Aldo Casaretto no tenía en sus planes trabajar en Crepier, la empresa de su familia, hasta que recibió una llamada que anunciaba el retiro de sus padres, quienes permanecerían en el directorio. “Pensé que sería bonito tomar la posta, elevar la valla que dejaron mis papás a otro nivel”, dice desde su puesto de gerente general y a sus 39 años.
¿Con qué cargo ingresó?
Como gerente de planeamiento estratégico. Diseñé la estrategia y estructura del equipo por cinco años.
¿Cómo se gestiona una empresa familiar?
Si es que están bien claras las reglas dentro de la familia, no debería diferir mucho de la forma de cualquier otra. Pero la empresa familiar tiene más vigilantes, personas más pendientes de que la cultura que viene de los fundadores se mantenga.
¿Quién fue en este caso?
Mi madre deja dentro de la empresa valores como la resiliencia, lo cual sirvió bastante este año.
¿Cuáles son esas reglas claras en su familia?
No vas a tener un cargo solo por ser miembro de ella. La persona vale por lo que es profesionalmente, por lo que aporta.
¿Y qué cambios implementó usted?
Hacer más horizontal el trato en todos los niveles para que las personas puedan opinar, decir sus ideas y darles la oportunidad de que las hagan realidad.
¿Es algo que faltó en la gestión de su madre?
Déjame pensar lo que voy a decir (ríe). Hay cosas que si no las digo de manera correcta pueden ofender a algunas personas y lo último que quiero son más ‘problemitas’ después de lo del año pasado.
¿Entonces cómo mejoró lo que encontró?
Antes no había suficiente empoderamiento en cada área. Trajimos cabezas de empresas bastante más desarrolladas de lo que era Crepier para armar un comité de gerencia mucho más ‘senior’.
¿Qué resultados dio esto?
Mi empresa debe poder funcionar incluso si no estás. Se logra esto porque tienes la gente y la estructura adecuadas. Así puedes dedicarte a temas más estratégicos a futuro.
¿Sus decisiones fueron fácilmente asimiladas?
Me costó bastante implementar una forma distinta de ver el negocio, pero finalmente los resultados me dieron la razón y eso me hizo ganar confianza frente a los accionistas y la familia. Con eso pudieron validar mi estilo de liderazgo. Después ha sido mucho más tranquilo el camino.
¿Qué hace en su tiempo libre?
Mi pasión es la pesca. Antes de la pandemia solía acampar en una playa donde no hay señal, por Ica. Para llegar, cruzaba de noche el desierto con un par de amigos y nos quedábamos tres días.
¿Qué le gusta de pescar?
Te pasas todo el día esperando que una corvina o un lenguado muerda el anzuelo. Y es increíble la fuerza del pez que da su vida tratando de desprenderse. Terminas con el hombro destrozado. Pero comerte un cebiche así no tiene precio. Pescado más fresco, imposible.