La caída del euro hacia la paridad con el dólar ha puesto al Banco Central Europeo (BCE) contra la espada y la pared, y ha dejado a sus responsables sólo con opciones dolorosas y económicamente costosas.
Dejar que la moneda caiga impulsaría una inflación que ya está en récord, aumentando el riesgo de que el crecimiento de los precios se mantenga en una tasa muy superior al objetivo del BCE del 2%.
Sin embargo, luchar contra los mínimos de 20 años del euro exigiría subidas más rápidas de las tasas de interés, lo que podría agravar las dificultades de una economía que ya se enfrenta a una posible recesión, a la inminente escasez de gas y a unos costos energéticos desorbitados que están mermando el poder adquisitivo.
Hasta ahora, el banco ha restado importancia al asunto, argumentando que no tiene un objetivo de tipo de cambio, aunque la moneda importe. Incluso las cuentas de su reunión de política de junio, publicadas el jueves, no indicaban ninguna preocupación especial. Pero los movimientos del mercado son ahora demasiado fuertes para restarles importancia.
“La debilidad del euro refuerza la noción de que el BCE va por detrás de la curva”, dijo Dirk Schumacher, jefe de investigación macro europea de Natixis CIB. “Teniendo en cuenta lo alta que es la inflación, un euro más fuerte sería bastante útil porque reduce la inflación”.
El euro ha bajado un 10% frente al dólar este año, pero la moneda ponderada por el comercio sólo ha bajado un 3.3% hasta ahora.
Esto eleva el costo de las importaciones, especialmente de la energía y otros productos básicos que se negocian en dólares, lo que encarece todo. Los estudios citados con frecuencia por el BCE sugieren que una depreciación de 1% del tipo de cambio aumenta la inflación un 0.1% en un año y hasta un 0.25% en tres años.
¿Más debilidad?
El problema es que los fundamentos económicos apuntan a una mayor debilidad del euro.
En primer lugar, el BCE y la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos se están moviendo a velocidades muy diferentes.
Mientras que el presidente de la Fed, Jerome Powell, ha dejado claro que estaba dispuesto a arriesgarse a una recesión con subidas de tasas sobredimensionadas para bajar la inflación, el BCE sigue dando pasos de bebé para revertir la política monetaria excepcionalmente expansiva de la última década, cuando la inflación era demasiado baja.
Subirá las tasas por primera vez este mes, pero no espera sacar el tipo de depósito del territorio negativo hasta setiembre, y cualquier otra medida se verá empañada por los riesgos de recesión.
Las perspectivas de la zona euro se han deteriorado tanto desde mediados de junio que se ha descartado una subida de tasas y los mercados ven ahora sólo 135 puntos básicos de endurecimiento por parte del BCE.
Se espera que la Fed, que ya ha subido las tasas varias veces, incluso 75 puntos básicos el mes pasado, las aumente otros 180 puntos básicos.
Esto hace que los inversores obtengan mayores ganancias al otro lado del Atlántico, por lo que están sacando el dinero de Europa y debilitando el euro en el proceso.
En segundo lugar, la enorme dependencia energética de la zona euro, principalmente del gas ruso, también hace que la economía sea más vulnerable a las consecuencias de la guerra en Ucrania, un lastre natural para la moneda.
“Ante el riesgo inminente de recesión -y siendo el euro una moneda procíclica-, el BCE puede tener las manos atadas en su capacidad de amenazar con subidas de tasas más agresivas en defensa del euro”, dijo ING en una nota a los clientes.
Por último, la factura energética del bloque ha hecho subir los costos de importación, dejándolo con un raro déficit por cuenta corriente. Estas salidas también debilitan la moneda con el tiempo.
Dado que cada uno de los 19 países de la zona del euro se ve afectado de forma diferente, es probable que sea difícil alcanzar un consenso sobre cualquier retroceso.
Para reforzar el euro, el BCE podría indicar un endurecimiento más agresivo de la política monetaria, con una subida de 50 puntos básicos en setiembre y más medidas en octubre y diciembre.
Pero como los mercados ya esperan estas decisiones, el BCE también debe coincidir, al menos en parte, con el mensaje de la Reserva Federal de que la reducción de la inflación está por encima de todas las otras prioridades, incluso si eso significa forzar una recesión.
El mensaje, incluso si es positivo para el euro, probablemente alentaría una venta de bonos de la periferia del bloque monetario, lo que provocaría dudas sobre la sostenibilidad de la deuda.
Por ello, el BCE también debe poner en marcha su plan de compra de bonos, con el fin de limitar el aumento de los costos de endeudamiento de Italia, España, Portugal y Grecia.
“Spoiler: sí, la paridad está en juego”, manifestó Jim Reid, de Deutsche Bank.