Periodista
En mayo, Pedro Castillo y el Gobierno sobrevivían a todas las denuncias y revelaciones; retomaron la iniciativa; volvieron a levantar la bandera de la Asamblea Constituyente; el Premier ponía la agenda, y cumplía con eficacia su papel de “pararrayos”; además, tenían un apoyo de cierto sector del Parlamento que lo libraba de todo mal y peligro.
En las últimas semanas, las cosas han ido cambiando. El Gobierno ha perdido la iniciativa; los consejos de ministros descentralizados ya no le sirven para distraer; las denuncias y revelaciones ya lo acorralan; ahora la sombra de la corrupción persigue también a la Primera Dama y compañía; hay otra Fiscal de la Nación con otra actitud; el Premier ahora tiene un perfil más bajo (¿ya no quiere defender lo indefendible, o intuye/cree/sabe que va a salir?); el apoyo en el Congreso y de los “amigos” ya no es tan sólido; la inflación golpea fuerte. Adicionalmente, el inicio de la campaña electoral hace que muchos empiecen a tomar distancia. Empezando por Vladimir Cerrón y Perú Libre, que no se divorciaron de Pedro Castillo, solo se separaron.
Lo que no ha cambiado nada es el papel de la oposición. Sin liderazgo, sin iniciativa, sin ideas, sin capacidad de articular coaliciones, respuestas o acciones eficaces más allá de condenas y declaraciones altisonantes. Como si esperara que todo lo haga la prensa.
Esta debilidad puede continuar y puede erosionar aún más al Gobierno, hasta generar –ahora sí- la tormenta perfecta, que como dijimos aquí hace algunas semanas, podría complicar mucho o tumbar a Pedro Castillo hacia el segundo semestre de este año o el primero del 2023.
Si los prófugos se cansan de su situación, y las investigaciones avanzan correcta y diligentemente, podría haber colaboraciones eficaces y revelaciones importantes y hasta demoledoras, lo que podría provocar mayor aislamiento y soledad del régimen, toma de distancia y hasta “traición” de sus “amigos” y “aliados”, fuerte presión hacia el Congreso, y con ello se abre la posibilidad de renuncia y/o fuga, o vacancia.
El próximo Presidente del Congreso podría tener en sus manos el destino de Pedro Castillo. Pero, además, podría convertirse en el Presidente de la transición, por lo que esta elección de la Mesa Directiva es muy importante y hasta determinante.
¿Cómo podría reaccionar Pedro Castillo y el Gobierno en este escenario? Estamos a 20 días de su mensaje de Fiestas Patrias. El Presidente podría tener tres opciones. La primera es mantener el rumbo actual, ignorando o minimizando el impacto de cada denuncia, mientras opera interna y subrepticiamente. Esto supone también mantener al mismo o similar gabinete y el mismo ritmo de gobierno. Seguiríamos en esta crisis crónica, con el desprecio de quienes consideran a Pedro Castillo un incapaz y un corrupto, por un lado; y de quienes lo consideran un traidor y un cobarde, por el otro. Todos contra Castillo. Esto podría llevarlo a esa tormenta perfecta. Podría también radicalizarse, seguir confrontando y victimizándose, manteniendo al mismo Premier o designando otro de similares características; pero enrumbando acciones radicales y haciendo anuncios más populistas para tratar de recuperar el apoyo popular. Esto le daría cierto apoyo del sector radical y de la izquierda, dándole un poco de oxígeno a él, pero destruyendo al país.
Lo otro sería girar hacia el centro, designando un gabinete de cierto consenso, con ministros más o menos aceptados; ofreciendo un discurso de 28 con algunas “rectificaciones” importantes; renunciando a objetivos como la Asamblea Constituyente; mejorando su comunicación con la prensa; y colaborando con las investigaciones. Aquí las preguntas son: ¿esto le daría el beneficio de la duda?, ¿quiénes acompañarían en este giro a un Presidente perseguido por las sombras de la corrupción?, ¿le alcanzaría para durar hasta el 2026?
Pedro Castillo tiene que elegir una de las tres. ¿Usted a cuál le apuesta?