Pocos monumentos a la globalización compiten con el complejo industrial de los smartphones. Este año, millones de dispositivos serán fabricados por millones de trabajadores en cientos de empresas en docenas de países. Cuando tocas la pantalla, tocas un objeto tan milagroso como parecían las especias javanesas ante los nobles europeos del siglo XVI.
En términos comerciales, el sistema es demasiado importante para fallar. Pero esta maravilla cosmopolita enfrenta amenazas gemelas: el desvanecimiento del auge de los teléfonos inteligentes y el fin de la era dorada de la globalización. Para evaluar estos riesgos, Schumpeter ha "probado bajo presión" la fortaleza financiera de la cadena de suministro. En general, está en forma razonable, pero una larga cola de empresas débiles provoca preocupación.
Durante décadas, la mayoría de las empresas de electrónica de consumo fabricaron sus productos cerca de casa. Nokia alcanzó su gran momento mientras producía en masa teléfonos desde la pequeña ciudad de Salo en Finlandia. Luego, en la década de 1990, unos pocos pioneros, incluido Cisco, y luego Dell, subcontrataron la fabricación a una red de fábricas, la mayoría en Asia.
Eso impresionó tanto a Steve Jobs en Apple que en 1998 contrató a Tim Cook, un experto en cadenas de suministro. Cook creó un archipiélago global de fabricantes y proveedores contratados, que hoy tiene cientos de sitios clave en todo el mundo.
Las otras cuatro grandes firmas de teléfonos inteligentes añaden su propio giro. Samsung fabrica más de sus dispositivos internamente, pero tiene fábricas enormes en Vietnam y vende semiconductores y pantallas a sus rivales. Huawei, con sede en Shenzhen, prefiere fabricar componentes de forma interna. Xiaomi y OPPO, ambos chinos, son incluso más austeros que Apple, y utilizan la producción subcontratada a nivel local y en el extranjero.
Estas intrincadas redes tienen una gran huella económica, como muestra un estudio reciente del FMI. En el pico en octubre del 2017, los componentes de smartphones representaron más del 33% de las exportaciones de Taiwán, el 17% de las de Malasia y el 16% de Singapur.
Los smartphones representan el 6% de las exportaciones chinas. Los chips de memoria salen desde Corea del Sur y Vietnam; los chips de sistema de Malasia, Taiwán y otros lugares; y las pantallas de Japón y Corea del Sur. Las empresas de gran mundo, como Qualcomm, venden licencias para usar su propiedad intelectual (PI). Las partes son luego ensambladas, principalmente por ejércitos de trabajadores chinos. La maquinaria es puesta en marcha antes del lanzamiento de cada nuevo modelo y arroja millones de dispositivos.
La primera amenaza para este sistema es que la cantidad de smartphones nuevos vendidos cayó 0.3% el año pasado cuando China alcanzó una saturación y los usuarios occidentales actualizaron sus equipos con menos frecuencia. Sin embargo, a pesar de esto, los ingresos totales aumentaron en un 10% para todos los proveedores de hardware y servicios para empresas de teléfonos inteligentes.
Las empresas que venden juegos y servicios están en auge; las ventas de desarrolladores a través de la App Store de Apple aumentaron en más del 30% el año pasado, a US$ 27,000 millones. Los nuevos teléfonos están repletos de chips y pantallas más caras. El valor total de las piezas dentro del iPhone X y Samsung Galaxy S9 es 28% y 13% más, respectivamente, que en sus modelos predecesores, de acuerdo con IHS Markit.
La principal debilidad del sistema es su larga cola de firmas débiles. Muchos observadores se preocupan por las condiciones laborales en la cadena de suministro; el típico obrero de ensamblaje mal pagado en China se encarga de 1,700 teléfonos por día. Pero la vida también ha sido difícil para algunos capitalistas. Una forma de mostrar esto es examinar las finanzas de 42 grandes proveedores de Apple. (Estas cifras son estimaciones, utilizando datos de Bloomberg, IHS y Morgan Stanley; las 42 firmas cubren aproximadamente las tres cuartas partes de las ganancias brutas totales de los proveedores de Apple y ponderamos cada empresa por la cuota de sus negocios con Apple).
Apple y 13 de sus proveedores de chips ganan más del 90% del total de ganancias del sistema Apple. Mientras tanto, la cola de otras empresas que realizan actividades más básicas debe pagar por la mayoría de trabajadores, inventarios y activos fijos. Por lo tanto, tienen en conjunto un rendimiento de capital débil, de 9%, y un margen de beneficio neto de solo 2%.
Sus ganancias no han aumentado durante cinco años. Entre ellos están ensambladores como Hon Hai de Taiwan y fabricantes de componentes de nicho, algunos de los cuales tienen visibles dificultades. El 22 de agosto, AAC Technologies, especialista en hacer vibrar teléfonos, dijo que sus ganancias del segundo trimestre cayeron un 39% en comparación con el año anterior.
El típico proveedor es reservado, aguerrido, controlado por su fundador y acostumbrado a la volatilidad. Si vemos una muestra más amplia de 132 proveedores para Apple, Samsung y Xiaomi, generalmente un tercio de ellos se está contrayendo en un año determinado. Sus finanzas ajustadas los dejan expuestos a las tensiones comerciales, que son el segundo gran problema de la industria.
En abril, Estados Unidos impuso sanciones a ZTE, una empresa china de productos electrónicos que fabrica algunos teléfonos (fueron levantadas en julio). Hasta ahora, Estados Unidos y China se han abstenido de meterse con otras empresas. Sin embargo, si las tensiones aumentan, podrían estar en la línea de fuego.
Proveedores, ¡tengan cuidado!
Apple, Samsung y la mayoría de los fabricantes de semiconductores podrían superar esas tensiones, con sus altos márgenes y sus balances de caja cargados de efectivo. Pero la larga cadena de otros proveedores no podría, dados sus estrechos márgenes, grandes saldos de capital de trabajo y costos fijos.
Los aranceles podrían empujarlos al rojo. De las 132 empresas, el 52% tendrían pérdidas si los costos aumentaran solo un 5%. Y una cesación del comercio al estilo ZTE sería desastrosa. Si los ingresos se agotaran y las 132 empresas continuaran pagando sus propios proveedores, deudas a corto plazo y salarios, el 28% de ellas se quedaría sin efectivo dentro de 100 días.
Asfixiar la industria de los smartphones sería una locura: los consumidores estarían molestos, millones de puestos de trabajo estarían en riesgo en Asia, y los mercados de valores en Estados Unidos y el este de Asia sufrirían. Pero incluso si los gobiernos evitan un shock, con el tiempo es probable que presionen por una mayor parte de las ganancias, empleos y propiedad intelectual.
Estados Unidos quiere más plantas en su territorio. China está demandando a varias firmas extranjeras de chips de memoria por fijación de precios y quiere construir una capacidad de semiconductores autóctona. Si Ud. está dirigiendo una gran empresa en la industria de teléfonos inteligentes, debería reconsiderar las cosas en preparación para un mundo menos abierto.
Con su actual trayectoria, la industria será más pequeña en una década, con los proveedores obligados a consolidarse y automatizar la producción. También se podría organizar en silos nacionales, con producción, PI, ganancias y trabajos distribuidos de manera más uniforme en todo el mundo. Las empresas deberán adaptarse o serán derrumbadas.