En una gasolinera cerca del aeropuerto de Colonia, Alemania, Bernd Mueller mira cómo las cifras suben con rapidez en el surtidor: 22 euros (US$ 23), 23 euros, 24 euros. Los dígitos que indican cuánta gasolina ha puesto también suben, pero mucho, mucho más despacio.
“Me desharé de mi auto en octubre, noviembre”, dijo Mueller, de 80 años. “Estoy jubilado y está el combustible y todo eso. En algún momento hay que cortar”.
En todo el mundo, conductores como Mueller reconsideran sus hábitos y sus finanzas personales en medio de precios disparados de la gasolina y el diésel, impulsados por la guerra de Rusia en Ucrania y el repunte global tras el parón por la pandemia del COVID-19. Los precios de la energía son un motor clave de la inflación, que aumenta en todo el mundo y hace más caro el coste de la vida.
Un conductor de mototaxi en Vietnam apaga su app para recibir avisos de clientes para no consumir el valioso combustible en los atascos de hora punta. Una familia francesa reduce sus planes de vacaciones en agosto. Un diseñador gráfico en California incluye el combustible en el cálculo de gastos para salir una noche. Una madre en Roma elimina la noche de pizza del calendario tras ver cuánto costará lleva a su hijo a un campamento.
Las decisiones en todo el mundo son tan variadas como los consumidores y países: caminar más, desempolvar esa bicicleta, tomar el metro, el tren o el autobús. Manejar más despacio para ahorrar combustible o revisar ese viaje por carretera. Quizá, incluso prescindir del auto.
Para los millones de personas que no tienen acceso a un transporte público adecuado o no pueden prescindir de su auto por otros motivos, la solución es resignarse y pagar mientras recortan gastos por otro lado.
Nguyen Trong Tuyen, conductor de mototaxi para la app de transporte con conductor Grab en Hanoi, Vietnam, simplemente apaga la app durante la hora punta. “Si me quedo atrapado en un atasco, la tarifa no cubrirá el coste de gasolina del viaje”, dijo.
Muchos conductores interrumpen sus servicios como Tuyen, lo que hace más difícil que los clientes consigan reservar viajes.
En Manila, Ronald Sibeyee gastaba 900 esos (US$ 16.83) de diésel al día en su jeepney, un vehículo decorado con alegres colores y popular como transporte público en el país, una evolución de los jeeps militares estadounidenses que quedaron atrás después de la II Guerra Mundial. Ahora son hasta 2,200 pesos (US$ 41.40).
“Eso ya deberían haber sido nuestros ingresos. Ahora no hay nada, o lo que quede”, señaló. Sus ingresos han caído en torno a un 40% por el aumento del precio del combustible.
Los precios de la gasolina y el diésel son el resultado de una compleja ecuación sobre el coste del crudo, impuestos, poder de compra y riqueza de cada país, subsidios del gobierno cuando existen y la comisión que se llevan intermediarios como las refinerías. El precio se calcula en dólares, de modo que si un país es importador de energía, el tipo de cambio también es un factor, como en Europa, donde un euro más débil ha ayudado a subir los precios.
A menudo hay también factores geopolíticos, como la guerra en Ucrania. Los compradores que rechazan barriles rusos y los planes occidentales de vetar el crudo de Rusia han remecido unos mercados de la energía que ya enfrentaban problemas de suministro por el rápido rebote tras los cierres de la pandemia.
Hay un precio global del crudo, unos US$ 110 el barril, pero no hay un precio global de gasolinera debido a los impuestos y otros factores. En Hong Kong y Noruega se pueden pagar más de US$ 10 por galón (3.79 litros). En Alemania puede rondar los US$ 7.50 por galón, y en Francia unos US$ 8. Aunque unos impuestos más bajos al combustible hacen que la media en Estados Unidos sea algo menor, unos US$ 5 el galón, nunca había sido tan alto.
En países pobres, la gente nota con rapidez la presión de los precios de la energía, pero europeos y estadounidenses también acusan el golpe. Los estadounidenses tienen menos acceso a transporte público, y ni siquiera las redes europeas llegan a todas partes, especialmente en zonas rurales.
Charles Dupont, que regenta una tienda de ropa en la región de Essonne, al sur de París, simplemente necesita el auto para llegar a trabajar.
“Practico la ecoconducción, lo que significa conducir más despacio y evitar frenados repentinos”, manifestó.
Otros hacen lo que pueden por recortar. Letizia Cecinelli, que repostaba en una gasolinera en Roma, dijo que hacía desplazamientos en bicicleta e intentaba reducir los viajes en auto “cuando es posible”. “¿Pero si tengo un hijo y tengo que llevarle al campamento? Tengo que hacerlo recortando una pizza extra”, indicó.
Los precios en las gasolineras pueden ser dinamita política. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha presionado para que Arabia Saudita extraiga más petróleo para ayudar a bajar los precios, y anunció un viaje al reino el mes que viene después de que la alianza Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) que lidera Riad decidiera aumentar la producción. Estados Unidos y otros países también han liberado crudo de sus reservas estratégicas, lo que ayuda pero no es decisivo.
Varios países tienen límites de precio. Es el caso de Hungría, donde no se aplica el descuento a autos con matrículas extranjeras. En Alemania, el gobierno redujo los impuestos en 35 céntimos el litro para la gasolina y 17 céntimos para el diésel, pero pronto los precios volvieron a subir.
Alemania también ha introducido un boleto rebajado de 9 euros mensuales para transporte público, lo que abarrotó las estaciones y trenes en un reciente fin de semana feriado. Pero el programa dura solo tres meses y no es de gran ayuda para la gente en zonas rurales si no hay ninguna estación de tren cerca.
De hecho, la gente utiliza casi la misma cantidad de gasolina que antes de la pandemia, según la asociación alemana de gasolineras.
“La gente está repostando casi tanto como antes. Protestan, pero lo aceptan”, comentó el vocero del grupo Herbert Rabl.
¿Hay algo de alivio a la vista? Mucho depende de cómo afecte la guerra en Ucrania a los mercados globales del crudo. Los analistas dicen que es casi seguro que parte del crudo ruso se pierda para el mercado porque la Unión Europea, el cliente más grande y cercano de Rusia, ha prometido poner fin a la mayoría de las compras de Moscú en seis meses.
Mientras tanto, India y China están comprando más petróleo ruso. Europa tendrá que conseguir su suministro de otro lugar, como los exportadores de Oriente Medio. Pero la OPEP, que incluye a Rusia, no está cumpliendo sus objetivos de producción.
Para muchos, gastar dinero en cosas como una noche fuera y, en Europa, la devoción casi religiosa de las largas vacaciones de verano están en juego.
Isabelle Bruno, profesora en los suburbios de París, ahora toma el autobús hasta la estación de tren en lugar de manejar 10 minutos.
“Mi esposo y yo estamos muy preocupados por las vacaciones, porque solíamos tomar el coche muy a menudo cuando visitamos a nuestra familia en el sur de Francia. Ahora prestaremos atención a los pasajes de tren y sólo utilizaremos el auto para viajes cortos”, consideró.
Leo Theus, diseñador gráfico de la localidad de Hayward, en la zona de la Bahía de San Francisco, tiene que ser “estratégico” al presupuestar el combustible cuando se reúne con clientes, y por ejemplo no llena el depósito del todo. Los precios del combustible en California son los más altos de Estados Unidos, cerca de los US$ 7 por galón en algunas partes del estado.
Cuando se trata de ir a un club o un bar después de trabajar, señaló, “ahora hay que pensar en el combustible, hay que decidir. ¿De verdad merece la pena salir o no?”, comentó Theus.