Ecuador está tras la pista de unos “gigantes” solitarios que habitan en la exuberante Cordillera del Cóndor y sobre los que hay muy poca información: los osos andinos (tremarctos ornatus), una especie en la lista de categorías de vulnerabilidad de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
También conocidos como “osos de anteojos” por las marcas claras que presentan algunos individuos alrededor de sus ojos, estos osos pueden medir hasta dos metros de alto y pesar hasta 130 kilos.
Llamativos, carismáticos, solitarios, buenos nadadores y trepadores, los osos tienen en ascuas a los científicos, que desde hace varios meses intentan capturar ejemplares de la Cordillera del Cóndor, fronteriza con Perú, para colocarles unos collares de seguimiento.
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Con ello pretenden recabar información sobre sus movimientos y formas de vida, para ampliar los planes de conservación de esta especie. Fuera del radar
A través de un proyecto de investigación para la conservación del Oso Andino en la Cordillera del Cóndor -que comenzó en 2019- los expertos quieren “entender esta población que antes era desconocida, que estaba fuera del mapa, fuera del radar”, dijo a EFE Martín Bustamante, director del Zoológico de Quito.
Los científicos quieren conocer el nivel de relación de los osos con otras poblaciones y las amenazas que enfrentan, entre otros temas.
Por el momento han encontrado una “importante” población de osos: “Sabemos que hay muchos osos, que se mueven por ahí constantemente, que tienen machos y hembras en edad adulta, y que hay eventos de reproducción porque vemos crías”, detalló Bustamante.
El uso de cámaras trampa les ha permitido observar “que es una población activa”. Osos y oro, ¿una conjunción posible?
Expertos del Zoológico de Quito, de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ) y de la empresa minera canadiense Lundin Gold participan en la investigación para determinar la identidad genética de los osos andinos de la Cordillera del Cóndor, a fin de cotejarlos con estudios hechos a osos del occidente de Quito o en Loja (sur).
Juan Carlos Fonseca, un biólogo que trabaja en la mina subterránea de oro Fruta del Norte, que opera Lundin Gold, dijo a EFE en la Cordillera del Cóndor que intentan atrapar osos en el área de estudio del proyecto, que se inserta en un plan de acción de conservación de osos de anteojos de Ecuador.
La idea es colocarles collares de monitoreo, y tomar muestras de sangre y pelo para realizar el estudio genético, y así ayudar a identificar estrategias de conservación. Hasta el momento han visto 40 osos, pero no han podido atrapar ninguno.
“Atrapar un oso no es tan fácil”, remarcó Fonseca, al asegurar que los osos están relativamente cerca del proyecto minero y que la responsabilidad de la empresa “es garantizarles que el paso, a través de las áreas intervenidas, sea seguro, que no les pase nada, y, en lo posible, que las áreas por las que circundan, se conserven de la mejor manera para que tengan el hábitat suficiente de vida”.
Los osos “parecen andar, de alguna manera tranquilos, respecto a estos niveles de intervención (minera). Los osos son de alguna manera tolerantes a la actividad humana”, aseveró Bustamante. Fonseca anotó que actúan para que, una vez que termine el trabajo en la mina, la zona quede como estaba ambientalmente.
Identidad genética
Por su composición genética, “cada población tiene su historia propia” y cada una “es un desafío también para la conservación, porque hay que gestionar que se mantengan esos linajes, esa historia evolutiva”, subrayó Bustamante.
Pero aún no logran comprender las diferencias porcentuales que hay en la estructura genética de los osos, que influye, entre otros, en sus hábitos y dieta, en especial, en la Cordillera del Cóndor, que está en medio de un paisaje amazónico.
“Es una irrupción fuerte de montañas, es un lugar en el que, por ejemplo, las especies de animales llegan más alto que en otras zonas montañosas. Los bosques son diferentes y en las mesetas hay zonas que se parecen a los páramos, a unos 2.000 metros de altitud”, dijo.
Todo esto provoca que las comunidades vegetales y animales sean diferentes, con una ecología propia, y el oso es “uno de los actores clave”, por su rol ecológico en los ecosistemas.
El oso requiere de varias hectáreas para su subsistencia y en su transitar por el bosque, son promotores de un dinamismo: rompen ramas y parte de los árboles cuando se alimentan, lo que obliga a la vegetación a entrar en sus propias dinámicas de regeneración.
Y aunque, en general, conocen “muy poco respecto a los osos de la Cordillera del Cóndor”, Bustamante destaca que la del sector es “una población sana y diversa”, que comparte espacios con pumas, tapires, perros del monte, ardillas, coatíes, etc.
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