Cuando era fiscal general de California, Kamala Harris defendió con éxito la pena de muerte en los tribunales, a pesar de su cruzada anterior en su contra.
Como nueva senadora, propuso abolir la fianza en efectivo —un cambio de postura con respecto a cuando reprendió a los jueces de San Francisco por hacer que fuera “más barato” cometer delitos al establecer montos de fianza demasiado bajos.
Y ahora, como vicepresidenta y candidata presidencial demócrata, la campaña de Harris insiste en que no quiere prohibir el fracking, un proceso de extracción de petróleo y gas, a pesar de que esa era precisamente su postura hace apenas unos años cuando se postuló por primera vez para la Casa Blanca.
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Los políticos suelen recalibrar ante los cambios en la opinión pública y las circunstancias. A lo largo de las dos décadas en que ha ocupado puestos de elección popular, y ahora que aspira a la presidencia por segunda vez, Harris no ha dudado en adoptar posturas convenientes y a veces incluso contradictorias a medida que ascendía la escala política.
La letanía de cambios de política de Harris la expone a ataques de los republicanos y pone a prueba la fuerza de su discurso ante los votantes como alguien que dice la verdad y es más creíble que el expresidente Donald Trump.
Sus cambios, incluso en cuestiones que ella ha enmarcado como cuestiones morales, podrían generar dudas sobre sus convicciones ahora que se presenta nuevamente al público tras tomar las riendas de la campaña del presidente Joe Biden, quien el mes pasado abandonó la contienda.
Además de dar marcha atrás sobre el fracking y la fianza en efectivo, Harris ha cambiado de rumbo en cuestiones como la atención médica (apoyó un plan para eliminar el seguro médico privado antes de oponerse a él), la inmigración y el control de armas.
“Es vulnerable a la acusación de cambiar de postura, de eso no hay duda”, dijo John Pitney, un profesor de Ciencias Políticas en el Claremont McKenna College, en California, que trabajó como asistente político y del Congreso para el Partido Republicano en la década de 1980. “El problema para los republicanos, por decirlo suavemente”, es que Trump y su compañero de fórmula, el senador JD Vance, de Ohio, “no llegan a este tema con antecedentes intachables”.
En un comunicado, la campaña de Harris no abordó sus cambios de política, y en lugar de ello, un portavoz de la campaña se apoyó en sus credenciales como fiscal de distrito de San Francisco y fiscal general de California para atacar a Trump.
“Durante su carrera en la aplicación de la ley, Kamala Harris fue una fiscal pragmática que se enfrentó con éxito a predadores, estafadores y tramposos como Donald Trump”, dijo el portavoz James Singer.
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Trump también ha cambiado de posturas
Trump tiene un historial bien documentado de falsedades, cambios de postura y mentiras claramente descaradas. Uno de los ejemplos más evidentes de su inclinación por tomar todos los lados de un tema es el aborto, una transición que lo llevó de ser “muy proelección”, en 1999, a “provida” en los últimos años.
Sugirió durante su campaña presidencial de 2016 que las mujeres que abortan deberían estar sujetas a “algún tipo de castigo”, pero ahora dice que la política del aborto debería dejarse en manos de los gobiernos estatales. También se ha jactado de nombrar a tres jueces de la Corte Suprema, lo que allanó el camino para su fallo histórico de 2022 que anuló el derecho constitucional al aborto.
No obstante, hay un amplio incentivo para que los republicanos ataquen a Harris en líneas similares, si la historia sirve de guía.
En 2004, los republicanos arremetieron contra el entonces senador John Kerry por votar a favor y en contra del mismo proyecto de ley para financiar la guerra en Irak, y lo resumieron en su ataque como que “estaba a favor de ello antes de estar en contra”. Los demócratas atacaron a George H.W. Bush por no cumplir su promesa de “lean mis labios” sobre no aumentar los impuestos.
Este tipo de crítica no siempre ha tenido éxito. En 1992, el candidato presidencial demócrata Paul Tsongas atacó a Bill Clinton y lo desestimó días antes de las primarias de Nueva Hampshire como un “oso adulador” que “dirá cualquier cosa y hará cualquier cosa para obtener votos”. Clinton derrotó a Tsongas días después antes de ganar dos mandatos en la Casa Blanca.
