Con la reapertura de la Ciudad Prohibida de Beijing, paseos por los parques y mascarillas, los chinos disfrutaban el viernes con optimismo y prudencia de sus primeras vacaciones desde el inicio de la epidemia de coronavirus (COVID-19).
Durante estos cinco días de vacaciones nacionales por la Fiesta del Trabajo, no se esperan en cambio grandes afluencias, pues la gente permanece prudente ante un coronavirus que mató a 4,600 personas en China.
Este periodo de descanso debería generar un incremento inédito del turismo desde que estallara la crisis sanitaria a finales de enero. Especialmente gracias al fuerte descenso de la epidemia y el levantamiento de las restricciones de desplazamientos.
La Ciudad Prohibida de Beijing, inmenso complejo de 72 hectáreas y otrora residencia de los emperadores, reabrió el viernes por primera vez en tres meses.
“Mantengan sus distancias, protéjanse. ¡Les deseamos una agradable visita!”, lanza a los visitantes una voz femenina a través de un altavoz.
Para evitar las multitudes, las autoridades sólo sacan a la venta 5,000 entradas diarias (80,000 antes de la epidemia), que se reservan en internet.
El resultado: los visitantes pueden disfrutar de una Ciudad Prohibida como nunca la habían visto. Los inmensos patios estaban el viernes casi desiertos, en medio de los edificios de columnas rojas y tejas de color naranja.
“Es genial, realmente se puede disfrutar”, declara una mujer equipada con un palo para selfis y vestida con un vestido de la antigua China.
-Parques y paseos-
En total, durante estas vacaciones del 1 al 5 de mayo, se efectuarán 117 millones de trayectos (tren, avión, coche) en China, prevé el ministerio de Transportes.
Es sólo un tercio del volumen del año pasado. Pero ya es mucho para un país aún convaleciente de la COVID-19.
Para la mayoría de los chinos, las vacaciones se resumirán sin embargo a cortas visitas o excursiones cerca de su domicilio, por miedo al virus.
“Voy a ir a pasear a las montañas y caminar en los parques para ver a mis amigos. No les he visto desde hace tres meses”, explica una joven de Beijing que prefiere no decir su nombre.
“Yo voy sobre todo a descansar en mi casa”, declara Li, una mujer de 36 años que trabaja en las finanzas y pasea a su perro, y no contempla viajar.
“No voy a bajar la guardia solo para un poco de placer. El riesgo es invisible pero sigue ahí”, añade.
Tanto autoridades como habitantes tienen miedo de una segunda ola epidémica, que siempre puede darse con la reanudación de los viajes.
Solo los lugares turísticos al aire libre han sido autorizados a reabrir. Y solo pueden recibir un 30% de su capacidad habitual.
-“Un giro”-
En Shanghái (este), había menos transeúntes en la calle que de costumbre, constató la AFP.
“Mucha gente sigue preocupada”, explica Bao Ping, un agente de seguros de 46 años que pasea por la célebre avenida del Bund, frente a los emblemáticos rascacielos de la metrópolis.
“Esperamos que estas vacaciones supongan un giro, que podamos mostrar al mundo que vencer la epidemia es posible”, explica junto a su mujer y su hija, todos con mascarillas.
China ya reanudó el trabajo, reabrió numerosas escuelas y levantó la mayoría de las restricciones a los desplazamientos. Sin un repunte de la epidemia por el momento: desde mediados de abril no se registró ningún nuevo fallecimiento.
Esta mejora hizo que la ciudad de Beijing suspendiera la obligación impuesta a los viajeros provenientes de zonas de riesgo de pasar una cuarentena de 14 días.
Pero en todo el país, la gente debe seguir llevando mascarilla, mostrar en sus teléfonos el "código de salud", que atesta que no contagian el virus, o tomarse la temperatura en la entrada de parques, supermercados y edificios.
La epidemia dañó gravemente el sector del turismo, muy desarrollado en China gracias a una gran red de trenes de alta velocidad y a numerosas compañías aéreas.
“Todos las miradas están puestas ahora en China”, señala la firma especializada en aeronáutica Cirium. “Es un indicador de lo que podría pasar en otros países”.