Por estas fechas el año pasado, cuando los chilenos se sentían solventes y la economía local era más próspera que quizás cualquier otra en el mundo, Norberto Araya se maravillaba por la forma en que se gastaba el dinero.
Como vendedor en una óptica en Santiago, Araya se había acostumbrado a ver a clientes con poco dinero traer marcos de lentes antiguos para repararlos una y otra vez. De repente, comenzaron a entrar, desembolsar mucho dinero y salir con lentes nuevos. Sus ventas se dispararon un 40%.
Un par de cuadras calle abajo, en House Tattoo Rock, el teléfono sonaba sin parar. Había tanta gente que quería tatuajes, dice Johan Vicentelli, que tenía todo reservado para los siguientes dos meses.
¿Y ahora? Vicentelli a veces pasa todo un día sin un solo cliente. Lo mismo para Araya: “Está mala la cosa”, dice.
Este es la caída tras el ascenso. Tal vez no sea del todo inesperado. Pero lo que sorprende a muchos en Chile, un país que durante mucho tiempo se enorgulleció de tener la economía más estable de toda América Latina, es la naturaleza repentina del giro hacia la estanflación. Aquí está sucediendo de forma mucho más rápida y violenta que en el resto del mundo.
La inflación se ha disparado al 13%. Solo Argentina y Venezuela, constantemente asoladas por crisis, registran tasas más altas en la región. El precio de muchos bienes ahora está fuera del alcance de los chilenos comunes. Las ventas minoristas en el área metropolitana de Santiago cayeron un 18% en julio. Solo unos meses antes, todavía avanzaban a tasas de dos dígitos. El consenso ahora es que la economía entrará en recesión en el segundo semestre del año, tras crecer un 11.7% en el 2021.
“Esta es una especie de resaca de la fiesta de gasto que tuvimos”, dijo Felipe Alarcón, economista jefe de EuroAmerica, una firma financiera con sede en Santiago. Por más dolorosa que sea una recesión, señaló, “es casi deseada para ajustar el gasto hacia parámetros sostenibles”.
Todo esto ocurre justo cuando Gabriel Boric, el presidente más izquierdista de Chile desde Salvador Allende, se instala en su primer año en el cargo, lo que pone los nervios de punta en clubes de campo y directorios en Santiago. El hecho de que se celebre un plebiscito este fin de semana sobre una propuesta nueva Constitución tampoco ayuda en nada a la confianza.
Los inversionistas han estado sacando tanto dinero del país, a pesar de tasas de interés que se encuentran en máximos de 24 años, que el banco central tuvo que inyectar miles de millones de dólares en el mercado de divisas para estabilizar el peso. El lunes, el Fondo Monetario Internacional dijo que aprobó una línea de crédito de US$ 18,500 millones para ayudar a Chile a capear un aumento en los riesgos globales.
La racha de gastos también jugó un importante papel en el hundimiento del peso. Todas esas compras hicieron que la cuenta de importaciones del país se duplicara en los últimos dos años, lo que hizo que saliera del país una gran cantidad de dólares. El déficit de cuenta corriente aumentó al equivalente del 8.5% del PIB en el segundo trimestre, el mayor en al menos dos décadas.
El auge comenzó de manera algo similar a las recuperaciones impulsadas por el consumo que se observaron en países como Estados Unidos y Canadá tras la pandemia. Pero mientras esos gobiernos entregaron montones de dinero a los trabajadores para ayudarlos a superar los confinamientos, a los chilenos se les dio la opción de recurrir a sus propios ahorros para la jubilación. Muchos de ellos retiraron dinero de sus pensiones una y otra vez.
Hasta julio, los titulares de cuentas de pensiones individuales habían sacado 41,5 billones de pesos (US$ 47,000 millones al tipo de cambio de hoy) en tres rondas de retiro. Además, Chile implementó uno de los mayores programas de estímulo fiscal en la región, con cerca de US$ 35,000 millones en transferencias directas.
En una economía de US$ 300,000 millones, ese tipo de inyecciones de efectivo impulsaron la demanda interna, lo que le dio a Chile un catalizador local adicional a la ola de inflación que arrasa economías en todo el mundo. La fuerte dependencia de Chile de los hidrocarburos importados también agrega leña al fuego: los precios de la gasolina en las estaciones de servicio han subido durante 52 semanas consecutivas.
Ahora, cuando las medidas para combatir la inflación frenan la economía mundial, Chile vuelve a sobresalir, esta vez por lo rápido que se está desacelerando.
El dinero en las cuentas corrientes individuales están cayendo a niveles que no se observaban desde los días más oscuros de la pandemia y la demanda interna está en proceso de una necesaria desaceleración, según el ministro de Hacienda, Mario Marcel, expresidente del banco central que advirtió que los retiros anticipados de pensiones ejercerían presión sobre la inflación.
“La economía necesariamente tiene que salir de este estado de exceso de gasto, y ha empezado, ha dado las primeras señales”, dijo la semana pasada la presidenta del banco central, Rosanna Costa, en un evento de negocios.
La agitación económica se desarrolla mientras los chilenos se preparan para acudir a las urnas el domingo para decidir si adoptan una nueva Constitución que reemplazaría una Carta Magna que data de la dictadura de Augusto Pinochet.
El nuevo documento fue redactado por una convención de tendencia en su mayoría izquierdista, y los analistas advierten que su aprobación impulsaría una fuga de capitales. Las encuestas indican que será rechazado. Pero eso no significaría el fin de la incertidumbre, ya que el presidente Boric ha dicho que iniciaría un nuevo proceso constitucional.
Al mismo tiempo, su Gobierno está avanzando con propuestas de alzas de impuestos que, según advierte la industria del cobre, frenarían las inversiones. El debate tributario se desarrolla mientras se espera que la economía crezca solo un 0.3% el próximo año, la expansión más lenta de la región.
“Chile tiene un nivel de riesgo político bastante elevado comparado con otros países de la región”, dijo Andrés Abadía, economista de Pantheon. “Y esto es de largo plazo hasta que sepamos qué va a pasar con este proceso constitucional”.
No es ninguna sorpresa, por lo tanto, que el peso chileno sea una de las monedas de peor desempeño en la región en el último año, con una caída de cerca de 12%. Una moneda débil beneficia a los gigantes exportadores de cobre, litio y productos forestales, pero es un problema para quienes dependen de las importaciones.
Vanesa Palacios llegó a Chile hace siete años desde Perú en busca de oportunidades laborales. Con su familia, ahora administra dos tiendas de accesorios electrónicos en Santiago.
“Cuando llegué aquí podíamos comprar dólares para enviarlos a Perú”, señaló Palacios. “Ahora las ventas apenas cubren nuestros costos y los dólares son demasiado caros para enviarlos a casa”.