La pena de muerte
Uno de los cambios más pronunciados de Harris fue sobre la pena de muerte. Durante un discurso inaugural en 2004 tras su elección como fiscal de distrito de San Francisco, Harris prometió “nunca aplicar la pena de muerte”. Enmarcó su elección como una decisión moral.
Se mantuvo fiel a esa promesa cuando un hombre de 21 años, miembro de una pandilla, fue acusado de matar a Isaac Espinoza, oficial de policía de San Francisco. Harris anunció que no solicitaría la pena máxima —una decisión condenada por la Policía y algunos compañeros demócratas. En el funeral del agente, Harris se vio obligada a presenciar cómo la senadora demócrata Dianne Feinstein recibía una ovación de pie cuando dijo que la pena de muerte estaba justificada.
Harris suavizó su enfoque cuatro años después, luego de lanzar su campaña para fiscal general de California. En medio de una contienda muy disputada con el republicano Steve Cooley, fiscal de distrito de Los Ángeles, Harris dijo que “haría cumplir la pena de muerte como dicta la ley”. Mientras que otros demócratas en la boleta ganaron cómodamente, Harris apenas puso hacerlo.
Pero cumplió esa promesa: Su oficina defendió con éxito la pena de muerte en la corte, y argumentó que ella estaba obligada a defender la ley como la fiscal principal del estado —incluso cuando se negó a hacer cumplir un referéndum que prohibía el matrimonio entre personas del mismo sexo.
La “dura fiscal” se volvió progresista
Como fiscal de distrito, Harris abordó fervientemente asuntos de aplicación de la ley penal. Mientras todavía era candidata, criticó a Terence Hallinan, el titular progresista, como un “fiscal que no hace nada”, y pidió que se tomaran medidas más agresivas para controlar a los indigentes.
Una vez en el cargo, persiguió a los padres de estudiantes que faltaban a la escuela crónicamente, solicitó montos de fianza más altos y procesó agresivamente los delitos relacionados con drogas, lo que le valió el apodo de “Copala” (“Polimala”).
Cuando estalló un escándalo en el laboratorio de criminalística de la ciudad —que involucraba a un técnico de evidencias que sustraía drogas—, su oficina no reveló rápidamente el problema a los abogados defensores, como se le exigía. También trató de continuar el proceso de los casos contaminados por ese hecho, criticó a la jueza que manejaba el asunto por parcial y trató de que la apartaran de supervisar los casos que involucraban al técnico —quien había servido como testigo experto con frecuencia.
Harris ha dicho que no estaba al tanto de los problemas con el laboratorio, aunque correos electrónicos revelados en un caso judicial muestran que sus principales adjuntos sabían que había un problema.
“Era una fiscal feroz”, dijo Bill Fazio, abogado de San Francisco de larga trayectoria quien se postuló contra Harris en la contienda por el puesto de fiscal de distrito en 2003. “Mi historia con ella es que nunca cedió casos”.
Como fiscal general, Harris continuó adoptando posiciones de línea dura en asuntos de justicia penal. Apeló condenas que los jueces habían ordenado que se anularan. Su oficina desafió una orden judicial que ordenaba la liberación de reos en prisiones estatales debido al hacinamiento. También se opuso a la ley que obligaba a su oficina a investigar los tiroteos en que estuviera involucrada la policía, y declinó respaldar normas estatales para el uso de cámaras corporales por parte de las fuerzas del orden locales.
No obstante, una vez electa para el Senado, en 2016, Harris abandonó muchas de esas posiciones en medio de especulaciones de que buscaría la presidencia. En cambio, trató de presentarse como una “fiscal progresista” y propuso reformas radicales, incluida la abolición del sistema de fianza en efectivo —que sus abogados habían defendido en los tribunales solo unos meses antes— y la imposición de una moratoria a la pena de muerte.
