Philippe Varin, director del departamento de materiales críticos del gobierno francés, “es menos visible que el reto energético o el alimentario, pero es un asunto preocupante”.
De acuerdo con Varin, el suministro de minerales ucranianos como titanio, paladio, níquel o neón no va a experimentar interrupciones significativas en el corto plazo pese al cruce sanciones y contra-sanciones entre Bruselas y Moscú, pero sí que puede verse obstaculizado por los problemas logísticos.
El profesor español Alberto Bollero, investigador en el instituto IMDEA nanociencia y ponente en la cumbre, explicó que la guerra en Ucrania obliga a la UE a acelerar sus objetivos y a cambiar su estrategia para hacer frente a posibles problemas de desabastecimiento.
“Desafortunadamente, ha hecho falta un nuevo punto de inflexión para concienciarnos a nivel global y a nivel de las colaboraciones entre los distintos jugadores para trabajar de manera conjunta para reducir la dependencia de los monopolios y llegar a una economía circular”, lamenta el investigador.
Bollero defiende que la UE tiene que buscar soluciones sostenibles a la dependencia exterior en las materias primas, y apuesta por explotar los recursos que hay en Europa y que ahora no se están aprovechando, destacando ejemplos como los yacimientos de tierras raras en Castilla-La Mancha.
El investigador sostiene que otras soluciones pasan por la innovación y la investigación para buscar alternativas para reducir el uso de materias primas y materiales críticos, sustituirlos por otros más sostenibles y desarrollar nuevos componentes, y por el reciclaje de los materiales que puedan recuperarse de dispositivos y productos obsoletos para no externalizar este proceso en países como China.
“Hemos comprado un material, que a lo largo de los años ha ido subiendo de precio, lo hemos instalado en productos, hemos importado esos productos con el coste económico y medioambiental que tiene el transporte, los hemos utilizado, y cuando hemos terminado, los hemos vuelto a meter en transporte, otra vez con el gasto e impacto que eso tiene, para llevarlos a otros países, incluyendo China, para que se ocupen ellos del reciclaje”, expone Bollero.
“Hemos estado perdiendo tesoros y encima pagando”, insiste el investigador, que afirma además que apostar por el reciclaje en la UE reducirá la huella de carbono y creará empleo en Europa.
Pese a la apuesta por la independencia, el investigador señala que “no se puede pensar en romper la relación con Asia. China no es nuestro enemigo. ¿O es que antes era nuestro amigo porque todo era muy barato y ahora que están subiendo los precios es el enemigo?”, se pregunta.
“Nosotros establecimos ahí un tipo de alianza que con el paso del tiempo les ha beneficiado a ellos y nos ha perjudicado a nosotros. Lo que tenemos que ver es, con el conocimiento que tenemos en Europa y con las posibilidades que tenemos, cómo podemos reducir esa dependencia. Pero no la vamos a poder suprimir”, concluye.