Periodista
Muchos gobiernos prefieren el efectismo (recurso, o conjunto de recursos, que se emplea para impresionar o llamar la atención) antes que la eficacia, entendida como la capacidad de lograr objetivos concretos, previamente bien determinados.
Claro, se puede ser eficaz haciendo efectismo, si ese es el objetivo, pero esos “logros” duran muy poco, y, lamentablemente, eso termina muy mal. Primero, porque los problemas que no se solucionan realmente seguirán siendo problemas, y su impacto negativo será cada vez mayor; y, en segundo lugar, porque parafraseando a Lincoln, se puede engañar a todos por un tiempo; se puede engañar a algunos todo el tiempo; pero no se puede engañar a todos todo el tiempo.
Esos recursos efectistas parecen transmitirse o copiarse –con total falta de creatividad, vergüenza, y pudor- de un gobierno a otro, sean estos nacionales o sub nacionales, aun cuando se sabe o se tiene conciencia de que se trata de efectismo puro, sin resultados positivos concretos, y que se trata de acciones que, cual fuego artificial, generará expectativa, luces y alegría por un momento, pero después sólo quedará cenizas.
Ejemplos hay miles, pero solo mencionaremos algunos. La declaratoria del Estado de Emergencia para luchar contra la delincuencia, que no resuelve el problema, sino que lo disimula o disfraza; que traslada o “desconcentra” el problema a las jurisdicciones que no están en Estado de Emergencia; que genera un mayor gasto sin resultados positivos; que entusiasma a un sector de la población por un período muy corto, pero que genera una mayor frustración inmediatamente después.
Los “shocks de confianza”, anuncios de reactivación económica, de promoción de la inversión privada, que muchas veces se limitan a acciones puntuales que se plantean en eventos empresariales, y que generan, en el momento, entusiastas y pronunciados aplausos de experimentados y curtidos empresarios que han escuchado los mismos anuncios evento tras evento, ministro tras ministro, gobierno tras gobierno, como el destrabe de inversiones o de mega obras, la simplificación administrativa, las ventanillas únicas, la atracción de inversiones, la agilización de permisos y licencias, la seguridad jurídica, y mucho más. Luego llega la espera, la decepción, el fastidio, y la crítica en privado. Y así, el ciclo se repite permanentemente.
En el nivel regional y local las cosas no son distintas. Unos anunciando niveles de ejecución de inversiones que no se van a alcanzar u obras que no se harán o se paralizarán; y otros realizando rehabilitación o parchado de pistas y veredas que todos saben que se volverán a rehabilitar o parchar con la gestión de la siguiente autoridad edil.
¿Resulta muy difícil plantearse algunos pocos objetivos concretos para solucionar reales y verdaderos problemas, o por lo menos enfrentarlos con decisión (y con dinero, que lo hay y no se gasta), y pasar del anuncio grandilocuente a la acción, dejando de lado el efectismo, la coyuntura, y la dependencia de las encuestas o el posible impacto en las redes sociales?
Parece que si.
En esta columna hemos escrito hasta el cansancio sobre la necesidad de plantearse tres objetivos concretos y enfrentar con decisión y recursos aquellos problemas que son los que generan el drama real y diario de la población. Pero lamentablemente se prefiere guiarse por la coyuntura o hacer anuncios absurdos que lo único que generan es burla o decepción.
¿Por qué la misma Presidenta anuncia la compra de dos aviones más en momentos en que existen tantos patrulleros inoperativos y se necesita presupuesto para recuperarlos y ponerlos al servicio de la policía?, ¿por qué pretender gastar cientos de millones de dólares en esos aviones cuando se necesita equipamiento para la policía?, ¿por qué hacer ese anuncio cuando la economía registra caídas consecutivas?, ¿por qué la búsqueda de titulares o aplausos de la manera más equivocada?
Es obvio que hoy vivimos entre el efectismo y el desenfreno (entendido como el comportamiento impulsivo, sin moderación, orden ni sentido de la medida) de nuestras autoridades, tanto del Ejecutivo como del Congreso, círculo al que se ha limitado la “clase política”, pero “clase política” que parece vivir en otra realidad, o que prefiere ver las cosas de lejos, y si es desde Roma para tratar de ver al Papa, mejor.
Esta “clase política” parece esforzarse en darle la razón a Groucho Marx, quien señaló que “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso, y aplicar después los remedios equivocados”
Obviamente no generalizamos, pero las excepciones son cada vez menos, tan poquitas que puede que alcancen en los dedos de una sola mano. Sino, miremos alrededor.
Pero lo que más sorprende es la pasividad y la “tolerancia” de todos los que no estamos en esa “clase política”. En otras circunstancias un Presidente del Congreso con tantas acusaciones ya habría caído. La vice Presidenta del Congreso ya estaría bailando en su casa. Ministros sin capacidad y con las frases que dicen, ya habrían sido despedidos o censurados. Muchos congresistas hubieran sido desaforados o suspendidos. Pero aquí, no pasa nada, como diría HMM.
Los partidos políticos y los políticos no existen. Los alcaldes y gobernadores se mantienen al margen mientras reciban sus transferencias. “La calle” no responde. Los empresarios se sienten cómodos criticando en privado, aunque alguna voz se levanta ahora.
Falta acción en todos los niveles.