En los 25 años previos a la pandemia, la manufactura global fue transformada por el surgimiento de complejas cadenas de suministro, mediante las cuales las empresas pudieron producir eficientemente toda suerte de bienes a bajos costos y enorme escala.
La pandemia puso esas cadenas en serias dificultades, causando bruscos vaivenes en la demanda al tiempo que forzaba repetidas cuarentenas que frenaron tanto la producción como la distribución. El resultado ha sido un incremento de retrasos en el transporte de carga, desabastecimiento de componentes clave y disparada de precios.
Los gobiernos han intensificado su interés en impulsar la producción doméstica con el objetivo de reducir su vulnerabilidad a disrupciones en el abastecimiento proveniente del exterior. Pero un nuevo trabajo del Fondo Monetario Internacional (FMI) señala que ese enfoque sería erróneo. El estudio argumenta que, durante la pandemia, las cadenas de suministro resistieron mejor de lo que se suele asumirse y que es probable que la autosuficiencia deje a los países no menos sino más vulnerables a shocks futuros.
La recesión inducida por el covid fue atípica. Al inicio, el comercio de bienes se redujo considerablemente –cayó 12% en el segundo trimestre del 2020 respecto de finales del 2019–, pero luego se recuperó más rápido de lo que había sido común en recesiones recientes. Para entender mejor estos giros, el estudio construyó un modelo que predice tendencias en el comercio basado en niveles de gasto dentro de las economías.
Se hallaron grandes diferencias entre el monto y el tipo de comercio predichos por el modelo y lo que realmente sucedió durante la pandemia –señal de la rareza relacionada con el covid–. El virus distorsionó el comercio en parte a través de sus efectos sobre las economías domésticas.
Por ejemplo, los países que experimentaron mayor número de contagios y confinamientos más restrictivos, importaron más bienes de lo esperado, debido al golpe que recibieron sus respectivos PBI. Eso refleja en parte un cambio en la demanda, que viró de servicios a bienes como electrónica para el hogar y equipos de protección. El covid también interfirió en la producción de ciertos bienes locales, los que en consecuencia también tuvieron que ser importados.
En algunos lugares, las cuarentenas tuvieron efectos indirectos en otras partes. Durante la primera mitad del 2020, indica la investigación del FMI, alrededor del 60% del declive en las importaciones de un país podía ser explicado por confinamientos en sus socios comerciales. Estos efectos dominó afectaron con mayor dureza a bienes que dependen de largas cadenas de suministro.
Pero el golpe fue menor cuando los lugares que fueron confinados tenían mayor capacidad para el teletrabajo. Y lo que es crucial, el efecto de las restricciones declinó con el tiempo, a medida que las tendencias laborales y las cadenas de suministro se adaptaban. En lugares que pusieron fin a cuarentenas estrictas más temprano, los exportadores tuvieron fuertes avances en participación de mercado y los mayores ocurrieron en la producción de bienes intensivos en el uso de cadenas de suministro.
Por falta de data, el análisis del FMI abarca hasta mediados del 2021. A partir de entonces, una serie de lamentables eventos, desde buques encallados a la guerra, generaron retrasos portuarios y aumento de costos. No obstante, el FMI estima que su modelo podría indicar cómo proteger mejor una economía frente a disrupciones. La respuesta no es repatriar producción sino diversificarse: tercerizar insumos en una mayor variedad de países y usar componentes que puedan ser fácilmente sustituidos si surgen problemas de abastecimiento.
En la mayoría de países, el grueso de los componentes usados para fabricar bienes tiende a ser tercerizado localmente. En Europa, alrededor del 69% de partes y más del 80% en el hemisferio occidental se produce en casa. Si una empresa tuviese que decidir importar un componente clave, tendría ante sí una oferta más diversa: la participación de mercado del país exportador promedio en el sector productivo promedio es un poco menos de un tercio.
Por ende, repatriar tendería a reducir la diversificación de una cadena de suministro en lugar de incrementarla, pues haría que la producción sea más dependiente de un solo país: la economía local. Eso podría resultar costoso. El FMI estima que ante una gran disrupción (que ocasione una caída de 25% en la oferta laboral de un único gran productor de insumos clave), podría esperarse que la economía promedio sufra una caída de su PBI de alrededor de 1%. Una mayor diversificación reduciría el daño en alrededor de la mitad.
Incentivar la diversificación es un asunto espinoso. El FMI señala que reducir las barreras al comercio internacional e invertir en infraestructura podría ayudar. Lamentablemente, las tensiones geopolíticas hacen que esté escaseando la apertura a una integración más profunda. Pero al menos ahora son claros los beneficios que pueden obtenerse.
Traducido para Gestión por Antonio Yonz Martínez
© The Economist Newspaper Ltd, London, 2022