En mayo de 2020, estallaron violentas protestas en Minneapolis por el asesinato policial de George Floyd, un hombre negro. Una estación de policía fue incendiada y el gobernador de Minnesota, Tim Walz, quien es ahora compañero de fórmula de Harris, llamó a la Guardia Nacional para ayudar a sofocar los disturbios. En los días siguientes, Harris recurrió a la red social Twitter, ahora llamada X, e instó a sus seguidores a “contribuir” a un fondo de garantía para ayudar a los arrestados a pagar su fianza.
No está claro si Harris, quien tuiteó “Terminen con la fianza monetaria” como candidata presidencial, aún apoya la idea. Abandonó su campaña para las primarias en 2019 y fue elegida al año siguiente para unirse como compañera de fórmula de Biden. Su campaña se negó a abordar directamente la pregunta.
“Ella cree que necesitamos un sistema en que la seguridad pública, no la riqueza, determine quién debe permanecer tras las rejas después de un arresto. Cualquiera que sea un peligro para la sociedad debe ser detenido independientemente de lo rico que sea”, dijo Singer, el portavoz.
“Sí inhalé”
Harris también cambió de posición sobre otros dos temas polémicos: La marihuana y el control de armas de fuego.
La mayoría de los estadounidenses vive en estados donde la marihuana es legal en alguna forma, y Harris es ahora la primera candidata presidencial de un partido importante que aboga por la legalización de la marihuana.
Pero en diferentes momentos de su mandato, ha sido defensora de la aplicación de las leyes sobre el cannabis y opositora del uso legalizado para adultos en California.
Aunque defendió el uso de la marihuana con fines medicinales como fiscal de distrito, sus fiscales en San Francisco condenaron a más de 1.900 personas por delitos relacionados con el cannabis.
En 2010, cuando contendía para convertirse en la principal funcionaria de la aplicación de la ley de California, se opuso a permitir la venta de marihuana para uso recreativo. En ese momento, dijo que causaría confusión en el mercado medicinal del estado, que está poco regulado.
Cuando se postuló para la reelección como fiscal general de California, Harris dijo que no apoyaba la legalización del uso recreativo de la marihuana —una posición respaldada por su rival republicano.
Para cuando contendió para la presidencia en 2019, había cambiado de postura —e incluso bromeaba sobre haber fumado la droga.
“Sí inhalé”, dijo en broma durante una entrevista radial —en referencia a fumar marihuana siendo estudiante universitaria— en que tergiversó una frase que Bill Clinton utilizó en su campaña de 1992 para desviar las críticas respecto a que había consumido la droga.
A principios de este año, declaró que es “absurdo” que el gobierno federal clasifique la marihuana como más peligrosa que el fentanilo, y criticó la clasificación federal del cannabis como “patentemente injusta”.
Harris ha experimentado una “evolución en su pensar sobre el tema que es representativa del público estadounidense en general”, dijo Morgan Fox, director político de la National Organización Nacional para la Reforma de las Leyes de la Marihuana.
Dado que la mayoría de los adultos estadounidenses apoyan la ley, agregó Fox, “no es sorprendente que algún político en particular también lo haga”.
Por otra parte, desde que se convirtió en vicepresidenta, Harris ha dejado de apoyar los programas obligatorios de recompra de armas que la ayudaron a destacar en unas primarias demócratas muy concurridas en 2019. Tales políticas obligarían a millones de propietarios de armas a vender sus AR-15 y armas de fuego similares al gobierno, una propuesta que encontró poco apoyo entre otros demócratas y defensores de la seguridad de las armas.
Ahora aboga por propuestas más moderadas y políticamente populares, incluidas la verificación universal de antecedentes para la venta de armas, y leyes de “bandera roja” que generalmente permiten a los familiares o a los agentes del orden solicitar una orden judicial que restrinja el acceso a las armas a quienes representen un riesgo inmediato para ellos mismos o para la seguridad pública.
“Ella es un animal político: no hay duda al respecto”, dijo Geoff Brown, un ex defensor público de San Francisco quien conoció a Harris durante su tiempo como fiscal del Área de la Bahía. “Pero no se llega a ser presidente a menos que seas eso”.